La Virgen del Carmen eclipsa la más hermosa noche cazallera

Lo apacible en lo meteorológico, el equilibrio en los tiempos y el buen gusto musical a la hora de elegir el repertorio destacaron en una noche mágica en que la Virgen del Carmen volvió a brillar con luz propia. El Niño Jesús y el exorno floral destacó por una sobriedad acertada.

18 jul 2019 / 09:00 h - Actualizado: 18 jul 2019 / 09:05 h.
  • La Virgen del Carmen de Cazalla de la Sierra. / Rubén Espínola
    La Virgen del Carmen de Cazalla de la Sierra. / Rubén Espínola

La noche se volvió tibia. Tibia, y mágica. Ni las estrellas tuvieron la fuerza suficiente con las que hacer ni tan siquiera sombra a la reina del 16 de julio. Y aunque no fuera noche del todo cuando a la calle salió, sí que sobre los presentes se extendió un manto imperceptible de esencia cofrade y mariana, el mismo que todos los años envuelve a Cazalla de la Sierra cuando ve en la calle a su Virgen del Carmen.

Mientras los últimos rayos de sol se mostraban envidiosos y se resistían a marcharse, el fervor cazallero se agolpaba en las puertas del barrio. Era día grande aunque no fuera festivo, pero era festivo, sin serlo, por ser grande, por concentrar tanta devoción en una festividad marcada a fuego en el cazallero. Y por si fuera poco el calor de la mañana se iba disipando, poco a poco, sin hacer ruído y sin robarle protagonismo a una salida cargada de belleza. Las dificultades propias de las dimensiones de la puerta del templo no impidieron, sino más bien, engrandecieron esa singular belleza. La Virgen del Carmen aparecía sobre las nueve y media de la noche, desprovista de corona pero cargada de hermosura, con un exorno floral simple pero a la vez cargado de simbolismo, con clara referencia a la advocación y entrando directamente al centro de la pupila.

La Virgen del Carmen eclipsa la más hermosa noche cazallera
La Virgen del Carmen de Cazalla de la Sierra. / Antonio José García

Acierto musical

Una vez provista de corona, aquella que llevara a cabo Fernando Marmolejo, y portando el Niño Jesús, que además este año estrenaba potencias, el paso se elevó para llevar a cabo su primera chicotá. La Banda de Música de Alanís puso las primeras notas a este nuevo 16 de julio con Virgen de la Paz. Con la obra de Pedro Morales se iniciaba una historia paralela en el devenir de la procesión de la Virgen del Carmen de este año. Y esa historia tiene que ver con el buen gusto musical con el que se diseñó un repertorio digno de una celebración como esta. La formación alanisense combinó a la perfección obras de corte clásico como Esperanza de Triana Coronada o Estrella Sublime junto a otras más contemporáneas como es el caso de La Macarena de Paco Lola o Aires de Triana.

Realizando el recorrido habitual de cada año, el cortejo se deslindó un instante del barrio para perderse en la Calle de las Olivillas e impregnarse de su embrujo, de su estrechez y la estampa de una revirá dulce y sentida. Cuando quiso darse cuenta, la Virgen del Carmen ya lucía en la noche. La noche real y no la de la ensoñación de un cronista que se deja llevar por la belleza. Fue entonces cuando a través de la Calle Llana, esa arteria que cruza Cazalla, la virgen puso rumbo a la segunda parte de su recorrido.

Momentos álgidos

Aunque es injusto hablar de momentos álgidos, pues toda la tarde noche lo fue, lo cierto es que fue en la Plaza Juan Carlos I donde el vello se erizó. Fue allí donde sonó Madrugá Macarena, y donde Hosanna in excelsis hizo brotar ese algo inexplicable dentro del estómago. Y también donde lluvieron pétalos del cielo. Ni siquiera en ese instante hubo quien se percatara de un eclipse de luna, pues en la tierra misma la Virgen del Carmen lo eclipsaba todo. Como también lo hizo en los estertores de una magnífica procesión, ya cerquita del templo, mientras la oscuridad abrigaba el momento y Domine Deus Noster se colaba entre los oídos como la brisa fresca de la más bella noche de verano. Una noche que terminó siendo noche, y que regaló otro inmenso momento en su recogía, con Mi amargura, como de costumbre despidiendo un año más, con el corazón en vilo ante una recogía milimétrica a la hermosura hecha Virgen y a Cazalla velando por ella.