La brisa, el nardo, la Virgen

La Virgen de las Nieves de Los Palacios y Villafranca regaló ayer la fragancia de sus mil nardos a un pueblo que le ha reservado el ecuador de todas sus medidas

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
06 ago 2019 / 10:20 h - Actualizado: 06 ago 2019 / 10:23 h.
"El tiempo","Verano"
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La Virgen de las Nieves, Patrona de Los Palacios y Villafranca desde que quisieron los Duques de Arcos que consagraron a Santa María la Blanca su parroquia aun sin Virgen, y alcaldesa perpetua y honoraria desde 1996, inundó ayer de una fragancia veraniega las calles de su pueblo en una procesión festiva que marca en el tiempo de los palaciegos un antes y un después, porque la salida de la Patrona funciona aquí como el ecuador del año, pero también como el ecuador del verano: para la Patrona, hay quien vuelve de vacaciones y quien se va; e incluso, cada año más, quien interrumpe su descanso para venir expresamente al pueblo porque sale la Patrona... Pero el 5 de agosto confluyen en las calles palaciegas más gentes que en todo el verano achicharrante. Podría decirse que en las calles estrictamente palaciegas y no de Villafranca, pero el itinerario no deja de ser simbólico y absolutamente todos los bares se llenan.

De modo que la Virgen de las Nieves, más allá de afiliaciones a su Hermandad Sacramental, ha demostrado que es Patrona de todos, Virgen de la gloria veraniega, Madre de Dios inmaculada de nardos, María doncella de las marismas, Madre de Cristo en su etapa felicísima, Señora de Los Palacios y Villafranca que suaviza con su sonrisa el cenit de la calima en la noche que ya nadie se pierde, ni autoridades eclesiásticas ni civiles ni políticas, ni representantes de todas las demás hermandades. Porque la Virgen, que ya tenía su día, señalado con nieve desde aquella colina romana y envuelto en el papel de celofán de la feria local, se quedó sin celofán y sin feria, casi sola y desubicada en su tradición de siglos cuando la feria luchó por encontrar su sitio. Pero de eso hace ya demasiado y hoy nadie duda del patronazgo de una Virgen capaz de agrupar bajo su blanco trono de nardos a todo el pueblo.

Nadie lo dudó anoche cuando al crepúsculo fresquito se oyeron los primeros sones de la Banda Juvenil de Cornetas y Tambores de la Vera Cruz, que iba a abrir el cortejo, y luego de la Banda Municipal de Mairena del Alcor, tras el paso. Nadie lo dudó cuando la Virgen navegaba entre el gentío como una marea vespertina por el pueblo viejo ni cuando le agradecieron tantas bendiciones con una lluvia de pétalos ni cuando, ya en la cuesta de regreso, no cesaron los fuegos artificiales como risotadas alegres del cielo estival. En el porche de Santa María la Blanca, flotaba en el aire la sensación tranquilizadora de que la Virgen había encontrado su sitio, también en el ecuador de tantos corazones.