En Guillena, el final es el principio. Los guilleneros esperan con ansia el Domingo de Resurrección. Junto con el 8 de septiembre –festividad de la Virgen de la Granada, su patrona– es el día grande. Conmemora la localidad la resurrección del Señor con la procesión del Niño Perdido y la Virgen de la Candelaria. Más especial aún si cabe en este año en que la hermandad ha recibido la medalla de oro de la Villa.
Como día grande y festivo, los guilleneros se echaron ayer a la calle desde temprano. Repiques de campanas y cohetes anunciaban que el Señor había resucitado. Y en reparación de aquél dolor que sufrió la Virgen cuando perdió a su Hijo en el templo, en este glorioso domingo se reencontró al fin con ese Niño Perdido que tras la muerte de cruz nace a la vida eterna.
Y hecho niños como el Señor, y con la inocencia e ilusión propias de la niñez, estrena hoy el pueblo –literalmente– sus mejores galas para celebrar la victoria de Dios.
A las 10 de la mañana, acompañado por la banda de cornetas y tambores de la Redención, la entrañable imagen del Niño Perdido salió del templo, para esconderse en la esquina del ayuntamiento, apenas unos metros más allá de la parroquia. Minutos después, ataviada de blanco y con los sones de la banda Villa de Guillena, la Virgen de la Candelaria salió en su búsqueda. Y en esa esquina de la plaza de España volvieron a reencontrarse la Madre con el Hijo, que volvió a Ella hecho niño resucitado.
El feliz momento del encuentro, entre campanas, pétalos y aplausos, puso en marcha la procesión. En un cortejo integrado por niños y jóvenes, representaciones de hermandades y arropado por todo el pueblo, desfiló con alegres marchas por distintas calles de la localidad. En muchas de ellas los vecinos celebraban, comiendo y bebiendo entre amigos y con largas y rebosantes mesas, la euforia de este día grande. Y desde muchos balcones se sucedía una de las tradiciones más pintorescas. Al paso del Niño Perdido se le arrojan caramelos, a modo de ofrenda en su niñez resucitada, y que los pequeños aprovechaban para recoger.
A la llegada a la parroquia, antes de la entrada, tuvo lugar el esperado acto de imposición de la medalla de oro de la Villa. El pleno municipal aprobó de forma unánime la concesión de esta distinción. El alcalde, Lorenzo Medina, junto Juan Manuel Vela, hermano mayor, los encargados de prender en el pecho de la Virgen la condecoración.
Los guilleneros copaban el entorno como testigos del acontecimiento. La corporación municipal, las hermandades de la Virgen de la Granada, del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de los Dolores y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza –con sus estandartes– así como el párroco y otras autoridades fueron también partícipes de la imposición de la medalla. Nuevamente repiques de campanas y cohetes, entre aplausos y vivas y la interpretación del himno de la corporación, pusieron el calor humano al sencillo y emotivo acto. Un signo de honra a la «devoción mariana más antigua del pueblo» y con un «innegable valor devocional, patrimonial, cultural y tradicional», según refirió en el acto Ana Montero, concejal de cultura. El sentir «en rosa y blanco» –colores corporativos– que «ha sabido conservar nuestras tradiciones, y que el pueblo de Guillena le devuelve en este reconocimiento», refirió el alcalde. Un broche jubiloso y de oro –como la medalla– a la Semana Santa.