El Cerro del Hierro, paraíso minero

Gracias a la minería afloró un paisaje de callejones de piedra más propios de un clima tropical. El poblado llegó a tener 3.000 vecinos, escuela, iglesia y campo de fútbol

22 oct 2017 / 09:10 h - Actualizado: 23 oct 2017 / 11:13 h.
"Patrimonio","Medio ambiente"
  • Un grupo de personas practican senderismo en el enclave El Cerro del Hierro. / J.Á.F
    Un grupo de personas practican senderismo en el enclave El Cerro del Hierro. / J.Á.F
  • Cartel que informa sobre El Cerro del Hierro. /J.Á.F.
    Cartel que informa sobre El Cerro del Hierro. /J.Á.F.
  • Vista de la zona minera de Sierra Morena. / J.Á.F.
    Vista de la zona minera de Sierra Morena. / J.Á.F.

Por más que pase el tiempo, jamás podrá contemplarse la naturaleza en todo su esplendor. Es una máxima que bien podría aplicarse al poblado de El Cerro del Hierro, pedanía perteneciente a San Nicolás del Puerto.

Son numerosas las personas que visitan este maravilloso paraje al cabo del año. Cada fin de semana centenares de viajeros se empeñan en formar parte de la magnífica simbiosis de naturaleza y vida que ofrece este paraje. Un lugar idóneo para practicar senderismo, paseos en bicicleta o incluso, para los más aventureros, espeleología.

En 2003 fue declarado monumento natural basándose en sus valores geológicos, patrimoniales y de biodiversidad. Tal vez por ello haya sido elegido este año como uno de los enclaves para formar parte de las Jornadas Europeas de Patrimonio. Una iniciativa conjunta del Consejo de Europa y la Comisión Europea que constituye uno de los eventos culturales participativos más ampliamente compartidos por los ciudadanos de Europa. En la edición de este año la organización ha querido celebrar la relación intrínseca entre las personas, la naturaleza y su patrimonio cultural bajo el lema común Patrimonio y naturaleza: Un paisaje de posibilidades. Para ello, se busca hacer hincapié en los valores patrimoniales incorporados en la naturaleza y en la medida en que el medio ambiente moldea las vidas, costumbres, tradiciones y relaciones sociales de las personas, generando culturas inseparables del medio donde se desarrollan.

Por todo ello El Cerro del Hierro ha vuelto a ser protagonista este fin de semana con una actividad organizada por la Consejería de Cultura y que ha contado con la colaboración del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. En ella, casi un centenar de personas han participado en una visita guiada por el geólogo del parque natural Alberto Gil, quien recibía a los participantes en el punto de información de El Cerro del Hierro, ubicado en la llamada Casa de los Ingleses. No podía haber mejor punto de reunión, pues entorno a la minería giró la actividad realizada en el día de ayer. Gracias a esta, explicó Gil, afloró el paisaje karstico que se puede observar en el poblado, y es que mediante la extracción del hierro apareció un paisaje de callejones de piedra más propio de un clima tropical, que del ambiente húmedo que propicia la formación de cuevas.

La riqueza de esta zona no pasó inadvertida para nadie y ya en su época, los romanos empezaron a extraer el rojizo mineral. Siglos después serían los ingleses los protagonistas al instalarse en este enclave y convertir la zona en un enclave rico y próspero. Aunque se les conocía como los ingleses, en realidad eran escoceses. Aventureros que se dieron cuenta de las posibilidades del entorno y que guardaron con celo su forma de trabajar el hierro. Aún así dotaron al cerro de todo lo necesario para vivir y trabajar en sus alrededores. Según el geólogo, el poblado llegó a contar con más de 3.000 habitantes. Se construyó una escuela, una iglesia e incluso un campo de fútbol, deporte que inventaron y exportaron los británicos. Otra de sus aportaciones fue la del ferrocarril, construyendo un trazado que enganchaba con la línea Sevilla-Mérida. De ahí se transportaba el hierro hasta la capital andaluza para posteriormente hacerlo viajar al Reino Unido.

Tras las explicaciones propias, la expedición se hizo al monte donde lo primero que contemplaron fue la vía verde. Un trazado que antes ocupaba el mencionado ferrocarril y que hoy resulta idóneo para paseos en bicicleta. Avanzando se llegó hasta el mirador, donde muchos vieron por primera vez un paisaje escarpado y lleno de historia. Gil explicó entonces que lo que hoy en día es una delicia para la vista, en otro tiempo fue una mina próspera a cielo abierto, y mucho antes un monte como otro cualquiera. En sus alrededores mostró torretas de luz y depósitos de agua que hacían posible la explotación. Junto a ellos túneles que podían comunicar una zona con otra de trabajo.

Aunque su belleza y su historia sean de una magnitud incalculable, Alberto Gil también advirtió que se trataba de una zona peligrosa. De hecho, salvo el sendero habilitado, el acceso a la zona interna de las minas se encuentra prohibido y tan solo puede entrarse al mismo mediante el pertinente permiso, y en grupos reducidos, ya que se trata de una zona que aun sufre modificaciones y un mínimo desprendimiento o un despiste podría provocar daños al visitante, además de al propio monumento.

Aparte de su riqueza paisajística, Gil explicó los valores de biodiversidad que habían permitido a la zona ser declarada como monumento natural. De esta manera, destacó la cantidad de helechos que se crían en la zona, así como el haberse convertido en hogar predilecto para especies como la cigüeña negra.