Las avutardas sobreviven en la paz de la Campiña

Andalucía tiene en esta comarca el paraíso de estas aves en peligro de extinción, con una comunidad que aglutina el 30 por ciento del total. «Aquí encuentran tranquilidad», dicen

María Montiel marmondua /
30 jun 2018 / 20:43 h - Actualizado: 30 jun 2018 / 21:48 h.
"Paraísos naturales"
  • Un grupo de avutardas corretea por la ZEPA Campiñas de Sevilla. / El Correo
    Un grupo de avutardas corretea por la ZEPA Campiñas de Sevilla. / El Correo
  • Las avutardas sobreviven en la paz de la Campiña
  • Las avutardas sobreviven en la paz de la Campiña
  • Las avutardas sobreviven en la paz de la Campiña

La llanura de la Campiña sevillana amanece en primavera. Ha pasado la época de reproducción, cuando la avutarda ofrece un espectáculo en el campo gracias a su blanco pelaje pese a que es complicado verla. Es un ave poco conocida. Sin embargo, esta esteparia parecida al pavo se pasea por la Campiña a ojos muy expertos que conocen este peculiar animal.

La avutarda, una de las aves voladoras más pesadas que se conocen, se encuentra en peligro de extinción. No obstante, el último censo elaborado por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio para obtener datos de la población reproductora ha contabilizado un total de 403 ejemplares en nueve núcleos diferentes, una pequeña tendencia al alza de un dos por ciento con respecto al año 2003 cuando comenzaron los censos de esta especie. Un ligero aumento gracias a los programas de recuperación desarrollados, entre ellos un proyecto LIFE sobre aves esteparias hace unos años.

En Andalucía, esta especie se distribuye especialmente en campiñas cerealistas, repartida en dos subpoblaciones geográficamente diferencias: una al noroeste de Córdoba con la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) Alto Guadiato, que acoge el 22 por ciento de la población de esta especie, y los Pedroches Occidentales, con el 18 por ciento. Por su lado, está la subpoblación del Valle del Guadalquivir, donde destaca la ZEPA Campiñas de Sevilla, con algo más del 30 por ciento de las avutardas. La gran diferencia entre estas subpoblaciones es que las ZEPAS cordobesas, al estar próximas a Extremadura, «los investigadores la consideran una continuación de la extremeña. De hecho, muchos ejemplares vienen a Andalucía en invierno aunque se marchan a reproducirse allí», manifiesta Mª Jesús Martos, jefa del Departamento de Biodiversidad en la Junta de Andalucía.

Fue en 2003 cuando se hicieron los primeros censos y ya en el 2008 se observa que la especie, de estar ampliamente distribuida, inicia un drástico descenso, por lo que pasa a estar en peligro de extinción. Desde entonces, anualmente se realizan estos censos al fin de tener controlado detalladamente este animal.

En Sevilla hay cinco núcleos: Gerena (8 por ciento), Arahal-Carmona (6 por ciento) y Osuna, éste último con tres lek o zonas de apareamiento. La de Osuna, conocida como ZEPA Campiñas de Sevilla, acoge principalmente el término municipal de la villa ducal aunque también Écija, Marchena y Lantejula, con un 30 por ciento de avutardas. En esta zona se ha mantenido el número «mientras que en otros lugares se ha reducido o desaparecido». Todo un logro debido a la complicada reproducción de la especie.

Durante el celo, se realiza la «danza de exhibición», un ritual donde los machos se hacen una bola blanca, pudiéndose observar desde lejos. Así los reconocen las hembras que acuden para el apareamiento durante marzo o abril. La temperatura influye mucho y en primaveras más frescas este ritual se retrasa un poco en el tiempo.

La reproducción es muy compleja porque la importancia del apareamiento la tienen los machos y no todas las hembras se aparan –el macho adulto elige a las hembras entre las mejores y, por tanto, hay hembras que son fértiles pero no se aparean–. Además es la hembra quien se encarga de la cría. El pollo nace con unos diez gramos y «lo tiene que criar sola. Es mucho alimento el que tiene que encontrar para ponerlo en un peso aceptable». De ahí que sea tan complicado el ciclo reproductor, detalla Martos.

