La libertad no sale gratis. Estos días se cumple el aniversario del asesinato de Antonio González Tagua, jornalero de Morón de la Frontera que llegó a coordinar la CNT clandestina andaluza en los años 40, y que cosió a balazos la Guardia Civil en Algeciras el 29 de mayo de 1950.
Durante 25 años, los que lo sobrevivió el dictador Francisco Franco, fue imposible siquiera recordarlo. Después, esa inercia ha alejado la memoria de las generaciones más jóvenes a este sindicalista de la aceituna
Historiadores como Miguel Guardado, coautor de Morón: Consumatum est. 1936-1953. Historia de un crimen de guerra sí se acuerda y explica cómo ya antes de que una emboscada acabara con su vida y la de tres guerrilleros de la CNT cuando trataban de huir, este moronense de 47 años parecía que ya tenía 70: la cárcel y la clandestinidad lo habían envejecido de forma prematura.
Nació, recuerda el historiador, el 7 de enero de 1903 en Morón de la Frontera, hijo de jornaleros. En 1928 se casó con Ana Sierra Núñez, con la que tuvo tres hijos. La pareja vivía en el número 24 de la calle Victoria, aunque el inmueble hoy en pie en esa dirección aparenta ser mucho más moderno. A finales de los años 20 era una casa de vecinos.
En los años de la República González Tagua negocia (1931) con la patronal las bases de la recogida de la aceituna y además preside la Asociación de Oficios Varios La Armonía, antes de que en julio el Gobierno de la joven democracia española lo encarcele dos meses –en el vapor Vizcaya, en el Guadalquivir, recuerda Guardado–. «Se hizo una redada de sindicalistas, sobre todo de la CNT, a la vez que se declaraba el estado de guerra».
En 1933 González Tagua está al frente del Ateneo Cultural, Divulgativo y Social de la CNT de Morón, un local cuya más importante función era la de enseñar a leer a los campesinos sin tierra, que acudían después de su jornada laboral.
De mayo a agosto de ese año, el de Casas Viejas, también acaba en la cárcel, por un delito contra la forma de Gobierno, explica el historiador. Pero la prueba más dura estaba a punto de llegar.
En julio de 1936 este todavía cabecilla local del anarcosindicalismo tuvo que escapar de Morón, que fue tomado por las tropas del comandante Castejón el 25 de julio, explica el portal de memoria histórica Todos los Nombres, impulsado por Cecilio Gordillo. Así que escapa a la zona republicana. Al acabar la guerra la guerra, en 1939, no logra huir, prosigue el historiador Guardado, y comienza su peregrinaje de cárcel a cárcel: Arahal, Morón y, en 1940, Sevilla.
Una condena de 12 años de prisión lo cumple en Miraflores de la Sierra (Madrid), donde trabaja como esclavo en la construcción del ferrocarril Madrid-Burgos. En 1943 sale en libertad provisional, pero los jefes locales del Movimiento Nacional en Morón no autorizan que vuelva, derrotado, a su pueblo. Recala en Málaga y mientras el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo y el de Responsabilidades Políticas abren nuevos procesos contra él.
Pasa a la clandestinidad. «Estaba realmente en Sevilla, conviviendo con una activista, Socorrito, y organiza la supervivencia clandestina de la CNT. Acaba de secretario del Comité Regional de Andalucía [el que mandaba] del sindicato», explica el coautor de Morón. Consumatum est.
En los durísimos años 40 eso significaba poco más que ofrecer ayuda a los encarcelados, llevar algunas publicaciones clandestinas y coordinar a los movimientos de resistencia y los guerrilleros.
En 1949 la presión policial le plantea la necesidad de huir de España para evitar su detención o asesinato, así que contacta con un grupo de Algeciras –Todos los Nombres documenta una expedición de 13 personas, entre ellos, guerrilleros–. La idea era partir en una embarcación hacia Tánger (entonces, territorio internacional) y de allí a la Europa civilizada. Un chivatazo da al traste con los planes.
La madrugada del 29 de mayo de 1950 dos pequeñas barcas pesqueras, amarradas Algeciras, estaban listas para recoger y transportar a este grupo de anarquistas hasta el buque de bandera inglesa que fondeado en aguas gibraltareñas, aguardaba su llegada para poner rumbo a Casablanca. La operación tenía como objetivo sacar del país a la plana mayor del Comité Regional de la CNT en Andalucía.
Un destacamento de la Guardia Civil rodea los jardines del hotel Cristina de la localidad y comienza a disparar, con el resultado de cuatro muertos. Los supervivientes irían siendo detenidos desde esa misma noche.