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«Es la novena vez que le cambio la vida a la gente»

El vendedor de la ONCE Ignacio Marín Durán reparte 1,7 millones entre 48 vecinos de Los Palacios y Villafranca

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
03 jul 2018 / 21:21 h - Actualizado: 03 jul 2018 / 21:28 h.
"Sorteos"
  • Ignacio Marín Durán coge uno de los boletos del 64.182 premiado. / Á. R.
    Ignacio Marín Durán coge uno de los boletos del 64.182 premiado. / Á. R.

La esquina de la Caja Rural, o de Santiago, como se conoce popularmente la encrucijada más céntrica de Los Palacios y Villafranca, era este martes, durante toda la mañana, un hervidero de alegría con un protagonista que no era de excepción, pues es «la novena vez» que «le cambio la vida a la gente», decía el cuponero de la ONCE Ignacio Marín Durán, palaciego de 38 años que lleva 16 ejerciendo su trabajo en el mismo sitio, la ventana de la caja de ahorros donde coloca sus décimos y donde hacen parada obligatoria, a diario, cientos de palaciegos que este martes se multiplicaban por el olor de la suerte. «Hoy está viniendo mucha más gente, claro», decía contento Ignacio desde su silla de ruedas. La gente hacía corro en torno a este simpático cuponero –«bético desde que nací, pues lo traigo en la sangre»– que tenía bromas para los agraciados y para los que no. «Mucha gente me da las gracias y la enhorabuena, pero otros no tanto porque me compran a diario y esta vez no han tenido suerte», señalaba entre risas. El número señaladito ha sido el 64.182.

Sus padres, Ignacio y Consuelo, que lo acompañan por turnos a diario, no daban abasto entre la clientela, mientras él atendía a propios y extraños, medios de comunicación y amigos que se detenían felicitarlo. «No he pegado ojo en toda la noche, desde que este martes a las diez empezó a sonar el teléfono», señalaba orgulloso. «A una señora de El Trobal le han tocado tres cupones», contaba entusiasmado, «pero a la mayoría le ha tocado solo un décimo: 35.000 euros». Una de las afortunadas es su propia madre, que se señalaba el bolso bien ceñido sobre la cadera. «Uno que sobró», sonreía. «Estamos muy contentos», decía su padre, «porque el premio ha estado muy repartido, entre pensionistas y gente muy conocida de por aquí».

Quienes reían a carcajadas eran 15 señoras de un grupo que desde hace años completan el rito de comprar el cuponcito y desayunar en el bar Chema –a escasos metros del puesto de Ignacio–, a cuyo dueño precisamente también le ha tocado un décimo. «Haremos un crucero y le daremos algo a los niños, ¿no?», decía en referencia a sus hijos. Entre las clientas, había gastos y planes para todos, desde tapar «unos agujerillos» a unas «merecidas vacaciones». Una de ellas, que acaba de superar un cáncer, sentía la alegría indescriptible de haberle tocado doblemente la lotería. «Y encima les ha tocado también a mis hijas», apuntillaba la mujer, vencida por la emoción.

En el centro ocupacional del Ayuntamiento, la conocida como Guardería municipal, casi todos los trabajadores han tenido suerte. «Todo muy repartido también», decían algunos de ellos con una sonrisa como para arrastrar toda la semana.