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La dentista que colecciona premios

La odontóloga palaciega Inma Jiménez, recién licenciada, cosecha cuatro galardones académicos

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
20 mar 2017 / 22:06 h - Actualizado: 20 mar 2017 / 22:15 h.
"Salud"
  • La joven palaciega Inma Jiménez recogiendo el diploma que le entregó el Ayuntamiento de Sevilla por el mejor expediente académico. / Á.R.
    La joven palaciega Inma Jiménez recogiendo el diploma que le entregó el Ayuntamiento de Sevilla por el mejor expediente académico. / Á.R.
  • Inma recogiendo el premio de la Maestranza de Sevilla. / Á.R.
    Inma recogiendo el premio de la Maestranza de Sevilla. / Á.R.

A simple vista, a Inma Jiménez le brillan sobre todo los ojos y los dientes. Puro entusiasmo y pura sonrisa. Pero el brillo por el que ha sido premiada hasta cuatro veces en los últimos 20 meses lo lleva por dentro, o se esconde en la secretaría de la Facultad de Odontología de la Universidad de Sevilla; lo que le brilla de veras –como siempre, la brillantez fundamental no se ve– es su capacidad para haber conseguido un expediente de diez, colmado de matrículas de honor (20 de 32 asignaturas), fruto de años bajo esa disciplina que no le ha impedido salir de marcha con sus amigos de toda la vida, los que ya lo eran en el parvulario de Los Palacios y Villafranca, su pueblo. «La organización lo es todo», asegura esta recién licenciada de 24 años que ha sido buena estudiante desde que entró en la escuela.

«Nunca ha habido que obligarla o que reñirle», aseguran en su familia. «Bueno, mi madre me ha obligado a veces a que bajara del cuarto para salir a la calle», recuerda Inma, la pequeña de un hogar que se quedó sin padre al año de nacer ella. «Mi madre, ama de casa, se quedó viuda y con cinco niños, así que imagínate», cuenta quien fue el último eslabón en una familia que salió adelante a base de superaciones encadenadas. «Cuando mi hermana mayor empezó a trabajar, entregaba dinero en casa, y luego la otra, y así». Ahora viven la mejor época, coronada con todos los premios posibles para la pequeña de la casa, donde se toman un poco los galardones como el fruto a todo ese sacrificio que terminó en la promoción 2014-2015. Desde mayo de 2015 hasta hoy, esta dentista que trabaja ya en tres clínicas a la vez –entre su pueblo y la capital– ha recibido el Premio Extraordinario Fin de Estudios que concede la propia Universidad de Sevilla; el Premio de la Real Maestranza de Caballería al mejor expediente académico de su rama; el premio Proclinic a la Excelencia Académica organizado por la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid, que señala el mejor expediente de cada una de las 17 facultades que forman a dentistas en España; y, por último, hace un mes, el Premio al Mejor Expediente Académico que otorga el Ayuntamiento de Sevilla. «El mejor de todos fue el de la Real Maestranza, porque, además de pagarme 1.500 euros, organizó un acto precioso en la plaza de toros y nos dieron una cena por todo lo alto con mucha gente interesante», recuerda ella.

La dentista palaciega, que ahora estudia un máster de Implantología y no descarta dedicarse más adelante a la docencia, insiste en su «disciplina». «No soy muy inteligente; mi hermano, por ejemplo, que es matemático, es mucho más inteligente que yo, pero sí muy constante», dice. En eso parece insuperable. «Desde pequeña llegaba a casa a las dos y aprovechaba antes de almorzar para hacer todos los deberes. Luego, en la facultad, como me ha gustado tanto todo lo que iba aprendiendo, se me pasaban las horas delante de mis apuntes». Es la misma filosofía que la ha llevado a destacar en otras muchas facetas, incluso artísticas, porque Inma fue una niña de la célebre Escolanía de Los Palacios, una de las últimas voces que destacaba tanto que llegó a participar en óperas en el Teatro Maestranza e incluso a acudir a concursos televisivos. Aun así, ella añade: «Yo en realidad no canto bien, lo que pasa es que no desafino, me acoplo al coro y me integraba bien». También pintaba, tanto como para que sus cuadros fueran seleccionados en la escuela cuando era pequeña. Y vuelta a la humildad: «Yo dibujo fatal y no es que pinte muy bien, pero me salía al final muy bien el conjunto». Ahora quiere recuperar su antigua afición por el piano, «pero cuando me consolide en el trabajo y sepa qué días tengo libres». No hace falta preguntarle por su talento con el instrumento porque uno ya intuye la respuesta.

Entre sus proyectos inmediatos, está formarse «al máximo» y trabajar en clínicas para «coger experiencia». Descarta de momento hacer la tesis doctoral porque «necesito marcarme una trayectoria importante antes de enfrentarme a un tribunal para defender algo verdaderamente mío». También descarta en el medio plazo montar una clínica propia porque «para eso hace falta muchísimo dinero», insiste, «la gente no se imagina lo que cuesta todo en una clínica dental, porque todo el mundo piensa que los dentistas se forran y hoy no es así porque hay mucha competencia». En su pueblo, sin ir más lejos, hay abiertas más de 20 clínicas.

Pero ilusión le sobra. «Mi novio es también dentista, así que estamos todo el día hablando de dientes», se ríe. Y le vuelven a brillar los ojos y los dientes, mientras pasea por la plaza de su pueblo. Lo que más le brilla, sin embargo, sigue sin verse.