El austero Buen Fin del Cristo en el madero

El silencio fue protagonista en la asociación de fieles de Alcalá del Río

11 abr 2017 / 23:16 h - Actualizado: 12 abr 2017 / 08:49 h.
"Religión","Semana Santa 2017"
  • El Cristo del Buen Fin procesionando por Alcalá del Río. / F.J.D.
    El Cristo del Buen Fin procesionando por Alcalá del Río. / F.J.D.
  • Jóvenes acólitos portan los ciriales que preceden al paso de Cristo. / F.J.D.
    Jóvenes acólitos portan los ciriales que preceden al paso de Cristo. / F.J.D.

La oscuridad y el silencio que llenaban la parroquia de Santa María de la Asunción fueron vistiendo de luto el pueblo, al compás de las diez campanadas de la torre mudéjar. En señal de respeto y duelo, el público quedaba enmudecido ante la salida de la cofradía. El Cristo del Buen Fin dejaba la vida enclavado en la cruz, y en este Martes Santo los alcalareños lloraban su muerte.

Porque Buen Fin es la paradoja, es el contrapunto, es el misticismo de la fe que en Alcalá del Río explotará en sus días grandes en oro y bordados, pero que en esta antesala de la gloria se constriñe en recogimiento, silencio y oración. Una cofradía de silencio que, aunque aún es asociación de fieles, muestra formas añejas con la más austera sobriedad.

Tras la cruz de guía, trajes oscuros componían el hábito de esta procesión, donde los penitentes todavía no lucen túnicas ni antifaces, lo que no es inconveniente para realizar su estación de penitencia. A cara descubierta, con cirios tiniebla en sus manos, los hermanos del Buen Fin daban público testimonio de fe acompañando a Cristo muerto en el infame madero. Toques de muerte en los bronces ilipenses doblaban con fúnebre tañido la muerte de Dios, del que anunciaban su salida. Calles a media luz recibieron el cortejo, al tiempo que una capilla musical ponía luctuosas a la procesión.

Los crujidos del paso marcaban en tonalidad de oscura madera los lances de los costaleros, que a modo de calladas marchas en una sinfonía de silencio acompañaban su rachear. Oscuridad de siglos que en esta villa –que fue romana– por Roma Cristo culminaba el Buen Fin de su muerte por calles a media luz. Inéditas postales se sucedían, como el plano contrapicado del Señor con la torre parroquial en el discurrir por la calle del Cura, estampa revivida con la recuperación de esta salida procesional.

Porque Buen Fin ya viene de vuelta. Sabe que su final no es la cruz, sino la aurora del domingo de la vida eterna. Y porque sabe lo que es salir a su pueblo, en esta recuperada cofradía que en los años 60 y 70 ya existió, y donde unos jóvenes con ansias de tiempos nuevos dieron un inusual formato a lo cofradiero y conocido de esta villa. En el recuerdo permanece aquella túnica azul con cinturón de esparto que desde 1965 a 1976 vistieron tantos hermanos que apostaron por esta renovación espiritual desde la sobriedad y el anonimato. Como permanecía en la memoria el silencio y el recogimiento, que volvió a mostrarse en pública profesión de fe a raíz de la restauración y consagración de la parroquia, reorganizándose sus hermanos a partir de 2005 para retomar su espacio en la Semana Santa ilipense.

La procesión fue recorriendo las calles principales del centro histórico, esas que a modo de carrera oficial son paso obligado de todas las cofradías. A ellas sumaron otras como Cristóbal Colón, Manuel Zambrano o Perpetuo Socorro, que solo disfrutan de este Crucificado y como propio lo sienten.

Devoción del pueblo que, sin distinción de colores, al encuentro de las demás hermandades destinaba también esta estación. En San Gregorio, con las puertas de par en par exhibiendo el tesoro más preciado de esta villa, soleanos y cruceros representados por sus juntas de gobierno y estandartes corporativos recibieron al Cristo del Buen Fin a las puertas de la capilla, que en un mudo abrazo se fundió así con dos de las hermandades del pueblo.

Y tras el emotivo momento, con paso medido continuó el discurrir, con una gracia inusitada a pesar del andar y del aire austero. Porque es flamenco este Cristo porque flamencas eran las manos que le dieron la luz. En una efigie doblemente repetida, Roque Balduque crucificó por dos veces a Jesús en Alcalá del Río, en esta imagen y en la de la Vera Cruz. Y tan flamenco es que no necesita artificios del costal a sones de marchas imposibles, porque su avance solo entiende el caminar de frente, como si al grito de «con este signo vencerás» no fueran necesarios más que pasos abiertos y llamadas muy cortas para portar la cruz hasta el Buen Fin de la Resurrección.

Llegada la media noche, y al reclamo de las campanas que continuaban su llamada mortuoria, el Cristo del Buen Fin hizo entrada en su templo. Miércoles, Jueves y Viernes Santo, las cofradías llenarán las calles entre música, bordados y gentíos expectantes. Pero Cristo ya ha enseñado cuál será su final, que desde el silencio y la oscuridad del Martes Santo amanecerá a la luz de la Resurrección.