En libertad cuatro franceses tras un intento de secuestro en Los Palacios

Presuntamente quisieron raptar a una camarera que les reprochó no haber abonado una ronda

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
31 mar 2018 / 18:19 h - Actualizado: 01 abr 2018 / 09:53 h.
"Policía Local"
  • Moratones que le provocaron a la joven. / Á.R.
    Moratones que le provocaron a la joven. / Á.R.

«Veía que me llevaban contra mi voluntad y no había nadie». Lo cuenta Rocío, la camarera de la cafetería más céntrica y moderna de Los Palacios y Villafranca, Miratta, a la que cuatro franceses, dos chicos y dos chicas –todos treintañeros– rodearon en la calle Blas Infante poco después de la una de la madrugada del pasado viernes, justo en el momento en que el Cristo de la Vera Cruz entraba en su capilla del Furraque y después de que ella les recriminase no haber pagado la última ronda. «Me agarraron por los brazos y empezaron a darme empujones y patadas, y me arrastraron por la cola», cuenta ahora esta palaciega de 21 años que fue atendida una hora después en el centro de salud del pueblo con un ataque de ansiedad.

Ayer mostraba sus brazos repletos de moratones, aunque «he preferido seguir trabajando con normalidad». Ni ella ni los agentes de la Policía Local que la salvaron de ser secuestrada dan crédito a que la jueza de guardia del Juzgado de Instrucción número 1 de Utrera haya puesto en libertad con cargos a los cuatro individuos «por un delito leve de lesiones y otro de atentado a agentes de la autoridad». Pero así es. Los cuatro están ahora mismo en libertad, después de haber pasado la noche en el calabozo palaciego, donde «hicieron muchos destrozos dando patadas y rompiéndolo todo» y más de un día en el calabozo utrerano.

Destrozos realizados por los detenidos en los calabozos de la Policía Local de Los Palacios./ Á.R.

Pagaron algunas rondas y dejaron a deber la última. Los cuatro habían estado en la terraza del Miratta y pidieron la cuenta. «Pero al llevársela, vi que no estaban», cuenta Rocío. Entonces se asomó a la calle peatonal y los vio caminado tranquilamente. Ella se acercó a recordarles que no habían pagado y ellos la rodearon violentamente. «Una de las chicas era la única que me había hablado en español, pero ya entonces parecía insultarme en francés, como los demás», recuerda la camarera, que gritó desesperada a lo largo de la calle más céntrica del pueblo sin que apareciera nadie. En aquel instante, la Virgen de Los Remedios se acercaba también a su capilla y los efectivos policiales, como medio pueblo, estaban también allí.

Empujones

Con empujones y tirones de pelo la arrastraron a lo largo de la calle Huertas y hasta la calle Rabadanes, más oscuras. «Apenas lo he hablado hasta ahora, pero estoy segura de que intentaban secuestrarme», sostiene Rocío. «Porque si alguien se va sin pagar de un bar, huye y punto», corrobora el dueño del Miratta, José Antonio Caballero, al que telefonearon minutos después de la pesadilla, cuando la camarera acabó desmayada en otro bar, el Central de la plaza de España, adonde llegó huyendo de una de las francesas que la siguió persiguiendo incluso después de que llegaran cuatro agentes de la Policía Local avisados telefónicamente por la única persona que llegó a ver Rocío en casi un kilómetro. «Era un muchacho, casi un niño, y le grité que llamara a la Policía, que aquella gente me quería llevar».

La Policía Local no tardó ni cinco minutos en aparecer. Uno de los franceses había ido por una furgoneta (también disponían de un camión). Los tres restantes fueron interrogados allí mismo sobre sus intenciones, pero apenas contestaron, en francés. Y se enfrentaron a los agentes, violentamente. Se negaron a identificarse. «Me dijeron que me fuera corriendo, yo quería volver a mi cafetería porque mis compañeros me estarían buscando», cuenta Rocío. Pero entonces la persiguió una de las francesas. «Quería cogerme». Uno de los policías logró evitarlo, no sin recibir patadas y puñetazos de la delincuente. «Está claro que era gente profesional», ha asegurado la agente a este periódico, «y no sabemos qué intenciones llevaban». «En el patrullero», cuenta otro de los agentes que intervino, «no paraban de dar patadas y nos escupían». Cuando llegaron a la jefatura, les intervinieron los móviles y consiguieron sonsacarles dónde estaba el cuarto. Lo localizaron solo minutos después en un aparcamiento público, donde tenían una furgoneta blanca y un camión que han permanecido allí estacionados hasta que la jueza ha decidido la puesta en libertad con cargos de los cuatro.

«Estoy muy asustada, porque una ve estas cosas en la tele y no se las cree hasta que las sufre en carne propia», decía ayer Rocío. «En Los Palacios hay un índice de criminalidad que tiene a la gente asustada, y es normal», sostienen algunos de los agentes que han protagonizado el suceso y que el Viernes Santo fueron homenajeados por la hermandad servita justo al recoger a su Virgen de los Dolores un poco antes de lo previsto por miedo a la lluvia.