Este sábado será la primera de «muchas más veces». Es el plan de la recién nacida Asociación de Fotógrafos de Los Palacios y Villafranca (Afopal), que integra a una veintena de enamorados de las instantáneas y que se ha confabulado en su pasión por el paisaje con la asociación Sevilla Sabe, del biólogo Emiliano Mellado, y con el conocido educador medioambiental Antonio Rúa, más conocido como Er Bisho Verde.
Han bautizado la quedada como Los caminos de la marisma y el objetivo es difundir el conocimiento de un paisaje entre quienes lo tienen más cerca, que lo ignoran tantas veces porque «la gran Doñana parece eclipsarlo todo» y, sin embargo, «la naturaleza libre y llena de pájaros está tanto a un lado como al otro del río», asegura Mellado, que ilustrará a los 25 participantes de la travesía sobre tantos elementos que confluyen en el territorio más llano de España desde su puerta de entrada natural, precisamente el pueblo del tomate, cuyo término es rayano con esta marisma inmensa pero también con la campiña utrerana e incluso con las primeras estribaciones de la Sierra Sur... «Esa riqueza hay que potenciarla», insiste el biólogo. «Es que aquí vivimos de espaldas a la marisma, pero somos la entrada natural al Brazo del Este», explica el presidente de la asociación fotográfica, Manuel García, ilusionado con esta oportunidad de enfocar la horizontalidad de los arrozales en contraste con dársenas, silos y cortijos o con los macros necesarios para libélulas y cangrejos entre la tierra y los canales...
«Queremos estrechar la colaboración con el Ayuntamiento, que es la puerta de entrada natural a la marisma, y quedar como mínimo una vez al mes, si no para hacer un recorrido, para reflexionar sobre lo andado», indica Mellado, que ya avanza que este sábado tendrán la suerte de contar con las explicaciones de uno de los hombres que más saben de la riqueza marismeña, Vicente Cebolla, a la sazón presidente de la Cooperativa de Arroceros de Sevilla.
La ruta comenzará en el poblado palaciego de Chapatales, «una parada inicial a modo de texto y contexto general» y justamente un punto intermedio que define el límite entre el arroz y el regadío tradicional. A continuación, Parladé y Hermosillas, para descubrir «la arquitectura agraria de la tierra y el agua en las tablas de diferentes cultivos, bombas, canales, colectores y piqueras». Más tarde está prevista una parada en El Reboso, que hoy es la cooperativa arrocera. Y, por supuesto, Las Dueñas, el conocido en la zona como lecho madre del cauce viejo del río, la auténtica Doñana salvaje en la que campean aves, yeguas y toros. «Este sábado tendremos la suerte de ver pasar sobre nosotros una avioneta de siembra», dicen. Por otro lado, comprenderán y fotografiarán el arte de la pesca de albures con atarraya.
«Para la fotografía es todo un reto este paisaje tan llano y tan dinámico», asegura García. «Es ese contraste de texturas lo que nos permite introducir escala y profundidad en el encuadre, entre los tonos cálidos y fríos de la tierra, el agua corriente en el canal o quieta en las tablas repletas de arroz».
En rigor, la aventura de estos fotógrafos no es nueva, porque hace al menos un siglo que otros retratistas, incluso extranjeros, se internaron en la marisma, con menos recursos y más imaginación. Ahora se trata de integrarlo todo en instantáneas llenas de sentido y aprendizaje, pues en el diálogo con el ecologista, el biólogo, el naturalista, el arquitecto y el artista radica la riqueza «de este proyecto llamado a tener continuidad no solo en la marisma», insiste Mellado.
Desde lo etnográfico y antropológico, recuerdan a clásicos de la fotografía como Atín Aya, Javier Andrada o Manuel de Arcos, que retrataron el oficio del riachero en el Bajo Guadalquivir, mientras que en el primer tercio del siglo XX Juan José Serrano documentaba las obras de transformación realizadas por las compañías que operaron en la marisma para domesticarla. «También hoy siguen acercándose al río y su marisma fotógrafos cercanos como Pepe Florido, de Utrera, o Alejandro Sosa, de Coria», recuerda Mellado, que ya le ha puesto un lema a la idea: Phototracking, «por unir el concepto de la foto con el del tracking en el sentido de seguimiento o rastreo». De hecho, esta propuesta de ocio y tiempo libre se concibe entre el arte de la fotografía y la interpretación del territorio a través de todas sus claves posibles. Y todo sin ánimo de lucro.