En la ZEPA Campiñas de Sevilla hay en torno a 120 ejemplares, la mayoría hembras. Sin embargo, al año tan solo nacen una docena de crías. Se da la paradoja de que, aunque nacen principalmente machos, sobreviven más hembras puesto que muchos mueren en el intento de agregarse a otro grupo. «El macho cuando se independiza comienza una vida errática, un periplo buscando territorio donde asentarse. Son muy gregarios y, solos, tienen que estar pendiente de los depredadores, buscando alimento, etc».

Ampliamente extendida por buena parte de la Península Ibérica hasta mediados del siglo pasado, la avutarda ha venido sufriendo en las últimas décadas una pérdida de densidad poblacional y áreas de distribución a causa del abandono de las prácticas agrícolas tradicionales y del aumento de la mecanización del campo. Tuvo mucha importancia en esta disminución la caza, ya que era una especie cazable hasta el año 82.

Actualmente, la principal amenaza para la especie es el hábitat –por la transformación de cultivos de secano en olivar y frutales y la eliminación de linderos naturales–, a lo que se une el alto índice de muerte no natural que sufre, como es la colisión con los tendidos eléctricos y vallados.

Esta ave –cuyo macho puede pesar una media de doce kilos, mientras que la hembra está entorno a los cuatro– al igual que todas las especies sigue un patrón muy básico. Necesitan refugio, comida y tranquilidad. «Aquí tienen tranquilidad pero el gran problema es el alimento que, por el tipo de agricultura, en la zona hay muy poco. El pollo necesita hierbas y principalmente proteínas, a base de insectos, que cada vez hay menos».

Un hilo de esperanza lo ha ofrecido el nuevo marco de la PAC y la variedad de cultivos en las fincas superiores a diez hectáreas, donde se tiene que implantar un tercer cultivo, siendo casi siempre leguminosas, «que le viene muy bien a la avutarda», explica Martos.

José Antonio Cruz es agente de Medio Ambiente y diariamente patrulla los campos de la zona. Las ha conocido toda su vida y reconoce que si se sigue manteniendo la población es «un logro, cuando en otros sitios está cayendo». Para él, hay mejor hábitat en otras zonas, como puede ser el caso de Carmona, pero «la parcelación le viene muy mal a estos bichos. En Osuna aún se mantienen las grandes fincas donde se siembra trigo y no se vuelve hasta la siega, mientras que en las pequeñas parcelas el propietario es más asiduo a visitarla, lo que ahuyenta al ave».

Diariamente las ve y sabe perfectamente lo que hay en cada momento en el campo. De hecho, «cuando veo una hembra con dos pollos, les doy vuelta y estoy pendiente». No busca nidos porque «son loterías que tocan». Además, encontrarlos «significa que se va a malograr por varias circunstancias». Según su experiencia, «si llegas andando al nido, la hembra se levanta porque sabe que la han descubierto y en el 90 por ciento de los casos lo abandona. Por otro lado, en la zona hay depredadores y como saben que vamos por el campo dejando basura, sigue tus pasos y, posiblemente, él también llegue al nido. Por eso, prefiero ver una hembra con la cría».

Una avutarda asoma por los campos de la campiña. Ha dejado atrás su pollito ante la amenaza y vigila para poder volver a por él. Según el agente, «tienden a colocar el nido cerca de una linde o donde haya una marra en el cereal». En este caso, la linde del camino ha sido su lugar de cría.

Aunque es complicado, esta avutarda se asoma a ojos curiosos. No obstante, la mejor época para divisarlas es en primavera «cuando el campo parece un espectáculo con unos 25 machos exhibiéndose ante unas 50 hembras». Es en el ciclo reproductor cuando comienza la esperanza de esta especie. Son optimistas y destacan la estabilización de esta ave como gran noticia ante esta especie en peligro de extinción en Andalucía.