In fraganti

El violento caso del crimen de Gerena

Ocurrió el pasado 6 de noviembre. Apareció el cadáver de Gonzalo H. rodeado de un gran charco de sangre en el salón de su casa, en lo que fue un suceso que conmocionó a todo el pueblo

Juan-Carlos Arias jcdetective /
09 ene 2019 / 11:07 h - Actualizado: 09 ene 2019 / 11:22 h.
"In fraganti"
  • Gonzalo H. (dcha.) y Jonathan G. V. M. / El Correo
    Gonzalo H. (dcha.) y Jonathan G. V. M. / El Correo

En el número 25 de la calle Manolito Gil, de Gerena (Sevilla) y durante la mañana del pasado martes 6 de noviembre, apareció el cadáver de Gonzalo H., de 62 años. Estaba rodeado de un gran charco de sangre en el salón de su casa, cuyo acceso no había sido forzado. Los ladridos de sus perros y que nadie abriera la puerta alertaron al vecindario de un hombre querido en un pueblo donde nunca pasa nada extraordinario.

Gerena, al noroeste de Sevilla capital, es un lugar apacible donde sus moradores quedaron conmocionados por la trágica muerte de un popular comentarista radio-televisivo local y tenaz promotor cultural.

Aunque la Policía Local fue la que halló el cadáver, fue la Guardia Civil quien -desde el primer momento- se empleó a fondo para aclarar una muerte violenta causada por un objeto metálico que impactó traumáticamente en la base craneal del infortunado Gonzalo.

La parroquia de la Purísima Concepción fue escenario, días después, de un multitudinario último adiós al quizá más popular de los gerenenses. El pésame a la hermana y sobrinas de Gonzalo fue la oportunidad para honrar el esfuerzo generoso y solidario de un vecino que nunca pasó desapercibido.

En el templo, como sucede en otros casos criminales, se infiltraron agentes de la Benemérita que ya llevaban días averiguando quién y por qué se mató a Gonzalo. La autopsia del cadáver evidenció que había fallecido doce horas de antes de ser hallado y otras claves que integraron el secreto sumarial. El mismo atesora muchas horas de profesionalidad policial y veteranía del instructor al que es difícil escurrir responsabilidades penales.

Especulaciones y Pistas

Un pueblo tranquilo de gentes de bien no podía dejar de comentar la pérdida de uno de sus apreciados vecinos. Los rumores sobre la vida privada de Gonzalo, sus hábitos y amistades focalizaron las pesquisas policiales puesto que era soltero y vivía discretamente con sus perros. Su carácter afable no denotaba algo vergonzante o temer algún peligro, que tuviera enemigos o se implicara en algún asunto turbio.

Las redes sociales y noticias periodísticas fueron un cúmulo de interrogantes, pistas y datos que no siempre fueron fieles a la verdad. Las relaciones con hombres de Gonzalo tenían mucho que decir sobre la autoría del crimen. Un rumano de 47 años con el que se le vió acompañado y desapareció del pueblo poco antes de aparecer el cadáver fue el primer sospechoso. Sobre el mismo se sustentaron las sospechas iniciales.

Agentes de Criminalística del Instituto Armado recogieron evidencias durante casi un día de la casa del fallecido el día en que apareció su cuerpo. Otros testimonios no aclararon demasiado. El sumario avanzó lentamente hasta iluminar un caso que se estableció tenía únicamente una mano criminal y motivos pasionales. La fantasía popular, los rumores y otros comentarios no cabían en una investigación que ya dirigió hacia distintos derroteros y que jamás descartó otras hipótesis creíbles.

Facebook fue clave

La silente labor de guardias civiles expertos en redes e internet encontró paradojas, hipérboles y falsedades que denotaban la sobreactuación de una antigua pareja de Gonzalo. La lupa del tricornio cibernético se fijó en esta persona. El cambio de su foto del perfil, comentarios ajenos a la realidad y la geolocalización de su móvil antes y después del fallecimiento de Gonzalo fueron sustantivas. Sus ‘post’ sobre la muerte de Gonzalo se llamaron y mucho la atención de los investigadores policiales. Mezclaban pistas, supuestos sentimientos, planes de futuro y una pena personal sobre la que merodeaba la sobre actuación.

Jonathan G. V. M. es un argentino de 34 años, divorciado, padre de una menor que residía en Sevilla capital cuando fue investigado por la Benemérita. Su dramatismo en las redes, un ego de paroxismo y referir intimidades para ‘despistar’ consiguieron lo contrario al propósito de Jonathan. Tal modus operandi le delató como sospechoso.

Quien fuera pareja de Gonzalo fue detenido el 22 de Noviembre por las graves sospechas y pruebas que había en su contra. Efectivos de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Benemérita intentaron interrogar a Jonathan. Se creyó impune y ajeno de unos hechos en los que, sin embargo, la Guardia Civil lo sitúa en el marco de un ‘caso resuelto’. Negarse a declarar ante el Magistrado que instruye el sumario dio con sus huesos en la cárcel, donde está internado sin fianza. Los cargos que pesan sobre su silencio son graves ya que el dossier inculpatorio deja pocas dudas.

Una relación discreta

La privacidad de Gonzalo no era muy conocida. Su vida afectiva le condujo a conocer hombres con los que intimó más o menos tiempo. La discreción fue una pauta de la no estuvo cerca Jonathan. Horas antes y después del fallecimiento de Gonzalo compartió en redes fotos, comentarios y demás datos que sólo intentaban ‘confundir’ a los investigadores policiales.

Gonzalo fue el artífice de que Jonathan viniera a España desde su Argentina natal. Al parecer, la relación comenzó en las redes y se consolidó con el contacto personal. La generosidad de Gonzalo no fue negada ni por el mismo Jonathan, pero para los avezados ojos policiales no pasaron de largo la teatralidad con la que pretendió engañarlos el argentino.

Internet, una vez más, se ha erigido como banco de datos para aclarar un delito donde lo escrito y publicado deja huella indeleble. La reacción de Jonathan tras la muerte de Gonzalo le ha señalado hasta caer preso.

¿Silencio culpable?

La detención de Jonathan no debilitó sus recursos dramáticos. Como decíamos, aconsejado quizá por su defensa legal optó por no declarar ante el instructor sumarial, Eugenio Pradilla, Magistrado del Juzgado nº 7 de Sevilla ante las graves acusaciones que pesaban en su contra.

El caso de la muerte de Gonzalo trae a colación que no declarar ante policía o en juzgados ante una acusación no contribuye a positivar la situación del encartado. Asumiendo aquello de que la ‘policía no es tonta’ cuando llama o interroga a alguien sobre un hecho delictivo en los efectivos de la Guardia Civil que participaron en aclarar este caso la tenacidad y constancia fueron claves.

Fuentes jurídicas sitúan esta conducta de no declarar, como el mentir para distraer la investigación o no auto-inculparse como recurso de la defensa para ganar tiempo, completar el sumario y entonces defenderse o no agravar las acusaciones. La táctica de Jonathan la desconocemos en su fondo, pero claro queda que deberá tener sólidos argumentos para despejar de un presente y futuro inmediato en libertad.

La única verdad del caso es que Gonzalo ha dejado un hueco difícil de cubrir en el cotidiano de Gerena, un pueblo que aún se pregunta por qué le mataron. La Justicia tiene la última palabra. La verdad, mientras, aguarda paciente o acaso la conozcamos sólo una parte a la espera de sentencia.