«Lo fundamental en la vida es saber trabajar en común»

Francisco Toscano. Con media vida en el cargo, el último mito en activo del socialismo sevillano ha pasado de ser alcalde de pueblo a alcalde de ciudad sin gran alboroto

21 dic 2016 / 10:30 h - Actualizado: 22 dic 2016 / 07:00 h.
"Temas de portada","Dos Hermanas, gran ciudad","Francisco Toscano"
  • El alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano Sánchez, en el cargo desde 1983 de forma ininterrumpida, asomado al balcón de su despacho en el Ayuntamiento. / José Luis Montero
    El alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano Sánchez, en el cargo desde 1983 de forma ininterrumpida, asomado al balcón de su despacho en el Ayuntamiento. / José Luis Montero
  • «Lo fundamental en la vida es saber trabajar en común»

Hay cuatro palabras que Francisco Toscano baraja continuamente, en su hablar sosegado y persistente: utopía, trabajo, fortuna y felicidad. Combinándolas logra dar respuesta a casi todas las preguntas, desde a qué dedica el tiempo libre hasta qué pasa por la cabeza de un hombre que lleva 33 años y medio, justo la mitad de su vida, de alcalde de Dos Hermanas cuando sube una mañana más las escaleras que conducen hacia su despacho. O como cuando habla de las ambiciones de Susana Díaz, o de por qué Pablo Iglesias es más un artista que un político. Y también, claro está, al intentar resumir en una breve explicación las claves con las que ha logrado el tránsito más o menos discreto, armonioso y contundente de pueblo a ciudad de ese panorama que se ve desde su balcón de los Jardines. No era tan complicado: su padre, que era juez, enseñó a su docena larga de hijos que el mundo nunca ha ido para atrás, así que él no tuvo más remedio que plegarse a esa imposición a lo largo de su vida y sacarle provecho.

Por ejemplo: «Los de mi generación hacia atrás –ustedes ya sois más jóvenes– somos unas personas con una inmensa fortuna en la vida, porque vivimos los últimos años del franquismo y de la dictadura en nuestra infancia, pero –aunque algunos se molesten cuando digo estas cosas– no los sufrimos como los sufrieron generaciones anteriores. Y sin embargo, sabíamos lo que era vivir en un régimen de falta de libertad. Y además, a esas edades, cuando eres joven, estás lleno de ilusión y de utopía y de esperanza en que tu entorno y tu país puedan ir adelante. Pero no es solo que estés lleno, es que tienes la oportunidad de contribuir a eso. Y esa es la fortuna de nuestra generación: que sean cuales sean nuestros orígenes, y hayamos pasado las vicisitudes que hayamos pasado, siempre ha habido un mejor día futuro; siempre ha ido todo a mejor. Y en ese ir a mejor, tú, lógicamente, de joven, ¿qué vas a desear si además tienes una vocación de servicio a los demás? Pues procurar que en tu entorno cambien las cosas».

Desde chico gozó de este impulso y no se le pasó al entrar en la Universidad a estudiar Derecho. Y como se daba la circunstancia de que Franco estaba viejo pero hasta el rabo todo es toro y todavía no estaba permitido coscarse, a Quico Toscano le tocó vivir algún disgusto que otro con la autoridad, que él refiere sin nostalgia ni dramatismo. «Algunas represalias existían en aquel entonces, pero esas represalias, cuando eres joven, tienen poco peso. Sobre todo, cuando sabes las que han pasado generaciones anteriores. Que estuvieras un día en calabozos militares o de la policía o estuvieras con problemas de antecedentes a la hora de moverte o de hacer una oposición, eso no era nada al lado de las cosas que habían ocurrido antes. Por eso digo que somos afortunados, porque vivimos los coletazos del franquismo y sabemos lo que es un país sin libertad donde por cualquier cosa por la que te muevas ya estás controlado, pero no lo sufrimos. Cuando digo esto se enfada mucho incluso gente que no llegó a sufrir nada, je, je. Se enfada de que uno retrate la realidad de lo que eran esos años».

