Turismo

Los Pozos de la Nieve, un fresco oasis al calor de la historia

El edificio del siglo XVII fue construido para la fabricación y conservación de hielo, del que se abasteció incluso la ciudad de Sevilla. Posteriormente fue un matadero y hoy es un alojamiento rural acogedor y lleno de historia

04 jun 2019 / 08:52 h - Actualizado: 04 jun 2019 / 09:01 h.
"Historia","Turismo","Turismo rural"
  • Interior de Los Pozos de la Nieve. / J.A.F.
    Interior de Los Pozos de la Nieve. / J.A.F.

A comienzos del siglo XXI Dirk Winderickx pasaba cerca de un edificio que le llamaba poderosamente la atención y siempre pensaba lo mismo. Alguien podría comprar aquel lugar y restarurarlo para turismo rural. Poco podía imaginar, que poco más tarde se convertiría en el dueño de Los Pozos de la Nieve.

Este ingeniero belga, que recaló en España gracias a su trabajo en una multinacional compañía de energía británica, adquirió este paraje situado a un kilómetro de Constantina para seguir escribiendo la historia que desde hace cuatrocientos años acompañaba a la edificación. Una historia singular que viene relacionada con la producción, conservación, traslado y venta de un producto que puede parecer muy simple, como es el hielo, pero que en su origen de simple no tuvo nada. Tal importancia tuvo que este edificio perteneció a la ciudad de Sevilla, siendo parte fundamental del suministro de hielo de la capital hispalense. Un hecho que puede resultar extraordinario si hablamos de la distancia que separa Sevilla de Constantina, 65 kilómetros en línea recta.

Los Pozos de la Nieve, un fresco oasis al calor de la historia
Entrada al edificio./ J.A.F.

Una fachada con historia

La historia de Los Pozos de la Nieve empieza a escribirse en la fachada del edificio. Coronando una espadaña se puede apreciar el azulejo de la Virgen de las Nieves. Una advocación que le viene que ni pintada por su origen en la fabricación de hielo. Ello ya nos habla del matiz religioso que tuvo en su día el edificio. Un matiz confirmado por el hueco que en su día albergó las campanas. Unas campanas que debido a la situación de la finca se oían perfectamente en Constantina. Como hemos dicho, el edificio perteneció a Sevilla y tal constatación también se refleja en esta singular fachada, con Fernando III presidiendo ese escudo de la ciudad hispalense. Debajo de este, la huella de la monarquía encarnada por Carlos II que junto al Ilustrísimo Cabildo y Regimiento de Sevilla compró esos pozos con sus albercas y aguas en 1684. En 1694 obtuvo el privilegio de S.M. para encerrar nieve y en 1699 se ordenó hacer obras en el edificio. Por último, un nombre, Santa Bárbara, atesorando el recuerdo de otro negocio que acogieron sus muros, un matadero.

Los Pozos de la Nieve, un fresco oasis al calor de la historia
Interior de una de las habitaciones. / J.A.F.

Hoy esa historia convive en un edificio destinado al relax y el bienestar, con cinco apartamentos dedicados al descanso y al turismo rural. Unos apartamentos que se han acoplado a la perfección a un edificio, el de Los Pozos de la Nieve, que ofrece múltiples posibilidades. Sus dueños, Dirk y Dominique no han querido que la historia se desvaneciera entre sus muros, y por ello, cuando en 2004 decidieron comenzar la restauración conservaron cuantos vestigios de sus orígenes quedaban en él. Así pues, como gran atractivo del edificio, este conserva los dos grandes pozos en los que se almacenaba el hielo. En su interior conviven, igualmente, restos de los maderos que utilizaron después para colgar las carnes, porque no hay que evitar que después de fábrica y almacén de hielo, fue un matadero. Winderickx no ha querido obviar ni una cosa ni la otra. En su restauración no ha querido imitar y ha combinado elementos originales de la construcción con otros más modernos y necesarios. Eso sí, en todas las estancias predomina el blanco de sus paredes y la sobriedad de su esencia.

Los Pozos de la Nieve, un fresco oasis al calor de la historia
Interior de una de las habitaciones. / J.A.F.

El proceso del hielo

Hoy día los pozos se pueden visualizar gracias a unas aberturas cerradas con su correspondiente verja y su metraquilato. En el techo de los mismos aún hoy hay inscripciones de su orígnes, al igual que resto de los frescos de su capilla y pinturas de la época napoleónica. También el visitante puede hacerse una idea de cómo funcionaba ese matadero. Un negocio muy propio de la zona, gracias a sus enormes dehesas. Pero de lo que seguro se contagiará será de una historia apasionante, de un negocio al alza en aquel instante y desconocido hoy en día. Mirando hacia el exterior aún hay restos de aquellos aljibes donde merced a las frías temperaturas de la zona, en torno a los 20 grados bajo cero, el agua se congelaba y los trabajadores cortaban el hielo para, posteriormente guardarlo en aquellos grandes pozos. Unos pozos que tienen como característica especial la circunstancia de que se encontraban dentro de la edificación y no fuera, como ocurría con otros almacenes de este tipo. Allí, en esos pozos entre capa y capa de hielo se introducía paja y madera. Cuando se extraía para su traslado y venta había que limpiarlo y de ahí la expresión libre de polvo y paja. El último paso era el de su traslado. Un traslado que entonces se hacía en burro y de noche.

Los Pozos de la Nieve, un fresco oasis al calor de la historia
Antiguas instalaciones para hacer el hielo. / J.A.F.

La historia es historia gracias a aquellos que la llevan a cabo, aquellos quienes la transmiten y también aquellos que la conservan. Gracias a este belga que un día soñó con crear un establecimiento rural en un paraje tan bello como Los pozos de la nieve, conocemos el origen de este oficio. Y no solo eso, gracias a esta restauración también podemos pernoctar y disfrutar de un alojamiento que ha recibido incluso el reconocimiento de los Europa Nostra Awards en el año 2006 por parte de la Reina Sofía. Toda una distinción que viene a premiar el trabajo bien hecho y el amor por un edificio y su historia.