Hace casi dos años que el convento de Nuestra Señora del Rosario abría sus puertas, tras más de 12 meses cerrado en el más absoluto abandono. Después de la marcha de las últimas madres dominicas, con el consiguiente cierre del convento y el obrador, los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca se hicieron cargo del mismo tras la cesión del Arzobispado de Sevilla de este edificio religioso, situado en el centro de la localidad.
En noviembre de 2015, los frailes se hacían cargo del inmueble e iniciaron una importante labor social que tendrá su punto culmen en verano cuando inicien un proyecto por el que llevan luchando desde que llegaron. La intención de la congregación religiosa era, en un primer momento, realizar un centro de patología dual y un albergue para personas con necesidades especiales. Sin embargo, fray Alberto Chávez no quiere dar detalles de la futura utilidad del convento hasta que todo el proyecto esté atado y bien atado.
Su primer objetivo lo han cumplido con creces. «Que la gente conociera la congregación y se sintieran identificados con la Cruz Blanca» era su prioridad cuando llegaron a Arahal y ahora son unos vecinos más que habitan en el municipio. No obstante, el reto principal es convertir este convento del Siglo XVII en un centro del que darán más datos próximamente.
A pesar de que el inmueble se encontraba en malas condiciones, poco a poco han ido rehabilitando algunas estancias, principalmente las dependencias privadas y, en breve, acometerán las reformas necesarias para su próximo propósito.
La parte que se va a habilitar para el centro quieren tenerlo finalizado a finales del verano para poder iniciar su labor social cuando lo tengan ya adaptado a la normativa.
Aunque no quieren dar detalles precisos hasta que tengan avanzada alguna documentación, Chávez asegura que «tendrá que ver con las personas y será muy bien acogido por la sociedad arahalense».
La apuesta que hacen los hermanos de la Cruz Blanca es «optar por estos lugares que es donde más falta hacemos». Por ello, la ilusión es patente cuando hablan de lo que quieren realizar en su centro de Arahal. Según manifiestan, «hemos hecho un trabajo de campo, estudiando las necesidades y escuchando a los vecinos. Aunque vamos a iniciar el proyecto, no dejaremos de lado las necesidades concretas del pueblo». Concretamente están ayudando a familias que los necesitan.
Han sido muy bien recibidos, siendo ya parte importante del tejido social. Es habitual verlos en las actividades que se organizan en el municipio recaudando fondos para su financiación. Para todo ello es imprescindible el voluntariado que arrastra esta congregación, conocida a nivel nacional por la labor del padre Pateras.
La comunidad ha hecho suyo el pueblo. De hecho, en la plaza de la Corredera recibían a los voluntarios de Granada con un flashmob realizado por los vecinos arahalenses, con la presencia de algunos frailes. Su intención con este baile, a ritmo de Chayanne, es «que la gente nos vea como personas normales y no piensen que la iglesia es aburrida».
No llama la atención verles danzar en la plaza del pueblo porque es común que asistan a diferentes eventos que se organizan. Este fin se semana, fray Alberto se movía detrás de la barra como si fuera un camarero más. Era en el pabellón de deportes donde servía en la barra de la prueba BTT de la Campiña y no paraba de vender patatas y refrescos a aquellos que se acercaban por una consumición.
Gracias a estos trabajos «podemos pintar medio pabellón o arreglar un cuarto de baño». Los vecinos donan gran cantidad de alimentos y bebidas para las actividades. Alberto bromea cuando dice que «los comerciantes se echan a templar cuando nos ven llevar».
Su esfuerzo les merece la pena porque saben que mucha gente los necesita. Con fe y dedicación seguirán trabajando en este convento, siempre por el bien de la comunidad.