El resurgir tras la catástrofe

El Guadiamar lucha por volver a ser lo que fue 18 años después del vertido

17 nov 2016 / 17:11 h - Actualizado: 19 nov 2016 / 07:13 h.
"Investigación","Catástrofes naturales","Paraísos naturales"
  • Peces muertos en el Guadiamar tras el vertido tóxico de la mina de Aznalcóllar en 1998. / Emilio Morenatti
    Peces muertos en el Guadiamar tras el vertido tóxico de la mina de Aznalcóllar en 1998. / Emilio Morenatti
  • El Corredor Verde ya restaurado y operarios trabajando en su recuperación. / José Manuel Vidal (Efe) y Pepo Herrera
    El Corredor Verde ya restaurado y operarios trabajando en su recuperación. / José Manuel Vidal (Efe) y Pepo Herrera
  • El resurgir tras la catástrofe

Catástrofe internacional de primer grado, el peor desastre medioambiental de Andalucía y, tras el Prestige, el peor a nivel nacional... Son algunos de los impopulares calificativos que se ganó el vertido de millones de residuos de lodos tóxicos de la mina de Aznalcóllar tras la rotura de la balsa en 1998, llegando a contaminar nada menos que 4.634 hectáreas del cauce del río Guadiamar.

Y 18 años después de aquella hecatombe natural, la zona, reconvertida en un Corredor Verde tras la inversión de más de 200 millones de euros por parte de la Junta y el Gobierno central, ha resurgido de sus cenizas gracias a una restauración sin precedentes que bien le ha valido convertirse en un caso de referencia a nivel de mundial para la recuperación de suelos contaminados, forestación de especies autóctonas y seguimiento de la contaminación en plantas y animales. De hecho, estampas que en aquel momento podían haber parecido impensables, como ver cada día gente paseando, ciclistas pedaleando o caballos pastando es la tónica habitual. Claro que, a pesar de la evolución favorable de este paraje, tamaño suceso sigue obligando a tomar una serie de precauciones, como marcar a los equinos que aquí comen con un aro para que nunca sean destinados a consumo humano, «sobre todo cuando el pasto está corto y el caballo, al comer, ingiere algo de tierra en la que aún quedan restos de metal».

Porque tal y como explica la científica titular del CSIC en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS) Paula Madejón «el Guadiamar es un enfermo crónico que necesita de sus revisiones», como las que su grupo de investigación, ya sin financiación de la Junta e «intentando captar fondos de planes nacionales o europeos como el Recare», realiza en lo que Madejón considera un auténtico «laboratorio en el campo».

De sus estudios continuos del Corredor Verde –«sin dinero del Gobierno andaluz», insiste– pueden extraerse conclusiones positivas como que «la vegetación está creciendo, la llanura inundable está estable cuestión de niveles contaminantes y que la evolución, en general, es favorable», apunta esta científica que, no obstante, se remite al artículo publicado por Soil Plant –así se llama el grupo de investigadores al que pertenece– en una revista, no exento de «controversia», en el que se señalaba que aún existían ciertas partes del caudal, sobre todo en la zona norte o alta del Guadiamar, en las que se observaban aún restos de lodo.

«Se trata de sitios de difícil acceso con las máquinas de limpieza que se usaron en su momento», en los que los científicos del CSIC recomiendan actuar mediante la aplicación de nuevas medidas de limpieza y corrección del pH, así como un aumento de la cobertura vegetal.

No obstante, Madejón aclara que con el mencionado artículo no pretendían «alarmar, porque la parte que está limpia está bien y, es más, está preciosa y llena de vida». En este sentido, destaca otros estudios «únicos» que tienen en marcha en la zona, como el que vigila el estado de siete especies forestales que allí se plantaron tras la catástrofe.

Y es que, aunque aún quedan algunos flecos pendientes para rematar una faena que comenzó hace casi dos décadas, este espacio natural sevillano está bastante cerca de ser lo que fue o, incluso, de superarlo.