«Este dolor no se puede comparar con nada»

Los vecinos de la víctima de violencia machista en Alcolea del Río muestran su absoluto dolor y su repulsa en una concentración, a la que asistieron los familiares de la fallecida

08 may 2017 / 21:05 h - Actualizado: 08 may 2017 / 21:07 h.
"Violencia de género"
  • La plaza del Ayuntamiento alcoleano, abarrotada de vecinos que quisieron mostrar su apoyo a la familia de la víctima. / F.J.D.
    La plaza del Ayuntamiento alcoleano, abarrotada de vecinos que quisieron mostrar su apoyo a la familia de la víctima. / F.J.D.
  • Pintada de «asesino» a medio borrar en la vivienda donde vivía la pareja / F.J.D.
    Pintada de «asesino» a medio borrar en la vivienda donde vivía la pareja / F.J.D.

Los vecinos de Alcolea del Río viven días entre la consternación y la indignación. El asesinato de una vecina, presuntamente a manos de su pareja, ha sido un «terrible mazazo» que ha sacudido la tranquila vida de la localidad, y que los vecinos condenaron en una numerosa concentración a las puertas del Ayuntamiento en la mañana de este lunes.

Desaparecida desde el 23 de abril, María del Rosario Luna fue hallada muerta el pasado viernes. Un hecho «inconcebible», en palabras del alcalde de la localidad, Carlos López. Visiblemente emocionado, relataba cómo el pueblo se encuentra «desolado» al comprobar la «frialdad» con la que sucedieron los hechos. Junto con la concejal de Igualdad dieron lectura a un manifiesto, culminado con un minuto de silencio y un emotivo aplauso por parte de los vecinos congregados ante el edificio del Consistorio.

José y Rosario, padres de la fallecida, acudieron también al acto para «agradecer al pueblo el apoyo y las condolencias», indicaban casi sin voz. «Este dolor no se puede comparar con nada que se haya vivido», señalaba Ángel Luna, hermano de la víctima. Acompañado por sus otros hermanos, José e Inma, confiaban en que «ella sea la última fallecida por violencia de género, y que el sufrimiento sirva para acabar con esta lacra».

En esos mismos términos se manifestaban la parlamentaria andaluza Verónica Pérez y la directora del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), Elena Ruiz, reclamando «un pacto de estado» para «proteger a las mujeres de un machismo radical». De forma paralela a este acto, el presunto asesino compareció ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Lora del Río. Tras la vista, se acordó prisión provisional, comunicada y sin fianza.

En el pueblo, la emoción por el asesinato era palpable. Muchos vecinos se prestaban a hablar abiertamente. Sin embargo, se mostraban reticentes a dar nombres. «Aquí nos conocemos todos, la familia de él vive en el pueblo y no tiene culpa de lo que ha pasado, no queremos ponernos mal con ellos», explicaban. «Él hizo ver que ella llevaba otra relación, y que abandonó a la familia precisamente el día de la primera comunión de la hija», comentaban. «Muchos la hemos criticado por eso, sin saber cuál era la realidad». Relataban cómo ese día tan señalado para la pequeña «él confesó y comulgó. ¿Cómo ha podido actuar de forma tan retorcida y mantenerse tan tranquilo?». Porque muchas son las preguntas sin respuestas tras conocerse el crimen. De luto riguroso y con la voz afectada por el dolor, una señora mayor inquiría: «¿Cómo pudo llevarla en una maleta si necesitaba una muleta para andar?».

María del Rosario se relacionaba «sobre todo con las madres del colegio de su hija». Una de ellas explicaba que «en las reuniones con la tutora ella asistía antes». Aseguraba además que «los niños lo están pasando mal, tienen miedo y han tenido que dormir incluso con los padres». Y es que en un pueblo de apenas 4.000 habitantes, donde todo el mundo se conoce y todo se sabe, es fácil que circulen rumores, que reine el desconcierto y el dolor. «Esto parece algo lejano y que nunca va a pasar aquí. No nos lo creemos», asegura otra señora que no quiere identificarse más que como «una vecina».

Un grupo de docentes del colegio Miguel de Cervantes, donde la hija de la fallecida acudía a clases, asistió a la concentración. Solo la directora, que prefirió no dar su nombre, señalaba estar «muy afectados, eran personas conocidas».

El pueblo se encuentra en los días previos a la romería. En señal de duelo, no habrá cohetes durante los días festivos, aunque las celebraciones se mantienen. Muchas calles del pueblo aparecían adornadas con arcos de luces, uno de ellos ante la casa de la víctima. Con la puerta precintada por la Guardia Civil, en la fachada se entreveía una pintada, «asesino», con signos de haberse intentado ocultar de forma apresurada y sin éxito.

Al igual que tampoco se ocultaban los sentimientos al pasar por el lugar. Rosario apuntaba que llevaban en el pueblo «al menos trece años». «Ella era tímida y retraída. La llamábamos Mari o Rosa, hasta ahora no hemos sabido su nombre». Compañeras en el almacén frutícola local, «trabajamos juntas en la campaña del melocotón hace varios años. Eran personas muy normales de las que nunca se escuchó nada», aseguraba casi sin poder concluir por la emoción.

Enrique Gallego, cuñado de la víctima, realizó un agradecimiento de parte de la familia «al pueblo, al alcalde y a las fuerzas de seguridad por el acompañamiento, y a todas las personas que han compartido nuestro dolor». Aseguraba que la familia «no había perdido nunca la esperanza y no imaginábamos este desenlace». Confían en que «se haga justicia cuanto antes mejor» e intentar que al menos «el sufrimiento se vaya aplacando así». Aún no se sabía cuándo podrían dar sepultura a María del Rosario, aunque deseaban poder hacerlo «pronto» para asimilar la pérdida y «soportar el dolor de la manera más íntima posible». Como también lo desea el pueblo, para cerrar –sin olvidar– este negro capítulo de su historia.