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El lugar donde todo es poco y pequeño

Alfonso XIII. La cotidianidad en esta pedanía de Isla Mayor, de 500 habitantes, todavía es posible cuantificarla con los dedos de una mano

14 oct 2016 / 15:27 h - Actualizado: 13 oct 2016 / 21:09 h.
"Sociedad","Más allá de ciudad"
  • Imagen de la Virgen del Carmen que preside el retablo mayor. / B. Ruiz
    Imagen de la Virgen del Carmen que preside el retablo mayor. / B. Ruiz

Asunción tendrá que recorrer unos cuantos kilómetros para leer hoy que El Correo de Andalucía ha estado en Alfonso XIII, una pedanía de Isla Mayor en la que no hay quiosco de prensa. Junto con El Madroño, este enclave es uno en los que menos población reside de toda la provincia: apenas unas 500 personas. Pero el porvenir no conoce ni de densidad por kilómetro cuadrado ni de número de habitantes y la primera calle que pertenece a esta poblado fluvial lleva ese mismo nombre: Porvenir. Lo bueno de la vida en lugares tan diminutos es que los dedos de una mano sirven como unidad de medida para casi todo: «Un bar, dos supermercados, tres visitas del médico por semana o cuatro autobuses diarios a Sevilla», así se calcula cómo es la vida en Alfonso XIII, un lugar en donde casi todo es poco y pequeño. Este trozo de tierra entre los cauces del Guadiamar y el Guadalquivir es de los pocos en los que una tarjeta de crédito no sirve absolutamente para nada: «Aquí no hay cajeros ni bancos ni se puede pagar con tarjeta. O tienes dinero o tienes que decir eso de mañana te pago», bromea Asunción, que habla orgullosa más del pasado de su pedanía que del presente, y que todavía tiene la costumbre de presentarse al desconocido por su nombre y dos apellidos: «Está todo muy deteriorado», lamenta y se queja.

Pese a episodios turbios del pasado, Alfonso XIII es un pueblo de esos en los que todavía se puede dejar abiertas las puertas de las casas y hasta de los coches si a uno le apetece. Asunción es la cronista oficiosa de la pedanía, aunque se ha dejado las gafas en casa y no puede consultar como ella quisiera toda la documentación que posee, todavía es capaz de engarzar de memoria un relato abreviado del nacimiento y desarrollo de su localidad. El arroz, un rey que visitó esas tierras, la Guerra Civil, el cangrejo rojo..., los hitos de esta historia quedan muy bien marcados a los pocos minutos de la conversación. Cuenta como los presos de la posguerra fueron los que edificaron «las casas nuevas» a cambio de redimir sus condenas.

Después de viajar por casi siete décadas en el tiempo en el que se toma el primer café de la mañana, la guía cruza la calle y visita a Gloria, propietaria de una de las tiendas de Alfonso XIII, «el otro es el de Mónica», explica con detalle Asunción. El negocio de Gloria es de esos en los que uno podría hacerse un kit de supervivencia más que decente. Desde unas lonchas de salchichón a un sujetador, pasando por una cartera de Ubrique o un tendedero. De lo poco que no se puede encontrar ni en Gloria ni en Mónica es pescado fresco, que sólo se puede adquirir en Isla Mayor o Puebla del Río. Lo mismo sucede con un antiinflamatorio o un ibuprofeno, en Alfonso XIII no hay farmacia. Explica, luego, el por qué a la plaza donde tiene su casa le llaman la de «los extremos»; «es que primero se llamó la del Caudillo y luego cambió a plaza Diamantino García». El párroco sindicalista o el expresidente socialista Felipe González tienen su calle en la pedanía, «aquí nos conocemos todos y hasta sabemos quiénes votan a uno u otro partido», asegura Asunción.

También usando los números, la alfonseña describe el lento declinar de su pedanía. Llegó a haber tres bares, dos tiendas de ropa o talleres de coches, motos y bicicletas. Nada de eso queda ya. Aunque las tempranas horas del día y lo desapacible del tiempo no invita a que haya niños en la calle, todavía queda gente joven en la pedanía. El colegio Nuestra Señora del Carmen tiene escolarizados este año a unos 30 o 40 niños, aunque sólo se oferta desde Infantil hasta segundo de Primaria, a partir de ahí hay que restarle tiempo a la cama para llegar a tiempo al autobús e ir a escuelas de Isla Mayor.

El bar de Dani hace las veces también de centro cultural y allí se reúnen los primeros vecinos que han retado al viento y la lluvia. «Aquí lo peor es la humedad. Se cae todo, coges la ropa del armario y sale mojada», asegura.

El orgullo de Asunción por el lugar en el que reside no esconde las dificultades que tiene vivir en un lugar como Alfonso XIII. «Cuando mi marido se jubile nuestra idea es irnos a vivir a Coria. Aquí todos los días son iguales y siempre ves campo, campo y más campo. Cuando me preguntan que quiero hacer siempre digo lo mismo: irme a la calle Sierpes a ver gente», dice.

Las comunicaciones son otros de los problemas que sufre la pedanía: «Llegar a Sevilla es una odisea. Se tarda cerca de hora y media porque a partir de Puebla el autobús se detiene en todas las paradas. O tienes coche o es imposible».