El lastre de ser funcionario en Montellano

El impago de hasta siete nóminas a los trabajadores municipales ha provocado que estos tengan que sobrevivir de familiares o la beneficencia al no poder pedir ayudas por tener un empleo

10 jul 2016 / 22:51 h - Actualizado: 10 jul 2016 / 22:51 h.
"Empleo público"
  • La plantilla municipal se manifestó a las puertas de la Diputación en la primera jornada de huelga convocada. / Fotos: Manuel Gómez
    La plantilla municipal se manifestó a las puertas de la Diputación en la primera jornada de huelga convocada. / Fotos: Manuel Gómez
  • Carmen Márquez, personal de ayuda a domicilio. / Manuel Gómez
    Carmen Márquez, personal de ayuda a domicilio. / Manuel Gómez
  • Juan Manuel Figueroa, Policía Local montellanero. / Manuel Gómez
    Juan Manuel Figueroa, Policía Local montellanero. / Manuel Gómez

Hasta hace muy poco, ser funcionario o, al menos, personal de una administración pública, garantizaba un puesto de trabajo y, por ende, un sueldo, para toda la vida laboral. Pero las deudas millonarias de las instituciones y, más concretamente, de los ayuntamientos, han hecho temblar los cimientos de la estabilidad de sus trabajadores municipales, aquellos que llevan sobre los hombros el peso de unos servicios públicos que, a pesar de las nóminas atrasadas o impagadas, no dejan de prestarse a los vecinos.

Quién le iba a decir a Juan Manuel Figueroa, Policía Local del Ayuntamiento de Montellano y con 33 años de servicio a sus espaldas, o a Carmen Márquez, trabajadora del servicio de ayuda a domicilio, que iban a sufrir penurias económicas tan grandes, derivadas del adeudo de al menos siete nóminas, como no poder pagar los estudios de sus hijos o tener que depender de familiares, amigos y hasta de la beneficencia.

«A mi suegro, que creo que se ha quedado hasta sin ahorros, le debo 8.000 euros y Cáritas me ha tenido que prestar por lo menos 600», relata Figueroa, que reconoce que es su hijo mayor, cocinero, el que está costeándole la carrera universitaria a su hermana menor.

Márquez, que al principio se resiste a contar su caso por miedo a represalias laborales, tiene solo un hijo de 13 años –más una hipoteca– pero, al igual que su compañero, se encuentra con el hándicap de no poder solicitar becas ni ayudas de ningún tipo para compensar la situación: «Como se supone que gano un sueldo alto, no me bonifican ni el aula matinal ni el comedor», se queja, y añade: «Jamás pensé que iba a vivir en la pobreza más absoluta», el amargo fruto de seis meses sin que entre ningún ingreso en casa, y que provoca situaciones tan dramáticas «como que mi hijo me pregunte que cuándo voy a poder comprarle ropa nueva». Precisamente por él, y porque «de perdidos al río», se decide finalmente a denunciar su situación, que ha quedado visualizada gracias a la huelga de dos días que protagonizó la plantilla los pasados 7 y 8 de julio.

Y como las de Juan Manuel y Carmen, más de medio centenar de situaciones dramáticas en un entorno laboral que pocos vaticinarían que pudiera convertirse en un lastre para quienes se mueven en él. Claro que, a pesar de la desesperación, sigue existiendo cierto recelo a quejarse abiertamente, como es el caso de tres matrimonios o parejas que trabajan juntos en el Consistorio montellanero y en cuyos domicilios se multiplica por dos el drama. «Nos hemos gastado todos los ahorros y ya hemos empezado a recurrir a pedir préstamos, porque el día a día es insufrible», lamentan, mientras comienzan a acudir a distintas administraciones como la Diputación o el Defensor del Pueblo para que les arrojen algo de luz a una situación a la que no le ven el fin. Por eso, tras el verano, y con el objetivo de lograr un plan de pagos por parte del Ayuntamiento, volverán a la carga con nuevas movilizaciones.

Y es que, tres alcaldes –de distintos signos políticos– y siete años después de los primeros impagos, los perjudicados siguen siendo quienes se enfrentan día a día a la difícil tarea de sobrevivir con un sueldo fantasma.