Los burguers del Manchón

En Los Palacios y Villafranca los establecimientos de comida rápida tiran de su propia huerta

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
03 abr 2017 / 12:12 h - Actualizado: 03 abr 2017 / 12:22 h.
"Gastronomía"
  • En la foto, los dueños del Burguer Chips, que han abierto otro establecimiento gemelo en la sevillana calle Santo Domingo de la Calzada, en pleno Nervión. / Á.R.
    En la foto, los dueños del Burguer Chips, que han abierto otro establecimiento gemelo en la sevillana calle Santo Domingo de la Calzada, en pleno Nervión. / Á.R.

Es un hecho probado –incluso por quienes aterrizan desde otras latitudes de la provincia cada fin de semana- y el máximo orgullo turístico desde dentro –casi el único- que para comer bien hay que ir a Los Palacios y Villafranca. Lo repiten también como un mantra desde su alcalde, Juan Manuel Valle (IU), hasta el último hostelero de una localidad que ha hecho de la buena mesa, de su repostería, de las rondas de la tapa, de las rutas del arroz, del bombón colorao y de los concursos de sandías gordas su atractiva seña de identidad. Y tanto es así que incluso los establecimientos de comida rápida matizan que esa rapidez tiene que ver más con el formato –y el precio- que con el fondo. «Nuestro concepto fue siempre adoptar cualquier exquisitez que probáramos en un restaurante al estilo burguer», dice Rubén Pérez, hijo de Diego Cachichi, dueño del Burguer Rub, el decano de estos burguers del manchón, abierto en 1982 –¡hace 35 años!–, tan solo meses después de que el primer McDonald’s aterrizara en España, en la Gran Vía madrileña.

«Este pueblo es muy especial, aquí no triunfa tan rápido una franquicia extranjera de comida de rápida», advierte este portavoz de la segunda generación del Burguer Rub, ahora que hace más de un año que abrió el primer Burger King en Los Palacios y Villafranca. El Burguer Rub, con más de 30 trabajadores en plantilla, salió incluso reforzado de la crisis, «porque la gente empezó a pedir mucho más». «Nos enorgullece que los demás nos copien incluso los nombres. Por ejemplo, ya otros establecimientos hablan de salsa nevada o gondolitas, pero la gente sabe quién lo inventó», explica Rubén. Es un negocio seguro, como pueden asegurar también el Burguer Trevian o el Burguer Dino, que abrieron hace más de veinte años y siguen sin dar abasto, especialmente los fines de semana, tanto en sala como en el reparto a domicilio. «Y eso que aquí hay una hamburguesería en cada esquina», dice Inma, la hija de la dueña del burguer con nombre francés, Cristina Posada. Y es verdad; basta un paseo por el pueblo para ver el Burguer Play, el Burguer Papá Pitufo, el Burguer Catalino o el Burguer Duende, entre otros.

En cualquier caso, en los ingredientes autóctonos está buena parte de la clave de su éxito. Porque la mayoría explota lo mejor de la huerta palaciega para condimentar lo que ofrecen. «La salsa María lleva el calabacín de Los Palacios y no te digo más porque es un secreto», advierten en el María Dino, donde presumen además de comprarle los tomates, los pimientos y las cebollas a la empresa local Páez & Viruel, a la que proveen los invernaderos del pueblo. «Los huevos son de aquí y la carne picada también», añaden. En otras hamburgueserías, los proveedores son las cooperativas Parque Norte, Las Nieves o Frupal. Y todo queda en casa.

Franquicia palaciega

Pero si hay un burguer que ha innovado absolutamente, y sin perder las raíces del sabor, ha sido el Burguer Chips, que regenta Juan Felipe Martín Peña junto a los hermanos Morilla (Antonio y Ángel) en la céntrica calle Charco. El primero, un visionario de proyectos empresariales. Los segundos, dos arquitectos con afanes más allá de los planos. «Nos complementamos», dice Antonio, que ha invertido para llevar su Burguer Chips –una marca registrada con acento americano pero fondo manchonero– al sevillano barrio de Nervión. Tal es el éxito de este segundo establecimiento, ya en la capital, que este año abrirán un tercero, y sueñan con «implantar una cadena». «No hay más secreto que amar a tu pueblo y dar lo mejor de él en cada plato», advierte Juan Felipe.

En la empresa trabajan ya más de 20 personas, porque no solo son las de ambos burguers, sino las del centro de producción, instalado también en Los Palacios y Villafranca. «Nuestra carne es siempre fresca, fresca; lo podemos demostrar, nunca la congelamos», insiste Antonio. Ellos preparan sus propias hamburguesas con carne de ternera –la parte del costillar– que pican y sazonan dos veces por semana. «La carne de estas hamburguesas lleva la grasa animal justa, comino, sal y perejil y se hace como la hacían nuestras abuelas», explican, «te la puedes comer con cuchillo y tenedor y sigue estando deliciosa, no hay engaño». Por supuesto, los huevos, los tomates, las cebollas, los pimientos y otros ingredientes son de aquí. Y hasta el pan. La cooperativa panadera más antigua de Los Palacios y Villafranca, Upampa, les hace un pan exclusivo. «Probamos muchas piezas hasta conseguir la que queríamos, con los gramos justos, con un diámetro de once centímetros, y la cantidad de sal necesaria que lo convierte en un pan más pan que los que habitualmente se usan para hamburguesas», explica Antonio mientras oprime una de las piezas, y añade: «Todo es un ensayo-error, hasta que nos sale». El último invento, las pizzas. «Las masas son frescas y elaboradas a diario, y para que nos salgan así hemos investigado mucho», dice Juan Felipe.