Un ratito antes de la entrevista, cuando el cronista hacía tiempo solazándose con la pequeña y agradable selva que conforma el interiorismo del Ayuntamiento, Toscano salió hasta el rellano junto a un señor mayor al que despidió con afecto de viejo camarada. Resulta que era un compañero de la fábrica de cerámica donde trabajó en su juventud, la que lo atrajo desde Sevilla hasta Dos Hermanas. «Tiene el hombre 78 años y se conserva afortunadamente bien», explicaría luego el alcalde, «porque hoy la edad, salvo que haya una enfermedad, nos conserva con otras energías. Y estábamos aquí saludándonos e intercambiando un décimo de lotería como hacemos todas las Navidades y hablando de cómo estamos nosotros y nuestras familias». Eran tiempos curiosos. Duros, pero emocionantes. Por las tardes, tras su turno laboral, los que más sabían enseñaban a leer y a escribir a los que estaban más verdes. Esta y otras singularidades acabaron creando lazos casi familiares. «Yo veo a aquella gente que con dificultad aprendían a leer, a escribir y a hacer números y que hoy tienen hijos universitarios... Quién me iba a decir a mí eso, que sus hijos serían hoy médicos, abogados, ingenieros...». La democracia es mágica.

Toscano vivió los primeros estallidos políticos de la Transición en el bufete de abogados de Felipe González, metido hasta las cejas en los conflictos laborales más gordos de la época. De ahí, por la vía de la UGT, pasó a la política y al Ayuntamiento de Dos Hermanas. 1983, entra de alcalde; 2016: ahí sigue. El mérito, según dice, es del equipo. «Gracias a él supimos aprovechar las oportunidades que han disfrutado los pueblos», comenta. «Al principio eran cosas sencillas, las prioridades eran elementales: que la gente tuviera agua, pavimento... no había que partirse mucho la cabeza. Luego, cuando superas esas prioridades, empiezas a pensar en calidad de vida, equipamientos culturales, deportivos, educativos... y en esa línea afortunadamente hemos contado siempre con un buen equipo. Eso lo he valorado siempre mucho en mi vida laboral: el que la gente te muestre más o menos preparación y más o menos inteligencia, bien, pero lo que es fundamental en la vida es saber aglutinarse y saber trabajar en común con las diferencias que pueda haber, que siempre las hay porque, si no, no seríamos seres humanos. Pero no perder el tiempo en conflictos internos. Y esa suerte la hemos tenido. Y hemos sabido aprovechar las oportunidades. Hoy nada tienen que ver los pueblos con los de hace treinta años. Pero posiblemente, y aunque pueda parecer una falta de pudor mía, hemos sabido aprovecharlo algo mejor por la continuidad y por trabajar en equipo. Hemos procurado hacer todo lo que había que hacer sin levantar tensiones en la población ni entre nosotros. Ha habido momentos de crispaciones difíciles. Cuando yo llegué seguía presidiendo el Ayuntamiento el escudo anterior a la Constitución, el del aguilucho, no se podía haber hecho nada en el cementerio en reconocimiento a los caídos, como si fueran apestados de la sociedad, y presidía la plaza más importante un recordatorio unilateral de uno de los bandos de la guerra, el vencedor. Pues todo eso, con pequeñas tensiones, se pudo recomponer. Y muchas veces incluso con la participación de los afectados del otro bando, explicándoles que en los momentos actuales la guerra tenía que ser algo de lo que nos avergonzáramos unos y otros, y no ser sentida como un orgullo por ninguno».

«Siempre se ha procurado buscar los encajes y los puntos de conexión entre lo que tiene que representar un paso adelante con lo que tiene que ser también un respeto hacia el pasado. Nosotros disfrutamos, como otros pueblos del cinturón, de una ubicación privilegiada, que es que estamos al sur de una gran ciudad universal como es Sevilla. Y eso lo hemos puesto siempre en valor: el que somos de alguna manera, si lo sabemos hacer, complemento de esa ciudad. En aquel entonces, las tres grandes poblaciones de la provincia eran Utrera, Alcalá de Guadaíra y Dos Hermanas, tres pueblos muy parecidos en habitantes que nos diferenciábamos porque Dos Hermanas, para bien o para mal, no tenía la historia que tienen las otras dos. Era un poco el patito feo de los tres pueblos. Y las circunstancias han hecho que podamos ir transformándonos y desarrollándonos sin perder el sentido del pueblo pero al mismo tiempo buscando elementos más positivos, que es lo que cualquiera haría en su casa: tener un territorio bien ordenado y saber conservarlo y mantenerlo. Y con todo eso, hacer una ciudad asequible para los que vengan a vivir aquí. Yo siempre digo que para más del 95 por ciento de los ciudadanos, su patrimonio es su vivienda. Hay luego una minoría afortunada que tiene más de una vivienda. Por tanto, cuando la gente decide vivir aquí en el pueblo, parte del crecimiento natural, lo que tenemos que hacer es rodearles las cosas de manera que su decisión no haya sido errónea en ningún sentido, que se sientan cómodos. Al principio, años atrás, sí había cierta tensión entre los nativos y los que íbamos llegando; hoy eso no existe. Es un pueblo abierto, entre otras cosas porque hace treinta y tantos años no llegaba a 50.000 habitantes y hoy somos 140.000, luego no cabe esa dicotomía. Y afortunadamente, la población nueva, sin tener que borrarle a nadie la nostalgia de donde proceda, se siente bien. Yo creo que ahí hemos sabido conectar».

