Utrera se ha marcado el objetivo de convertirse en uno de los atractivos turísticos de la provincia y, así, recuperar para del terreno perdido en los últimos años. Para ello pretende potenciar su patrimonio monumental, sus joyas artísticas y el patrimonio inmaterial. En este sentido a su larga lista de atractivos, entre los que están el santuario de la Virgen de Consolación, sus templos, el castillo que –está en proceso de recuperación–, el toro bravo, el flamenco, El Potaje Gitano, la Semana Santa, los campaneros, el Museo de los hermanos Álvarez Quintero y el municipal –que está una fase muy inicial–, ahora pretende unir un elemento esencial de su historia y por el que es conocida Utrera dentro y fuera de nuestra fronteras como La Ciudad del Mostachón.
Decir Mostachón en Utrera es decir Diego Vázquez, el continuador de una saga familiar de cuatro generaciones que inició en 1880 José Romero, bisabuelo del actual propietario, cuando decidió dar el salto de la panadería de las monjas Clarisas para montar negocio propio. Desde esa fecha hasta ahora, este típico dulce utrerano basado en una simple receta de origen árabe compuesta por azúcar integral de caña, huevo, canela, harina y miel, no ha hecho más que dar fama a la ciudad y proyectarse en el mercado nacional a través de la red de distribución de la empresa El Corte Inglés.
La exquisitez de este dulce la han probado personas de todas las clases sociales desde los más humildes hasta los más afamados artistas, políticos, deportistas, toreros y personajes. En esa lista figuran ilustres como el Rey Felipe VI, Adolfo Suárez, Felipe González, Mariano Rajoy, Alfonso Guerra, José María Pemán, Antonio Gala, Manuel del Valle o Juan Ignacio Zoido y algún presidente andaluz, por citar algunos.
Ahora, con la tranquilidad de que la saga seguirá adelante con una quinta generación con «los dos diegos», sus hijos Diego José Vázquez y José Diego Vázquez, el titular de esta tradición dulcera sueña con la creación de un Museo del Mostachón que dé un nuevo impulso a este dulce del que cada día se producen unas 12.000 unidades.
El sueño de Diego Vázquez está perfectamente proyectado y diseñado. Consiste en un museo que incluye la exposición de la batidora artesanal que fabricó de forma casera en el siglo XIX el iniciador de la saga y que funciona a la perfección, el carrito con el que se vendían los mostachones por las calles de Utrera en la última década del siglo XIX, maquinaria antigua, fotografías y documentos históricos. También está previsto que se realicen proyecciones, demostraciones y degustaciones para grupos de turistas. De lo que se trata, según explicó Diego Vázquez, es de darle a la ciudad un nuevo aliciente y atractivo para atraer ese turismo que viene a Sevilla cada año y que puede encontrar en Utrera un punto de referencia obligado.
El proyecto para el futuro Museo del Mostachón necesita, según Diego Vázquez, «apoyo moral, institucional y económico de los utreranos y de las administraciones públicas», ya que, según expresó, «será un complemento más a la oferta turística de la ciudad, un elemento que añadir al gran atractivo de Utrera que conocemos los utreranos pero que fuera de la Campiña y de la provincia no se conoce con la intensidad que se merece». El promotor recalca, además, se crearán puestos de trabajo directos e indirectos y relanzará el comercio tradicional de las dulcerías y pastelerías.
En unos meses el proyecto podría ver la luz, pero Diego Vázquez no quiere andar con prisas, sabedor mejor que nadie por su experiencia familiar y empresarial que si la receta es sólida y buena desde el principio, perdura en el tiempo, como ha sucedido con el Mostachón.
Con el proyecto ya definido en su totalidad y la ubicación casi decidida –se barrunta la Plaza del Altozano como uno de los posibles emplazamientos– ya falta menos para el Museo del Mostachón de Utrera abra sus puertas.