«Empecé de secretario, terminé de presidente, y nunca he cobrado». Eduardo Pérez, jubilado con más de 50 años de dedicación a sus empresas, fue calificado hace días por el consejero de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, Rodrigo Sánchez Haro, como una persona con «unas cualidades necesarias para modernizar el sector del olivar, apoyándose en una inquebrantable defensa de la calidad de los aceites».
Su currículo es el de alguien que ha visto crecer en primer persona el cultivo del olivar y la producción de aceite en la provincia de Sevilla desde la localidad de Lora de Estepa, gestionando tanto una «cooperativa madre», como Olivarera San José, como empresas creadas a su abrigo, como Agrosevilla, en 1977 y Oleoestepa en 1986.
Para que nada faltase, fue uno de los promotores del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Estepa en 2004 y ha participado a lo largo de estos años en la Orujera Interprofesional de Fuente de Piedra, en la Federación de Cooperativas y en Asaja Sevilla. No es de extrañar que, a la hora de recordar su ascenso empresarial, explique a El Correo de Andalucía que «en parte fue porque decidí dejarlo todo, la cacería, el fútbol... cualquier cosa que me pudiese quitar tiempo, porque era algo que reclamaba toda mi atención, y solo así pudimos sacarle todo el partido posible».
El actual presidente honorífico de Olivarera San José –todavía se refieren a él en la empresa como presidente–, comenzó su labor como secretario de esta entidad. «Así estuve diez años, hasta que pasé a ser presidente, gestionando lo que hacían personas mayores, que me buscaron para llevarles la venta del aceite porque confiaban en mí», una labor que, dice, hoy día es radicalmente distinta en lo referente a la gestión.
Y es que, «la gente hoy día está muy preparada en las oficinas de las cooperativas, pero cuando yo empecé allí le costaba trabajo realizar las gestiones, sobre todo porque hubo un tiempo que no había fabricas de aceite para toda la aceituna que había». A partir de ahí comenzaron a ser imprescindibles los modelos de cooperativa para que el sector prosperase, para lo que se contó con una cierta complicidad y ayuda de los ayuntamientos de la época, ya que «era algo que los alcaldes veían que era necesario, que las empresas se uniesen en una cooperativa».
No obstante, «la primera cooperativa que se hizo para el aceite salió adelante sin presupuesto, y me llevé 52 años sin ganar absolutamente nada, aunque luego se formó Agroestepa y Agrosevilla, y ahí sí ganamos algo, por asistencia a reuniones y cosas así», manteniendo el trabajo en el campo para garantizarle los ingresos necesarios para su casa, y alternándolo con el cargo de director de una oficina de la Caja Rural durante 23 años.
La primera reunión de la cooperativa Olivarera San José de Lora de Estepa tuvo lugar en 1958. Sus números actuales son testigos de la evolución de su labor: cuenta con 500 socios olivareros que suman alrededor de 5.000 hectáreas de las que 155 se cultivan bajo técnicas de producción ecológica. La media anual de producción ronda los 22 millones de kilogramos de aceitunas que en su mayoría (80 por ciento) se corresponden con la variedad hojiblanca. La facturación global de esta entidad asciende a 15 millones de euros y, entre otros productos, comercializa aceites de oliva virgen extra amparados por la DOP Estepa.
Sin embargo, Eduardo lleva a gala que «he vivido de mi campo», con la misma humildad que repite varias veces las respuestas para que lo que explica quede claro, y se quita de encima los méritos que ha atesorado durante su carrera para asegurar que «en una cooperativa, el equipo siempre ha sido algo esencial, y ahora también lo es, porque una cooperativa con un buen equipo de gente es esencial para garantizar su éxito».
Precisamente, el papel de las cooperativas es, para él, indispensable, y han proporcionado una tranquilidad empresarial indispensable a los agricultores, que ahora «no tienen la prisa por coger la aceituna que tenían antes, ni para almacenarla ni venderla, porque la cooperativa recoge la aceituna, y ya se venderá, no hay las prisas que habían antes», por lo que sentencia que «las cooperativas son el futuro de los agricultores, es inconcebible que un pequeño agricultor se mantenga solo, sin la ayuda de los cooperativistas. Y si es grande, se mantiene, pero vende menos, porque uno grande con 3 millones de kilos de aceite no es viable, pero nosotros tenemos 25 millones de kilos, y eso nos permite tener maquinaria moderna, investigación, y buenos técnicos».
De hecho, las instalaciones de esta cooperativa comprenden tanto una almazara para producir aceite como edificaciones dedicadas al preparado, almacenamiento y clasificado de aceituna para su aderezo. Asimismo, cuenta con un edificio social que alberga, entre otras dependencias, una tienda donde se comercializan sus productos.
Con todo, se alegra, que no presume, de que su trabajo ha sido reconocido por políticos de todos los partidos, e incluso por el rey emérito, don Juan Carlos, que le saludó años atrás, y cuando lo vio por segunda vez se fue directamente a abrazarle y a preguntarle por su trabajo y por su vida, una vida llena de experiencias, cómo para llenar varios libros de tratados agrícolas.