Decía Bécquer en una de sus primeras rimas, las dedicadas a la creación poética, que sabía “un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora”, y añadía que “quisiera escribirlo domando el rebelde, mezquino idioma”, y que “en vano es luchar; que no hay cifra capaz de encerrarle”... Algo así le ocurre a cualquier artista insatisfecho con el código comunicativo que suele usar porque le parezca insuficiente. Y es el caso del joven compositor y director de orquesta palaciego Juan Manuel Busto Algarín, que anoche presentó en su pueblo Cuaderno Sonoro, su primera incursión literaria, bendecida y prologada por el profesor y escritor sevillano Jacobo Cortines, en un acto que fue en sí un espectáculo, pues en el transcurso de la presentación no solo actuaron la cantaora flamenca Anabel de Vico, interpretando una Nana del poemario acompañada al piano por la profesora de la Escuela Municipal de Música, Pilar Expósito, o el también cantaor local Juanelo, interpretando otro poema del libro, “Guerrero”, sino un coro de cámara de la afamada Escolanía de Los Palacios, con el solista Raúl Parejo, últimamente muy televisivo por su paso por el programa de TVE Prodigios, e incluso cuatro bailarinas de la compañía de Manuela Nogales dando vida a un poema que Busto consideraba “en relieve”. Por si fuera poco, también estuvo en la mesa, acompañando al músico poeta, la pintora local Inma Fierro, que ha ilustrado la obra, publicada por la flamante editorial netamente palaciega Ediciones Pangea.
El último patio de la Casa de la Cultura se quedó pequeño para tanto público asistente, aunque probablemente habrá más el próximo día 30 de abril en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, donde, a las 19.00 horas, volverá a presentarse la obra de, al fin y al cabo, uno de sus talentos más precoces, pues no en vano Busto es ya un puntal fundamental del Maestranza, donde ha dirigido óperas de diversa índole y asistido a directores de la talla de Halftter. Busto ha colaborado estrechamente con los mejores directores del mundo, desde Benini hasta Rizzi, pasando por Soler, y ha dirigido igualmente las orquestas más destacadas de Europa, desde la BBC de Londres hasta la Orquesta de la RTVE, pasando por las Orquestas de la Ópera y el Ballet Nacional de Moldavia y Albania, las Orquestas Sinfónicas de Navarra, Portugal, Granada y, por supuesto, la de Sevilla. Como compositor, ha sido interpretado por formaciones como la Orquesta de la Comunidad de Madrid o la Orquesta y el Coro Joven de Andalucía, a quienes también ha dirigido él mismo. Poseedor de una envidiable versatilidad, caben citar sus trabajos en el mundo de la danza contemporánea y el flamenco, destacando la música para el espectáculo Salón de Baile, de Rafaela Carrasco, que se estrenó en la pasada Bienal de Sevilla. Y todo ello habiendo empezado tan joven, con apenas dieciocho años, a dirigir la banda municipal de música Fernando Guerrero de su pueblo y la Escolanía que había fundado el maestro Enrique Cabello y que hoy es un referente nacional.
En el acto de anoche, que cerró el alcalde palaciego, Juan Manuel Valle (IU), con palabras de admiración y cariño, el autor confesó que “había caído en la poesía por la fuerza de la gravedad de mi misma pasión por todas las artes”. “Es extraño que yo para hacer cualquier obra necesito una orquesta y para escribir un poema solo necesito un papel y un boli”, añadió. En el libro, dividido en cinco partes y donde se combinan versos y prosas, hay muchos fragmentos donde se nota que quien escribe acostumbra a usar batuta: “la noche negra como el foso apagado sin orquesta”, puede leerse en uno de los poemas, o “los gallos ordenados beben del piano”, “dos cigüeñas que ensayan a dúo de percusión con sus picos bajo el atento silencio de unas campanas ausentes”...