La hora feliz del agua

La Fiesta del Agua de la plaza Amarilla da inicio a los festejos patronales de Castilblanco de los Arroyos, que aporta como novedad un tobogán gigante

03 ago 2017 / 22:36 h - Actualizado: 03 ago 2017 / 23:11 h.
  • La plaza Amarilla de Castilblanco se convirtió en un hormiguero de cubos azules para plantar batalla acuática al más pintado. / F.J.D.
    La plaza Amarilla de Castilblanco se convirtió en un hormiguero de cubos azules para plantar batalla acuática al más pintado. / F.J.D.
  • Un joven disfruta sobre el flotador en su travesía en el tobogán gigantes de Siete Arroyos. / F.J.D.
    Un joven disfruta sobre el flotador en su travesía en el tobogán gigantes de Siete Arroyos. / F.J.D.

Un pantano no se inaugura todos los días. Aunque todos los días sean motivo de alegría cuando se abre el grifo y sale el agua corriente por él. Y más en Castilblanco de los Arroyos, donde sus vecinos saben de los largos veranos de sequías y restricciones. Es por ello que ambos hechos –la inauguración del pantano y la corriente de agua doméstica– son motivos de conmemoración. Y qué mejor forma de hacerlo que con una divertida y mojada celebración. Es la Fiesta del Agua, refrescante evento del verano castilblanqueño, que ayer cumplió 31 ediciones.

La mayoría de los que participaron este jueves en la fiesta no han conocido las restricciones de agua. La media de edad era menor que la del pantano de Los Molinos, por lo que nunca han padecido los cortes veraniegos y no se mojaron públicamente por las calles para dar rienda suelta a la satisfacción por su inauguración. Ese es el motivo principal de la fiesta y su origen, el fin de las restricciones. Pero el desconocimiento y la falta de la vivencia primigenia no impidió seguir llevando a cabo esta fiesta, marcada en rojo no solo en el calendario de Castilblanco, puesto que a los veraneantes que disfrutan de la localidad se sumaron también multitud de vecinos de los pueblos aledaños.

Es esta la fiesta pionera en el compendio de propuestas de ocio similares, creadas a imagen y semejanza del evento castilblanqueño, pero con motivaciones menos trascendentales que el suministro de agua entonces conquistado. Curiosamente, mirando al máximo por el preciado bien, en la Fiesta del Agua no se usa el líquido que almacena el pantano, sino el que provee el pozo que se ubica bajo la propia plaza donde se celebra.

La fecha está grabada en las mentes, y en estos días se ha ido repitiendo como un mantra de autoayuda para la preparación de la batalla: «jueves antes del primer fin de semana de agosto». Esa es la cita. Y una hora de pelea, que por ser más que sabida nunca otorga la victoria a nadie. O sí, porque el triunfo tal vez haya estado una vez más en poder disponer de agua –¡cuántos no tienen en el mundo!– y salir refrescados tras una hora dura de la canícula serrana. ¡Vaya si aprieta el Lorenzo en estos lares! Tanto que parece que esta fiesta se celebra en la plaza Amarilla porque es la recreación más fidedigna del color que las previsiones meteorológicas adjudican a las temperaturas en los mapas, que solo de verlos en la tele sofocan. Como la alerta amarilla que ayer estuvo activada con casi 40 grados cayendo a plomo, que no consiguieron dejar a la gente en sus casas.

El amarillo de la plaza se transmutó en esta hora. Simulaba el azul del fondo de una piscina. O la gama de reflejos del mar en la costa. Esta hora festiva supuso una inmersión plena en el refresco más divertido y absoluto. Incluso el abanico multicolor de los atuendos de baño de los cientos de personas que se afanaban en coger y tirar agua a sus compañeros de lucha también refrescaba el ambiente. Y el del más variopinto catálogo de cubos, cubetas, baldes o cualquier artilugio que sirviera para recoger la líquida munición y ajusticiar, a golpes de agua y ráfagas de salpicones, a cualquiera que pretendiera permanecer seco en el entorno.

Hay quien duda, cuando se le plantea el chascarrillo, acerca de lo que pasa en la selva entre las 4 y las 5. En Castilblanco, sin embargo, se sabe que en este día, entre las 17.30 y las 18.30, ha pasado una hora de diversión, fiesta y agua. Una hora desde que Fernando López, concejal de Servicios, accionase el mecanismo que abasteció de agua la gran tubería central y los surtidores repartidos por la plaza. Una esperada hora, feliz y de agua.

Este año, la fiesta ha contado con un aliciente más. A la propia celebración se ha sumado un nuevo escenario en la calle Siete Arroyos. Un gigantesco tobogán simulaba un cauce de agua, que permitió alargar aún más la celebración a lo largo de sus varias decenas de metros. Nadie quiso desaprovechar la oportunidad de deslizarse por la resbaladera probando descensos casi imposibles. O quien daba cumplida exhibición de sus dotes como surfista, simulando surcar las olas en este efímero parque acuático de la sierra. Una pasarela para un desfile de hinchables de moda, donde no faltaron flotadores como el flamenco rosa y el unicornio de asta y cola multicolor, a juego con ese colorido que refrescaba en los atuendos la plaza, y haciendo al pueblo epicentro de la más rabiosa actualidad veraniega. Esta nueva propuesta consiguió alargar la hora feliz de Castilblanco hasta las últimas horas de la tarde.

En la noche la feria tomó el protagonismo, para llenar de música, cante y convivencia las jornadas hasta el domingo. Feria que dejó de celebrarse en 2012 como consecuencia de las restricciones, esta vez económicas. Felizmente fue recuperada el pasado año, completando así las fiestas patronales, que van más allá de la hora que dura la Fiesta del Agua