«El sistema limita a Darío»

Una familia de Mairena del Aljarafe lucha para que su hijo autista de cinco años se integre en un aula ordinaria de su colegio, el CEIP Miguel Hernández

19 nov 2017 / 06:19 h - Actualizado: 20 nov 2017 / 09:00 h.
"Solidaridad"
  • Los padres del pequeño Darío reclaman su integración en un aula ordinaria de su centro escolar. / El Correo
    Los padres del pequeño Darío reclaman su integración en un aula ordinaria de su centro escolar. / El Correo

Darío ha enseñado a sus padres a hablar con los ojos. Darío es un niño de cinco años de iris color azul larimar. El larimar es una piedra preciosa que sólo se encuentra en un lugar del mundo, en la República Dominicana. Pues bien, hay en Mairena del Aljarafe un pequeño que rumia la vida a través de un filtro tan fuera de lo común. Darío tiene autismo. Su manera de comunicarse e interactuar con todo lo que le rodea es también particular «su capacidad cognitiva es la misma que la del resto de los niños, solo que su forma de aprender y concentrarse es distinta». Darío es capaz de expresar cientos de cosas distintas solo con la manera con la que mira, ve y observa, y eso ya se lo ha transmitido a sus padres

Lidia y Mario narran las peripecias escolares de Darío con la misma expresividad ocular que demuestra su hijo. Y sus ojos se entornan cuando dan al periodista el titular de su historia: «A Darío no se le están dando oportunidades, se le limita en un sistema que tiende a la segregación». El pequeño asiste a un aula específica del colegio público Miguel Hernández donde comparte clase con otros cuatro compañeros después de que así lo valorara el Equipo de Orientación Educativa (EOE). Sus padres sospechan que detrás de las evaluaciones hay «una mezcla de intereses políticos y presiones de las administraciones que tienen el objetivo de determinar las valoraciones según los recursos de los que se dispone y no de la verdadera situación del menor». Cuentan que el colegio de Darío solo dispone de una maestra de Audición y Lenguaje, que además está compartida con otra escuela. El resultado es que Darío no recibe todas las sesiones que necesitaría, pero Lidia y Mario apuntan que en el dictamen de cada niño no suele especificarse las horas de sesión para evitar que los padres puedan protestar con papeles por delante.

La primera valoración de Darío se hace en una hora y no hay alternativa, aunque la opción más lógica sería la de facilitar su ingreso en un aula ordinaria la mayor parte de la semana con personal de apoyo. Darío, por tanto, es incluido en esa aula específica del Miguel Hernández pese a que los manuales sobre la escolarización de estos niños señalan que la prioridad es intentar la modalidad inclusiva, «escolarizar a un niño de tres años como tenía Darío en un aula específica es raro», explican sus padres. En este punto de la historia hay que señalar la encuesta elaborada por la federación de AMPA públicas sevillanas, Fampa Nueva Escuela, que apunta a que el 45 por ciento de los centros de Infantil y Primaria no cuenta con profesionales encargados de atender a alumnos con necesidades educativas especiales que se encuentran integrados en clase con otros compañeros que no requieren dichos servicios. Los maestros de apoyo fueron perjudicados por los recortes en la enseñanza pública durante los años más duros de la crisis económica y ello supone que en los últimos años se haya frenado la convivencia e inclusión educativa, tal y como le ocurre a Darío. En las aulas específicas no hay límite de edad hasta los 14 años, y ese aspecto complica, en ocasiones, la convivencia entre los menores que comparten espacio en esas clases.

El pequeño ya ha tenido nuevas valoraciones por parte del EOE, cuyo dictamen ha vuelto a ser el mismo: aula específica, «determinan su valoración según haya o no haya recursos. Nos justifican que no pase a la clase ordinaria porque no nos dan garantía de que vaya a tener medios y personal necesario», se quejan. También ponen en duda parte del informe: «Recogía que tenía un grave retraso psicomotor, cuando entonces Darío sabía nadar». Durante la charla con sus padres, el niño corre, salta, trata de escalar por los pupitres, nada que presuma un déficit psicomotriz. El problema es que lo que pone el dictamen va a misa y los profesionales no tienen obligación de demostrar que es cierto nada de lo que argumentan.

¿Qué supone para Darío la falta de inclusión? El principal hándicap es que está incluido en un itinerario curricular distinto que conlleva que no se le vaya a reconocer, por ejemplo, el graduado escolar. Sus padres aseguran que en algunas materias está a un nivel más avanzado que los alumnos del aula ordinaria, pero eso no le va a servir nada porque no se le va a reconocer. «Mi hijo tiene negada una educación como el resto de los niños, quiero que vaya al colegio y no que le tengan apartado», solicita Lidia. Toda esta historia también tiene espacio para destacar el trabajo de sus maestras y monitora: «Sólo gracias a su cariño y dedicación, aún con las adversidades, Darío progresa adecuadamente».