En lucha frente al polvo mortal

Seis trabajadores de El Viso afectados de silicosis denuncian su indefensión ante la negación de reconocerles la incapacidad. Cuatro de ellos volverán el día 28 al puesto que les ha hecho enfermar

17 may 2017 / 15:52 h - Actualizado: 17 may 2017 / 22:46 h.
"Accidentes laborales"
  • Cinco de los afectados por la silicosis en El Viso del Alcor charlan sobre su situación. / L.T.
    Cinco de los afectados por la silicosis en El Viso del Alcor charlan sobre su situación. / L.T.

Después de que su trabajo, el que han desempeñado durante más de una década, haya sido el causante de una enfermedad que ya tendrán de por vida, cuatro de los seis marmolistas de una empresa de El Viso del Alcor diagnosticados de silicosis en grado 1 deberán volver a su puesto de trabajo el próximo 28 de mayo. Y, si no consiguen la incapacidad, se expondrán de nuevo a la sustancia que les ha provocado un mal crónico en sus pulmones y que puede causarles incluso la muerte: el polvo de sílice, muy presente en los conglomerados de cuarzo que se usan para la fabricación de encimeras de cocina y marmolerías.

A Roberto Estévez, que llegó a ser encargado de la empresa Alcoreña de Cocinas y Escaleras, se lo detectaron, como a otros compañeros, en un reconocimiento médico rutinario. «Por las circunstancias de nuestro trabajo tenemos que hacernos una placa de tórax todos los años, y en noviembre de 2015 nos dijeron que algunas venían con algo raro», recuerda casi 18 meses después del fatídico diagnóstico.

Antes no había notado nada, a pesar de que la silicosis le ha reducido, a sus 34 años, su capacidad pulmonar en un 40 por ciento. El tratamiento, aunque es una enfermedad que no tiene cura, es tajante: no volver a estar en contacto con el polvo que desprenden las encimeras que han estado cortando toda su vida.

«Es un palo muy gordo. Habíamos escuchado algunos casos en otros sitios como en Cádiz, pero nunca piensas que te puede pasar a ti», explica Roberto, preguntándose dónde irá ahora si lleva desde los 16 años siendo marmolista y no sabe «hacer otra cosa».

Como él, hay cinco trabajadores a los que el tribunal médico que les revisa el tiempo de baja –el cual se agota en apenas 10 días– les ha invitado a abandonar su profesión y a ponerse «a estudiar». No obstante, no quieren renunciar a que se les reconozca la incapacidad y por ello han llevado su caso a los tribunales.

Mientras tanto, los trabajadores se ven en la tesitura de reincorporarse el día 28. Si no lo hacen, se arriesgan a ser despedidos y a que no se les reconozcan los daños. En función de la situación económica de cada uno, se lo llegan a plantear a sabiendas de que «el mínimo de polvo» les afecta. Es más, los neumólogos han llegado a decirles que los días de levante ni se les ocurra pisar la playa.

Claro que, a raíz de su caso, la empresa –que según la Inspección de Trabajo llegó a multiplicar por cinco los parámetros máximos de sílice en el aire– ha tomado medidas como reducir los niveles de polvo en suspensión así como un cambio en las mascarillas, pues según denuncia Jonatan Navarro, otro de los afectados, las que tenían «no estaban homologadas, se suponía que eran para usarlas durante máximo ocho horas pero se acababa usando la misma durante un mes».

En el caso del trabajador más joven –tiene 28 años aunque llevaba 10 en la empresa encadenando contratos temporales– hay sensaciones contradictorias. Por un lado, no tendrá la obligación de volver a la empresa por ser personal eventual. Pero, precisamente por eso, a pesar de haber contraído igualmente la enfermedad en el ámbito laboral, no ha cobrado ningún tipo de prestación durante este tiempo. Su diagnóstico, igual que su relación con la empresa, fue distinto al del resto.

«En abril de 2015, entré después de almorzar y me dio un ataque de tos tan grande que me empezó a doler el pecho. Me dijeron que era alergia y me mandaron unas pastillas que no me hicieron nada», lamenta Jonatan. Sin haber fumado nunca, se notaba un pitido en el pecho «que no era normal». Y cuando a otro compañero que presentaba los mismos síntomas se lo detectaron en la mutua, insistió.

El resultado ya se lo imaginaba: silicosis grado 1. «La noticia me la dieron con mi novia embarazada de siete meses y me dijeron que estuviera tranquilo y que no volviera más al mármol. Como para no preocuparme», ironiza. Gracias al trabajo de su pareja han podido seguir adelante, e incluso estos días ha encontrado un trabajo temporal en la feria del vecino pueblo de Carmona.

Lo que ha ido a peor ha sido su estado de salud. Pese a su juventud, se asfixia al coger a su hija de apenas un año en brazos y se ahoga al correr. «Y lo que me queda. Porque por mucho broncodilatador que yo me ponga, voy a seguir siendo un enfermo toda mi vida».