La manchonera imbatible se llama Aurora

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
05 ago 2017 / 20:55 h - Actualizado: 06 ago 2017 / 11:23 h.
"Agricultura"
  • Aurora Rodríguez posa con sus sandías y sus calabazas gigantes, que baten récords. / Á.R.
    Aurora Rodríguez posa con sus sandías y sus calabazas gigantes, que baten récords. / Á.R.
  • La calabaza gigante de Los Palacios. / Á.R.
    La calabaza gigante de Los Palacios. / Á.R.

Hasta hace relativamente poco, también en Los Palacios y Villafranca –esta despensa natural de los mejores productos de la tierra en Sevilla– el manchón era cosa de manchoneros, en masculino y plural, porque la esencia de estos manchones generosos en tomates de primera; sandías y melones como para protagonizar los éxitos del agropop; y la uva que endulza cada verano marismeño se encerraba en tantos padres de familia que lideraban las economías familiares a golpe de mucho trabajo sin contar las horas. De modo que cuando llegaba el célebre concurso de las sandías gigantes, en el agosto que por primera vez pierde la feria –la de farolillos se ha trasladado este año a finales de septiembre– pero mantiene realzada la fiesta de la patrona local, Nuestra Señora de las Nieves, que procesionó anoche perfumando el pueblo de nardos, era siempre un viejo manchonero quien presentaba la pieza más extraordinaria. Hasta que llegó Aurora.

Entendida

Aurora Rodríguez es una chica palaciega de 29 años que lleva 13 –«casi media vida», como recuerda ella misma– trabajando en la empresa Semillero Andaluz, precisamente dedicada al cultivo de todo lo que crece y luce en el campo y los invernaderos palaciegos a continuación: desde el celebrado tomate hasta los abundantes calabacines, desde las ricas sandías hasta la variada huerta palaciega que ofrece pimientos, patatas y hasta calabazas como las que la noche del viernes asombraron al respetable en la velada en honor de la patrona que se celebraba frente a la capilla de la Aurora.

De modo que Aurora, hija del famoso manchonero Joaquín Barrio, entiende de lo que cría. «En la empresa me encargo del riego y de las propiedades de los productos que cultivamos», dice esta chica a la que «siempre le han entusiasmado estas grandezas del campo», corrobora su padre, quien confiesa haber sembrado solo el gusanillo en su hija. «Pero de todo lo demás se encarga ella», añade.

Aurora lleva tres años llevándose al menos uno de los primeros premios de 150 euros por la mayor sandía del pueblo. La rayada de este año (44,5 kilos) solo superó en medio kilo a la segunda –de José Manuel Fernández–, pero la negra (41,5 kilos) dejó turulato a más de un experimentado manchonero que o bien llevaba una pieza menor –como Hermenegildo Fernández, que se hizo con dos terceros premios, que llevó una sandía negra de 28,5 kilos– o bien no se atrevía a competir. Pero la verdadera sorpresa fueron los 100 kilos de su calabaza, el récord absoluto del pueblo en todos los años que se recuerdan. Hasta ahora, con 82 kilos, de la mayor calabaza vista jamás por aquí presumía Sebastián Gómez Falcón, otro fenómeno –un clásico ya– del campo palaciego que mima sus productos y hasta les habla. La noche del viernes no pudo ser. Porque se presentó Aurora. Pero al menos se llevó el segundo premio de uva lairén con un racimo que pesó 3,720 kilos. En esa misma modalidad, con un racimo de 3,830kilos, se llevó la palma el agricultor Manuel García Villalba. Y en tercer lugar quedó Jesús Damián Gómez, con un racimo de 3,600 kilos. Auténticas bestialidades de pura cepa.

En uva emparrada –que pesa más– ganó Francisco Rodríguez Tacón, con un racimo de 5,5 kilos. Juan Manuel Bernal García se llevó el segundo premio con un racimo de 4,800 kilos. Y Darío Algarín González, el tercero, por otro racimo que arrojó en la romana 4,470 kilos.

«Temía que reventara»

Para criar una sandía o una calabaza como estas se precisan unos tres meses. «Esta la sembramos en abril», señala Aurora, «y yo lo que temía es que me reventara de un momento a otro y ya no pudiera participar». No iba a ser la primera vez. «El equilibrio es difícil», explica la joven agricultora, «porque o la cortas antes a pesar de la sospecha de que podría engordar más o la echas a perder».

Por otro lado, se corre el riesgo de obturar el peciolo –el rabito que une el fruto a la planta, que es como su cordón umbilical–, de que le crezcan otros frutos hermanos que compitan entre sí o de pasarse en la cantidad de abono o de agua. «Una calabaza así necesita, diariamente, mil litros de agua, algo menos que la sandía», aclara su padre. «Y si te pasas, te la puedes cargar», añade ella. Las demás calabazas que dejó en el campo «pesaban todas más de 80 kilos», le aclaraba la noche del viernes al alcalde palaciego, Juan Manuel Valle (IU), que tampoco daba crédito.

«La regalo»

Aurora tiene las sandías ganadoras, y la mítica calabaza, en el patio de su casa, y está dispuesta a regalárselas a quien las quiera. «Podríamos participar en algunos otros certámenes, como en el de Ronda», dice, pero el tiempo corre en su contra. «Así que a quien la quiera para exponerla, por ejemplo, se la regalo», asegura. Hasta ayer no había surgido ningún marchante, pero es posible que estén interesados algunos de los más célebres restaurantes de la localidad, como el Manolo Mayo, que suele lucir algunos de los fenómenos de la tierra como botones de muestra de la cantidad y la calidad que atesoran sus fogones.