Dolores, 450 años después

La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria por los arrabales carmonenses en su aniversario fundacional

Ezequiel García ezegarcia85 /
30 sep 2017 / 22:19 h - Actualizado: 30 sep 2017 / 22:24 h.
"Cofradías"
  • La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García
    La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García
  • La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García
    La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García
  • La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García
    La titular de la hermandad de Humildad y Paciencia realizó ayer su salida extraordinaria. / Ezequiel García

Corría el año 1567. La nueva patria creada por la unión de las coronas de Castilla y de Aragón apenas daba sus primeros pasos. En Carmona, como en el resto de tierras del Sur, las cofradías más populares no eran las de penitencia propiamente dichas, sino, como cita el historiador local Esteban Mira, las sacramentales, las de ánimas así como las heredadas del medievo, vinculadas a los santos, las caritativas o las hospitalarias.

Pero allí, en pleno arrabal, justo antes de llegar a la imponente muralla que ya era bastión y delimitaba el recinto amurallado de la ciudad, se levantaba la Iglesia de San Pedro, muy diferente a la actual. Sin su torre campanario ni su Giraldilla, pero con la misma ebullición de fe dentro de sus muros. En lo que fue el viejo santuario de Nuestra Señora de la Antigua en 1567, un grupo numeroso de fieles se reunía para dar culto al Cristo de las Ánimas, titular de la Hermandad de Humildad y Paciencia.

Y es que casi medio milenio no se cumplen todos los días. La última vez que el primitivo Señor de la Humildad que hoy custodian las hermanas del convento de Santa Clara de la ciudad salió en procesión extraordinaria fue en 1734 para que la sequía dejara de hacer estragos y llegara la tan ansiada lluvia. Ayer no fue Él, sino la imponente talla de María Santísima de los Dolores, con ese gesto que hace encoger al alma, sea la suya, lector, o la del que escribe, la que repartió bendición por su feligresía, sin alardes magnos, pero con la seriedad y formalismo que caracteriza a esta hermandad.

Ayer no se lucían capirotes blancos trazados con tiralíneas alumbrados por cirios al cuadril de cinturones de espartos que han enfajado cuatro generaciones de hermanos. Ayer, centenares de mantillas negras en ellas y rigurosos trajes de chaqueta oscuros en ellos, acompañaban a la Madre de San Pedro, la que bajo su mirada atenta, en 1958 la cofradía de Ánimas, primitiva, y la de Humildad y Paciencia, decidieron unir sus caminos, unificando fuerzas, creando Hermandad, expresando fe pública.

Justo antes de la salida, a las 19.30 horas, el sacerdote Marcelino Manzano, delegado de hermandades y cofradías de Sevilla, en su homilía que puso el fin a los cultos previos a la salida extraordinaria, afirmó a los centenares de feligreses allí congregados que «parece Viernes Santo. Carmona expectante, mantillas, iglesia llena. ¿Qué estamos haciendo como hermandad? Tenemos que seguir revisando siempre el estado de salud de la hermandad. La necesitamos para dar testimonio de Fe todo el año. Que cada día sea Viernes Santo. Es mucho más que un paseo. La tarde de hoy es una renovación, un compromiso, es ser fieles a los que hace 450 años fundaron a esta hermandad. Salgamos con este compromiso de pregonar que hay un Dios que nos salva».

Tocaban las 20.30 en la espigada torre de San Pedro. A pesar del calor, cientos de carmonenses esperaban a las puertas para ver una procesión a finales de septiembre. Bajo los sones del Himno Nacional de la Banda de Música El Arrabal de Carmona, el palio de baquetón, comandado por los hermanos Pérez y con 105 costaleros, procedentes de las dos cuadrillas y de veteranos que ya colgaron en su día el costal, desempolvado ayer para volverla a llevar al cielo, comenzó su discurrir por la feligresía, que adornó sus balcones y casas con colgaduras y banderolas.

En la procesión, además del párroco y director espiritual de la hermandad, don Antonio Ceballos, se encontraban miembros de la junta con su Hermana Mayor a la cabeza, María de Gracia Rodríguez, así como el alcalde, Juan Ávila; Consejo de Hermandades y Cofradías; miembros de hermandades de Humildad y Paciencia de Sevilla y Andalucía; Hermanos Mayores de hermandades de penitencia, gloria y sacramentales de la ciudad, entre otros.

Como ocurre cada Viernes Santo, sobrecogedor y emocionante fue el discurrir por la estrechez de Aguditas, donde el costal se clavó en el cuello de los costaleros, y donde cada revirá hasta San Francisco, por Tahona, donde la hermana Quinta Angustia hace barrio cada Miércoles Santo, fue una oración y plegaria permanente, bajo la atenta mirada de jóvenes y ancianos, algunos con lágrimas en los ojos, como la dolorosa de Montes de Oca y bajo un manto de pétalos.

El cortejo entró también en la iglesia de San Francisco, sede de la Quinta Angustia y perteneciente a la parroquia, en un gesto que demuestra la fraternidad entre ambas corporaciones de extramuros que tanto bien reparten en su feligresía.

La elegancia y el recogimiento prosiguió en un itinerario nuevo para la hermandad de la Humildad. Única fue la estampa de María Santísima de los Dolores por las calles Vidal y Real que tardará en verse de nuevo décadas o, quién sabe, siglos.

Y tras una tarde de ensueño, ya en el mes de octubre, Carmona se empapó, en pleno otoño con aires de verano, de Humildad y Paciencia, gracias al rostro de María Santísima de los Dolores que calmó el dolor de los afligidos, dio calma al atormentado y derramó fe por Carmona. Y es que 450 años no se cumplen todos los días.