Juanaca, la alegría de cada ‘Jira’ palaciega

Juan Fernández Jiménez lleva toda la vida poniéndole compás a la romería de San Isidro, a quien compone sevillanas y de cuyo simpecado no se separa ni un segundo

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
09 may 2018 / 08:30 h - Actualizado: 08 may 2018 / 22:08 h.
"La provincia en fiestas"
  • Juan Fernández tocando su tambor durante la romería de San Isidro de Los Palacios y Villafranca. / El Correo
    Juan Fernández tocando su tambor durante la romería de San Isidro de Los Palacios y Villafranca. / El Correo
  • Juanca tocando su inseparable tambor. / Á.R.
    Juanca tocando su inseparable tambor. / Á.R.

La romería de San Isidro Labrador, que en Los Palacios y Villafranca es la fiesta que probablemente aúna a más paisanos en torno a la alegría primaveral –este próximo domingo–, ha ido cambiando de destino, porque hace décadas que es el parque periurbano de La Corchuela, pero antes fue el poblado El Monte (hoy Adriano) y antes aún, El Puntal...; y de fisonomía, porque ahora se están recuperando las galeras de papelillos que antaño ocupaban a los jóvenes durante las semanas previas en el ejercicio de deshojar el amor; y hasta de participantes, porque hubo épocas de solo cabales y épocas de delirio en las que todo el pueblo se hacía romero a mediados de mayo... pero si ha conservado un icono vivo que no falla es el palaciego de 57 años Juan Fernández Jiménez, más conocido en el pueblo como Juanaca. «Me llaman así desde chico», dice este hombre que es el alma de la fiesta, el paradigma del pueblo que se pega a la carreta desde el alba dominical y no se separa de ella hasta la vuelta, ya de noche.

Juanaca es cada romería el epicentro de la jarana, el tío del tambor incesante, la voz cantante, el alma máter de la peregrinación, las castañuelas del jolgorio, la alegría risueña de la mañana que se despereza y el compás de vuelta cuando la comitiva regresa macilenta...

No tiene más devoción seria que la del santo labrador, como demuestra con sus medallas y las letras de sevillanas que compone cada año. Tal vez porque nunca conoció otro oficio que el campo. «He trabajado en la marisma, en los melocotones de El Cuzco y en la plaza de abasto con mi madre», recuerda su vida laboral este palaciego entusiasta igualmente del carnaval, casado y con dos hijas, que también se enorgullece de haber sido «el más viejo que ha jugado el campeonato de las 48 horas de fútbol sala que inauguramos nosotros, el equipo de Las Momias, allá por 1982».

Música

Juanaca saca cada año unas letras de sevillanas que él mismo canta delante del simpecado, mientras se hace acompañar de una mancha multicolor de mujeres ataviadas con sus trajes de gitana que siguen el ritmo que él va marcando con sus arranques, desplantes e improvisaciones.

Encarna La Cala es su lugarteniente, que le sigue la corriente, la alegría y el sabor de una jornada única en Los Palacios y Villafranca. «Yo no me separo de él», insiste, refiriéndose al santo. «Él me habla, yo lo escucho, y me encargó que lo acompañara siempre».

De hecho, Juanaca no se separa del simpecado ni siquiera cuando llega a La Corchuela, que es el rato del almuerzo y la convivencia de los romeros.

«Yo echo de menos aquellos corros que se formaban cantando en torno a san Isidro. Ahora lo dejan solo y eso no puede ser», se queja este singular devoto de un santo que la ignorancia y el entusiasmo populares consideró durante años patrón local, aunque el patrón oficial es san Sebastián.

«Va por ti, san Isidro, / esta bonita plegaria / mientras que yo tenga fuerza / no dejaré de cantarla», comienzan las sevillanas preparadas para el próximo domingo, y terminan con el estribillo: «Yo te pido, san Isidro, / que para el año que viene / yo venga haciendo el camino».

Las sevillanas rezan en la segunda: «A mí me faltan palabras / para cantarte, san Isidro, / mi mente se queda en blanco /de tanto como te admiro». Y en la tercera: «Acércate a san Isidro / y haz el camino andando / Juanaca con el tambor / le canta por el camino...».

Las de otros años decían, por ejemplo: «Aquellos carros antiguos / que iban de romería / el gazpacho con lebrillo / que hacíamos los amigos...». Juanaca es una caja de sorpresas.

Fue homenajeado con una placa por la hermandad hace dos años, precisamente cuando la romería –aquí llamada con cierta solera Jira– hubo de ser suspendida por la lluvia. «Fue por tantos años como llevo acompañando al santo», dice. «Recuerdo que, de niño, me llevaba mi padre en unas angarillas, y luego con los amigos, más tarde con mi mujer, y desde hace 18 años sin separarme del simpecado». Ahora se postula como pregonero. «No me lo han pedido, pero yo sería capaz de darlo, y además lo adornaría con mis sevillanas», explica este palaciego que el próximo domingo será el primero en vestirse de corto, colgarse el tambor y esperar a san Isidro y su yunta de bueyes para peregrinar a La Corchuela sin parar de cantar.