Cabría preguntarse si después de tantos años, de tantos cambios y de tanto hacerse uno mayor en el mismo puesto, sigue vigente el sentido de la utopía, si sigue más o menos intacta la ilusión o ya ha sufrido demasiadas palizas. «Es que no se puede vivir sin eso», dice, con un matiz de rebeldía que modula el tono tranquilo de su discurso. «Yo me jubilaré por una de dos razones: porque llegue el día en que físicamente me vea con más dificultades, y otra, que no creo que llegue nunca, el día que pierda la ilusión. Eso no creo que lo pierda nunca». Una actitud que recomienda a sus colegas. «Respecto a tu propia organización política, te pasa igual: si no podemos contribuir a que se revitalice y que sea de verdad una herramienta de servicio a la sociedad, y se convierte al final en un medio más de vida para la gran mayoría de la gente, pues estamos de sobra todos». Semejante afirmación, con lo convulsas que están las cosas en el PSOE, no podía pasarse por alto. Tocaba preguntar.

Con Pedro Sánchez

«Espero que Pedro tome la decisión de tirar para adelante. Con sus aciertos y con sus errores, creo que la línea que él ha iniciado significa un cambio en el partido que no se digiere hoy por hoy, pero que el partido lo necesita. Pivotar los valores fundamentales del nuestro sin una participación sustancial de los militantes, eso no es viable. Y yo en ese sentido he creído en Pedro y espero con toda ilusión que dé el paso de tirar para adelante. Otra cosa es que el hombre, en estos momentos, esté reservado hasta ver cómo van las cosas. Porque además hay una gran convulsión en su entorno. Desde los más allegados, que eran fruto de ese viejo procedimiento de cómo se hacían las estructuras del partido, de conciliar, de unir, y los equipos se debían más a eso que a verdaderos equipos. Como no había de verdad raíces que los unieran, sino que eran componendas, ese equipo ha estallado. Hernando tardó unas horas en dar la vuelta y los demás están buscando la fórmula de dar la vuelta o de esperar a verlas venir a ver cuál es el caballo ganador. Yo estoy convencido de que Pedro se presentará, y me costaría mucho pensar que no va a haber un apoyo mayoritario de la militancia si se presenta. Entonces, están aprovechando todas las presiones posibles internas y externas; externas, por los compañeros Felipe, Rubalcaba, como el propio Zapatero, para decirle adónde vas tú y hacerlo responsable de todas las maldades que ha vivido el partido cuando no es así. E internas con sus supuestos allegados, que fueron allegados de componendas y que ahora le dicen un día sí y otro no tú eres un estorbo y te tienes que retirar». Pero las alternativas son escasas. «Ha pasado de ser secretario general, de ser diputado e incluso de tener opciones de ser presidente a ahora mismo no ser nadie, nadie en el terreno que estamos acostumbrados a valorar. En el terreno de los valores, ha puesto de manifiesto que no tiene apego al cargo y que tiene palabra. Entonces, poca gente hay para que sacien de alguna manera el sentir mayoritario de los militantes en contra de todo lo que ha pasado. Hay muy pocas personas, muy poquitas; habría que empezar a pensar en él y los que han votado no. Para mí, todos los que se han abstenido se han deslegitimado. No veo capacidad moral e ideológica para enfrentarse a Pedro si se presenta».

