Dos Hermanas ha vivido este domingo un día muy especial: la salida extraordinaria de su Protectora, la Virgen de Valme, con motivo del rosario vespertino que puso el broche final a la Misión Parroquial que se inició el 25 de octubre de 2015, pero que en los últimos 10 días se ha vivido de forma más intensa con la denominada Semana de Misión. Estos días han sido de oración y eucaristía, en los que además se ha vivido el traslado y posterior regreso de la imagen de Jesús del Gran Poder desde su capilla hasta la parroquia de Santa María Magdalena y viceversa.
Las 17.30 horas era el momento previsto para que la Virgen de Valme se reuniese de nuevo con sus fieles en la calle. Y así fue. Con puntualidad casi británica la Protectora de Dos Hermanas ya estaba en la plaza de la Constitución acompañada de miles de devotos que no quisieron perder la ocasión de acompañar a su Madre y de rezar junto a ella el rosario.
La Virgen fue trasladada en andas por sus fieles y estuvo acompañada en todo momento por el coro de la hermanad de Valme. Para un día tan señalado la Protectora de los nazarenos vestía el manto rojo, con castillos, leones y flores de lis bordados en oro, que data de 1920, e iba sentada en el antiguo sillón de caoba y plata de 1929, una estampa que se vio por última vez en 1954.
Durante el cortejo no se dejaban de escuchar comentarios sobre la belleza de su Madre: «¡Mira qué guapa va!», comentaba una señora mayor a su joven acompañante. Otras no podían contener las lágrimas al ver a su Protectora pasar junto a ellas.
Pero la emoción no solo partía de las personas de más edad, que muchas y pesar de sus limitaciones no dudaron en salir a la calle en silla de ruedas o con andadores para estar junto a su queridísima Virgen de Valme. También los jóvenes estaban encantados de poder acompañar a su Protectora, como Ana González y Rafael Ojeda, que no dudaban en afirmar que les hacía muchísima ilusión esta salida extraordinaria, «porque la Virgen es lo más grande». Incluso se atrevían a asegurar que había más gente que en un Domingo de Ramos, «porque Ella es muy especial, une a todos los vecinos de Dos Hermanas e incluso atrae a personas de otras localidades». De hecho, durante el rosario los devotos no paraban de saludarse unos a otros y de comentar entre ellos que cuánto tiempo llevaban sin verse. Ha sido una tarde de besos y abrazos, además de recogimiento, porque aunque los holas ¿qué tal? no dejaban de sonar, los rezos y las voces del coro de la hermandad de Valme lograban acallar los sonidos fuera de lugar.
Como si fuese uno de los días grandes de la Semana Santa nazarena, la bulla también estuvo presente en algún momento del cortejo. Alguna que otra persona pedía por favor que le dejasen paso para alejarse de la procesión y otros aprovechaban las entradas de los comercios para resguardarse.
Y es que este domingo ha sido como un preámbulo de la Semana Santa, donde no faltaron las mesitas plegables en las que se podían adquirir medallas de la Virgen de Valme, que muchos de sus hermanos llevaban colgadas en el pecho.
Tanto en la plaza de la Constitución como en las calles Canónigo, Romera, Manuel de Falla, Antonia Días y Santa María Magdalena, es decir, en el itinerario del rosario, había balcones engalanados con colgaduras granates, con la imagen de la Virgen de Valme o con cintas azules y rojas, los colores corporativos de la hermandad, tal y como esta pidió a los vecinos.
Al final del rosario, en la calle Santa María Magdalena, se sumó el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, quien presidió la misa del clausura de la Misión Parroquial.