El minero que copió a Setefilla

La imagen conocida como la Virgen del Pilongo es obra del autodidacta Antonio García López y guarda una entrañable historia, que Manuel Gamero Nieto ha recogido en un libro

16 jul 2018 / 22:09 h - Actualizado: 16 jul 2018 / 22:11 h.
"Arte","Artes plásticas"
  • El artista local Antonio García López, conocido como Pilongo, tallando una imagen. / Fotografías cedidas por Manuel Gamero Nieto
    El artista local Antonio García López, conocido como Pilongo, tallando una imagen. / Fotografías cedidas por Manuel Gamero Nieto
  • El traslado se convirtió en una improvisada romería.
    El traslado se convirtió en una improvisada romería.
  • Réplica de la Virgen de Setefilla de Pilongo.
    Réplica de la Virgen de Setefilla de Pilongo.

A medio camino entre Villanueva del Río y Minas y Lora del Río, Pilongo decidió bajar de la bicicleta y sentarse a la sombra de un nogal a descansar. Era 8 de septiembre de 1960 y se dirigía a la romería de la Virgen de Setefilla, y así se lo relató a las dos hijas del agricultor propietario de aquella huerta, ambas discapacitadas físicas. Al ver en el rostro de las niñas la tristeza por no poder conocer a la imagen más que por estampas por su discapacidad, Pilongo decidió que la Virgen iría a verlas a la huerta. Comienza así la historia de la Virgen de Pilongo, un relato que Manuel Gamero Nieto ha recogido en un libro que ya va por su tercera edición.

Se trata «de una historia desconocida para los loreños», explica. «Hace 32 años conocí esta imagen casualmente en una vivienda de Lora y me quedé maravillado». Si bien, en aquel momento no pudo conocer su historia, «30 años después volví a encontrarla en otra vivienda distinta, y fue ahí donde ya me la apuntaron». Tras un año de investigación y recopilación de testimonios y documentos, el libro fue presentado –como no podía ser de otra manera– en la Casa de la Virgen de Lora del Río, y posteriormente en la patria chica del artista.

El escritor relata que con aquella idea, Pilongo comenzó a modelar en barro una réplica de la Virgen. Su nombre era Antonio García López. Minero de profesión, fue también escultor y pintor autodidacta, con unas dotes innatas para el arte y la creación. Volcado en la tarea, apenas un año después concluyó la imagen. De «extraordinaria similitud», la Virgen fue exornada con ráfagas y corona realizadas en latón por un amigo del artista. Solo restaba ser depositada en su destino.

El autor del libro no ha podido concretar la fecha, aunque sí que fue un domingo de abril de 1961 cuando partió en procesión hasta Lora del Río. Portada en un templete similar al que usan en Lora, tirada por una moto, fueron muchos los vecinos que, en bici o motocicletas, acompañaron a la imagen. Se convirtió el traslado en una improvisada romería incluso con un simpecado, a la que también se unieron vecinos de Alcolea del Río. Llegada a Lora, la imagen fue bendecida en la plaza de Setefilla y por el cura local. Desde allí fue llevada a la huerta del nogal donde vivían las dos niñas, que con asombro y gratitud la recibieron. Con el paso del tiempo se mudarían a Lora, llevándola con ellas. Actualmente la conservan sus descendientes.

Nacido en Tocina en 1903, Pilongo se sentía hijo de Villanueva del Río y Minas, donde vivió desde pequeño hasta el fin de sus días. Vivió una vida «apasionante a la vez que triste». Recordado como artista, quien lo conoció lo rememora «por ser muy buena persona, muy educado y muy generoso». Y como muestra, la historia de la Virgen que relató a las dos niñas discapacitadas.

Sus capacidades artísticas no pasaron desapercibidas, por lo que los ingenieros procuraban darle trabajos más creativos, como la decoración de los edificios de nueva construcción en el pueblo. Uno de ellos, Juan Gómez Torga, le consiguió una beca en Madrid para formarse en Bellas Artes. Tras la muerte de su mentor tuvo que volver al trabajo en la mina, pero nunca dejó de crear.

De sus manos salieron la talla de Santa Bárbara –creando también la hermandad, la romería y la carreta– y una Virgen Milagrosa. Muchas obras se perdieron en la Guerra Civil, como el crucificado de la capilla del cementerio. Tras su jubilación vivía «soltero y como un ermitaño» en la casa familiar de la venta de las cañas, donde seguía creando obras de arte. No tenía luz eléctrica, por lo que se alumbraba con velas. Esta fue la causa del incendio que arrasó la vivienda y destruyó las obras que conservaba, como una segunda réplica de la Virgen de Setefilla que tenía junto a su cama.

El libro tiene dos partes, la dedicada a la historia de la réplica de la patrona loreña y la biográfica sobre el artista. El trabajo de Gamero Nieto ha tenido «una aceptación magnífica». Loreño y aficionado a la historia, este es su undécimo libro. Prácticamente todas sus publicaciones versan sobre historia local, aunque tiene también un libro sobre magia. «Durante un tiempo fui mago y publiqué un libro explicando todos los juegos que inventé».

Con la publicación de La Virgen de Pilongo, el escritor espera que se valore al artista. «Merece pasar a la historia no solo por buen escultor, que lo era, sino por ser la persona tan bondadosa que fue». Y que no se olvide a aquel hombre de «gran corazón» que no dudó en copiar a la Virgen para que fuera a visitar a unas niñas con discapacidad a su casa.