Sobre Susana Díaz, dice: «Sería más lista y más feliz si profundizara en su trabajo y buscara ahí la felicidad. Esta hornada de muchos políticos de estar siempre pensando en subir otro escalón, eso te crea una insatisfacción permanente. Porque algunos lo consiguen y dan el salto, pero incluso aunque lo den, ¿significa que por eso son más felices? Y si tú no eres feliz, ¿tú puedes proyectar felicidad a la sociedad? Que esa es otra gran interrogante. Si tú en lo que trabajas estás insatisfecha y crees que tienes que dar otro paso, y otro, y otro, esa ambición desmesurada, tú lo que haces es un trabajo de marketing exclusivamente, tú no estás haciendo un trabajo. Eso dura días, meses, pero no transmites proyecto al conjunto de la sociedad. Ni siquiera tu entorno de colaboradores hacen proyectos de futuro, sino de presente y de subsistir, y al final lo pagamos todos. Creo que la conozco bien. Este tipo de personas, aunque sea un poco atrevido decirlo, no pueden ser felices».

Con todo, dice que no quiere demonizar al contrario, por más que esa sea una práctica habitual de otros. «Yo creo que nadie sobra en ningún sitio. Es más, yo la propuse de secretaria de organización, cosa que algunos me imputan hoy día. Ella tenía entonces 28 años. Volvería a hacerlo porque es una persona con mucha capacidad de trabajo y con formación. Yo pesaba en la reinserción de las personas, que hay que darles oportunidades, y ella estaba entonces muy mal vista. Era diputada nacional, que así a cualquiera se le castiga, pero estaba mal vista en los ambientes de Sevilla. Y yo la conocía de joven y creía que era una persona con gran capacidad de trabajo y con gran conocimiento de la provincia y que podría hacer un gran trabajo, y que tenía ya una edad más madura y que no seguiría ya los mismos métodos que cuando se había desenvuelto en la organización juvenil. Luego no ha sido así, ha seguido aplicando los mismos métodos que ella conocía».

Sobre Rajoy, dice que es todo lo contrario de un tonto. «Eso es un error, porque es más listo de lo que parece. Es más listo que Aznar. Aznar tenía las distintas opciones sobre quién lo podía sustituir (afortunadamente no lo sustituyó Rato), y probablemente escogió a este hombre porque pensó que era el que mejor se iba a acomodar a que él realmente siguiera siendo el presidente. Y este hombre es más inteligente de lo que Aznar creyó y de lo que ha creído la inmensa mayoría de la sociedad. No en vano fue número uno en sus oposiciones. Luego, viene de una tierra como Galicia, donde están acostumbrados más que en Andalucía a sobrevivir. En todos los sentidos. En el económico con el estraperlo, el contrabando del tabaco...Me lo decía un viejo amigo antes de que pasara todo esto: este hombre es mucho más listo de lo que parece. Ya se cepilló a Gallardón, por supuesto a Esperanza Aguirre... se los ha ido cepillando a todos. Ha ido poniendo ahí a muchachos jóvenes de más o menos valía que en todo caso a él no lo van a coger para ser los primeros espadas y les dio mucha carta a los que eran mayores, que también por razón de la edad no le iban a hacer sombra. Y está ahí indiscutible. El tío es un artista. Hay que comprender que políticamente el tío es un artista. Luego hay quien dice que bajo cuerda se lleva muy bien con el Pablo Iglesias de Podemos». Y quien dice que fueron las televisiones de Soraya Saenz de Santamaría las que auparon a la fuerza morada para destrozar al PSOE.

Dicho lo cual, apenas queda sitio para casi nada más. Conviene ir leyendo entrevistas largas a Toscano, porque asegura que no va a escribir sus memorias. «Primero, no creo que sea interesante, ni que haya motivo para centrarse en eso. Y segundo, la mayoría de esas memorias sirven un poquito de egolatría y de vanagloria de las personas; sería una incoherencia total con mi forma de ser. Ni me lo planteo». Su felicidad no está en los libros, ni en la música, ni en el cine, sino en los suyos, en una explotación de vacas que tiene con sus hijos en Alcalá de los Gazules y en sus paseos por las playas portuguesas. «Soy tremendamente feliz en todos los terrenos, en el familiar, en el de los amigos y en el del trabajo», dice. En verano, se cruza los brazos a la espalda, mete las canillas en el agua fresquita del Atlántico en la playa de Alagoa y piensa, mirando al mar, «la bravura y la inmensidad... y la poquita cosa que somos».