Haciendo el humor desinteresadamente

Con sus bailes, actuaciones y ocurrencias, el humorista Pepe Retra se ha ganado a los cantillaneros, siendo indispensable en cualquier celebración de la localidad

10 nov 2017 / 22:07 h - Actualizado: 11 nov 2017 / 14:42 h.
"Sociedad"
  • Pepe Retra durante la rotulación de una plaza con su nombre en Cantillana. / F.J.D.
    Pepe Retra durante la rotulación de una plaza con su nombre en Cantillana. / F.J.D.
  • Pepe Retra en una de sus actuaciones en Cantillana. / F.J.D.
    Pepe Retra en una de sus actuaciones en Cantillana. / F.J.D.

{Pepe Retra es una institución en Cantillana. Animador indispensable e invitado perfecto de todas las fiestas y celebraciones. Con sus ocurrencias, coreografías y chistes ameniza cualquier evento. Su máxima es que «con una sonrisa es suficiente», y con esa filosofía se ha hecho un hueco en el corazón de sus paisanos. Y entre ellos no hay quien lo vea pasar, quien lo recuerde y «de momento tenga una sonrisa en la cara». Porque Pepe Retra consigue hacer olvidar la rutina y con lo más simple pasarlo bien.

Detrás del personaje se encuentra José Jiménez Navarro, cantillanero de 57 años. La responsabilidad de ser padre de familia lo llevó a trabajar «en todo lo que surgiera»: campo, hostelería, como albañil y «en las carreteras». Fue en este trabajo donde un accidente laboral provocó su jubilación anticipada. Lejos de hundirse en los dolores físicos o en la desesperación, se dedicó de lleno y de forma altruista y desinteresada a aquella pasión que desde siempre había tenido, que no es otra que divertir y hacer reír.

Su padre era «retratista». Y de ahí le viene el apodo Retra, que aprovechó como nombre artístico. «Desde niño en el colegio yo era el que hacía los teatros y contaba chistes», relata. Siendo adolescente empezó a ir a las discotecas «a bailar, hacíamos concursos para atraer a gente», comenzando aquí, por así decirlo, su carrera artística. «Era una diversión, imitaba a Miguel Bosé y Miguel Ríos, me divertía y hacía amigos. No era un trabajo ni cobraba».

En la hora del recreo del instituto se iba a la puerta del instituto «con mi radio a bailar y hacer reír», al igual que hacía en cualquier parte del pueblo donde tuviera un hueco para atraer a gente, «y sin beber ni fumar, por diversión». Se crea así su fama «imitando a la Martirio animando a la gente en las fiestas». De esta forma empezó a implicarse en cualquier fiesta o evento donde pudiese aportar. «En aquella cabalgata en la que Ocaña murió yo iba con él vestido de arlequín».

Se define como «showman. Lo mismo me visto de payaso que de flamenca. Llevo música preparada y de forma espontánea hago bromas, bailes...». Porque su éxito no está en lo sofisticado de sus disfraces, que apaña con lo que encuentra. Ni tan siquiera en el contenido de sus actuaciones. El éxito de Pepe Retra está en su generosidad y en querer hacer feliz a la gente pasando un momento agradable de risas. «Lo más bonito que te puede pasar es ver reír a la gente».

Reparte regalos que él mismo costea. A veces tras las actuaciones le dan una pequeña gratificación «pero me niego a cogerla. Yo estoy con ellos como un amigo, pasándonoslo bien. Hemos bailado, nos hemos reído, hemos pasado un buen rato, no me tienen que dar nada».

Cuando, por la noche ya en la cama, hace balance, asegura que todos los días le cuesta el dinero actuar. «Pero no me importa, porque he ganado amistades y he sacado muchas sonrisas. Eso vale más que todo».

Anécdotas hay tantas como años en esta carrera en absoluto profesional y desarrollada por amor al arte. Recuerda cuando, actuando en la feria de Cantillana en 1983, en plena actuación el escenario se rompió y cayó dentro. El público reía y aplaudía pensando que era parte del número. «Salí como pude y sangraba por el costado. Pero todo el mundo pensaba que era parte de la actuación. Vino uno y por encima me curó con mercurio, y seguí como si nada. Los días después no me podía mover del dolor».

El espectáculo es la motivación en su vida y la fuerza para avanzar: «En la de 1987, después del accidente, subí al escenario con muletas. Me podía más hacer lo que me gusta que el dolor».

En la casa de sus padres, donde actualmente vive, tiene «un pequeño museo de palabras bonitas y agradecimientos». Placas, cuadros, diplomas e incluso dibujos infantiles dedicados llenan las paredes. «Tengo mucho más guardado, algún día lo tendré todo expuesto, porque es el cariño de la gente». Por cientos los cuenta, como también en tal número suman las demostraciones de afecto. Alguna muy especial: «Me llamó un amigo para decirme que su hijo quería ponerle Pepe Retra al hermano que viene de camino».

Un inabarcable afecto que toda Cantillana le profesa. Va saludando y recibiendo saludos por la calle. Es querido y respetado. Y por encima de todo generoso y solidario. Ha apadrinado a niños y ayuda a quien no puede pagarse las necesidades básicas. Además de colaborar con todas las acciones y entidades solidarias que lo requieren.

Por todo ello y mucho más, en 2014 recibió un homenaje en la plaza de toros de la localidad. Un año después, el Ayuntamiento en pleno aprobó rotular una plaza con su nombre, con una placa que perpetúa para siempre su figura. «Como artista y como persona», porque su calidad humana supera a su trayectoria en el humor. «La gente oye nombrarme o me ve y le sale una sonrisa. Quiero que se me recuerde así». Por regalar su alegría y su felicidad y ser capaz de hacer feliz de forma desinteresada. Haciendo el humor, que es lo que mejor sabe hacer y «lo que más falta hace en esta sociedad».