Dos jóvenes palaciegos, menores de edad, un chico y una chica, se personaron voluntariamente este martes en la Jefatura de la Policía Local acompañados de sus respectivos padres para declarar en relación al accidente que terminó la noche del lunes con la vida de Antonio G.G., vecino del pueblo de 59 años cuyo funeral se celebraba en la parroquia de Santa María la Blanca precisamente en el mismo momento, a las 17.00 horas. Ambas familias acudieron primero al cuartel de la Guardia Civil, pero fue el instructor de las diligencias de la jefatura quien terminó tomándoles declaración pues las competencias por accidentes de tráfico en vías urbanas son, en principio, de los agentes municipales.
El propio alcalde del municipio, Juan Manuel Valle (IU), confirmó este extremo, aunque insistió en que «los dos menores, con sus padres, han ido a declarar voluntariamente para esclarecer los hechos, nada más, y tendrá que continuarse la investigación».
LA VÍCTIMA, MUY POPULAR EN EL PUEBLO
Los rumores se habían disparado durante toda la jornada, pues en el pueblo no se hablaba de otra cosa, después de una noche, la del lunes, que terminó trágicamente marcada por el aparatoso accidente de este vecino que deja esposa y dos hijos y a cuya familia, los de Miguel de Rosa, todo el mundo conoce y aprecia por regentar varios establecimientos hosteleros. Pero al parecer ninguno de los testigos pudo asegurar con certeza ni quiénes eran los jóvenes que se vieron involucrados de alguna manera en el siniestro ni hasta qué punto estaban relacionados, sino que hacían referencia tan solo a que era una pareja, un chico que conducía y una chica que iba de paquete que desaparecieron rápidamente del lugar tras supuestamente chocar con otra moto, las inmediaciones de la rotonda del Olivo, entre el restaurante La Pachanga y la plaza de Cuba.
La Policía Local había presentado este martes por la mañana las primeras diligencias en el Juzgado de Utrera que lleva el caso, pero la investigación continúa todavía el miércoles y, según declaraban en el propio cuerpo, «no se descarta ninguna hipótesis», a pesar de las declaraciones de los dos menores que voluntariamente se presentaron en jefatura, donde las primeras pesquisas apuntaban la noche del accidente que este se había producido por alcance, es decir, que presuntamente una motocicleta había golpeado a la otra por detrás.
«ESTABA CONSCIENTE AÚN Y ME DECÍA QUE TENÍA MUCHO FRÍO»
En la investigación están siendo claves las declaraciones de testigos, que aportaron descripciones la noche del accidente y después. Según algunos de los que incluso fueron a socorrer al accidentado y con quienes pudo hablar este periódico, el golpe «fue tremendo al caer y se le abrió la cabeza». Unos aseguraban que había impactado contra el bordillo de la rotonda, pero otros no podían sostenerlo «porque unos coches nos dificultaban la visibilidad». Lo cierto es que el ciclomotor negro que conducía Antonio G.G. acabó destrozado y a varios metros de donde había caído. «Parece que sobre la vespa ha pasado un trailer», decía uno de los numerosos vecinos que se congregaron en la mediana de la avenida mientras agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local, que habían acordonado la zona, instruían las primeras diligencias para informar a la jueza. «Yo estaba mirando en la farmacia cuál era la de guardia y no me dio tiempo a enterarme cuando oí un gran revuelo al lado de la rotonda», decía momentos después del accidente Conrado, uno de los testigos que acudió incluso a socorrerlo. «Lo reconocí de inmediato aunque lo vi tendido en el suelo por detrás y con mucha gente alrededor, porque era mi compadre», añadió. «Me acerqué a él y estaba consciente aún, y me decía que tenía mucho frío».
Unos minutos después, los sanitarios del 061 que llegaron en ambulancia apenas si pudieron intentar salvarle la vida. Fue en vano. «Ya no se podía hacer nada», opinaban varios de los testigos que lo vieron aún con vida. Al lugar de los hechos acudió también el concejal de Seguridad Ciudadana, José Manuel Triguero (IU), que esperó junto a los agentes que se llevaran el cadáver, casi dos horas después del accidente. Los bomberos se dispusieron a limpiar la sangre del asfalto a las 23.30 horas.
La parroquia mayor de Santa María la Blanca estaba a reventar incluso antes de que llegara el féretro, puntual a las 17.00 horas. Luego, muchísima gente tuvo que permanecer en el porche. El propio párroco que ofició la ceremonia religiosa, Diego Pérez Ojeda, hizo referencia a lo querido en el pueblo que era el fallecido, entre otras evidencias por un templo absolutamente desbordado por mucha gente que lloraba. Todo el gremio de la hostelería palaciega se dejó ver en la iglesia o antes en el tanatorio.