Educar sobre el mágico pentagrama

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
22 jun 2017 / 14:20 h - Actualizado: 22 jun 2017 / 23:21 h.
"Educación"
  • Actuación del grupo el día que despedían en el pueblo a los romeros de El Rocío. / El Correo
    Actuación del grupo el día que despedían en el pueblo a los romeros de El Rocío. / El Correo
  • Los pequeños, ensayando en el cole. / El Correo
    Los pequeños, ensayando en el cole. / El Correo

Donde hoy se ubica el colegio público Palenque, en Los Palacios y Villafranca, se oyeron desde tiempo inmemorial el graznido de las garzas, el ulular de los búhos y el viento gordo de la marisma. La naturaleza en soledad se ofrecía un concierto a sí misma con la disciplina planetaria que ofrece crespúsculos tan periódicamente. Justo el solar de este cole era el límite que separó durante siglos la inmensidad salvaje por donde se expandían caprichosas las aguas del Guadalquivir de las arenas civilizadas donde se asentó el pueblo.

Muchos años después, enfrente mismo del cole, construyeron el Palenque municipal, un mercado de frutas y verduras que cantaban solas las excelencias del manchón palaciego. Quizás por todo eso no ha sido casualidad que el único colegio del pueblo que adoptó el nombre de un lugar real –los demás son nombres propios de personajes históricos– haya consolidado su proyecto educativo sobre los renglones del pentagrama que un grupo de profesores se esmera durante todo el curso en trazar sin torceduras, en la línea melódica que les ha hecho concebir un nombre para el coro del colegio, Musilenque; un instrumento distinto casi para cada docente; y el doble de tiempo que cualquier otra escuela pública dedica a clase de música, pues gracias a la concreción de su proyecto educativo no imparten 45 minutos semanales, sino hora y media.

«Se alinearon varios factores, como que a muchos de los que trabajamos aquí nos apasiona la música, pero también el clima de convivencia que ha sabido contagiar el director, José María Pérez, que es músico y psicólogo, y se nota», advierte José Manuel Pérez, el coordinador del grupo de trabajo en torno a la música que ha conseguido no solo consolidar el coro Musilenque para colorear con sus notas infantiles las fiestas del pueblo y del calendario escolar, sino incluso que el Centro del Profesorado de Lebrija (el de referencia en la comarca) lo eligiera hace unos días como grupo de trabajo ejemplar con el que cerrar el curso y sus últimas jornadas. «No les llevamos documentación, sino al coro de veinticinco niños y sus padres en un autobús», cuenta, orgulloso, Pérez.

Allí, los alumnos del CEIP Palenque interpretaron algunas de las joyas del curso, «un poco de lo que habíamos hecho el día de Santa Cecilia, el Día de la Paz, el Día de Andalucía, en Semana Santa, algo de zarzuela y el Himno de la Alegría». La actuación levantó al profesorado de la comarca. Y aún hubo una guinda, que fue la Jotilla de Aroche que popularizara en la Transición el grupo Jarcha. «Una compañera, Cristina Macías, que es de Aroche, ha llegado a rescatar incluso un baile de esta jotilla que está a punto de perderse porque se lo enseñaron unas ancianas de su pueblecito onubense», cuenta Pérez. El caso es que la profe ha enseñado a bailarla a cuatro chicas del cole, que derrocharon compás y nostalgia frente a la representación docente que se dio cita en el CEIP lebrijano.

La maestra Cristina es precisamente la última incorporación al coro, con su flauta travesera. Antes hizo lo propio el maestro José Manuel Caro, «al que siempre le gustó la guitarra eléctrica y se ha decidido», cuenta el director, que toca la guitarra y cuyo coro de campanilleros del colegio es la base de los chicos que no fallan.

El colegio tiene la suerte de que trabajen en su plantilla de 15 docentes algunos músicos profesionales integrados desde que echaron los dientes, por ejemplo, en la banda Fernando Guerrero, como José Manuel García, cuya tuba es ya un clásico en las procesiones; o Miguel Ángel Campos, sin cuyo clarinete no se entenderían tantos eventos; o el propio José Manuel Pérez, que cambia su tuba de las procesiones por el piano cuando acompaña a sus alumnos en conciertos como el que dieron hace unos días al despedir las carretas del Rocío en la puerta de la Casa de la Cultura.

En oportunidades como esa, la veintena de chicos de Musilenque saca sus flautas, sus carillones, la batería e incluso un cajón flamenco, y por un rato es el centro de todos los oídos.

Hay una base de chicos que son fijos, «sobre todo de 4º a 6º de Primaria», explica Pérez, «que son a los que se les puede sacar más posibilidades porque han pasado ya por un aprendizaje de solfeo e instrumentos». Sin embargo, en las actuaciones suelen participar de todas las edades, desde Infantil, especialmente en la gala del Día de Andalucía, donde lucen un amplio repertorio del cancionero popular andaluz. «Hemos conseguido situarnos como un colegio referente en la música en el pueblo, y combatir esa pegatina que teníamos antes por determinado sambenito de que había un sector de marginación que no era justo», explica el coordinador de Musilenque, uno de los artífices de este milagro de haber rescatado la música de la tierra para engarzarla en un pentagrama transversal a todo el currículo escolar.