«Me motiva en la ciencia el vértigo de alcanzar lo que nadie ha descubierto»

Entrevista a José Miguel Algarín Guisado, físico. Es de Los Palacios y es un prodigio de las investigaciones en metamateriales aplicados a las resonancias magnéticas, tan novedosas e insospechadas que abren una línea de aplicaciones desconocidas hasta ahora por la comunidad científica y médica

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
20 ene 2018 / 19:18 h - Actualizado: 20 ene 2018 / 19:33 h.
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  • El físico José Miguel Algarín, en la sala de trabajo dentro de su domicilio, en Los Palacios. / Manuel Gómez
    El físico José Miguel Algarín, en la sala de trabajo dentro de su domicilio, en Los Palacios. / Manuel Gómez

El 'big bang' del universo de José Miguel Algarín Guisado se originó en la peluquería de su barrio, en Los Palacios, cuando él era un adolescente que cursaba Enseñanza Secundaria. “Hablando con mi peluquero de un personaje que se había puesto de moda, el físico Stephen Hawking, por su libro 'La Historia del Tiempo', me dijo que él tenía el libro y me lo prestaba, y que me gustaría. Yo estaba acostumbrado a leer libros de ciencia ficción, de aventuras en el espacio, y el libro de Hawking me causó un clic en mi cabeza, me entusiasmó aunque no pude acabarlo porque los últimos capítulos me resultaban muy difíciles para mi capacidad comprensiva de entonces, que era un chaval de 15 años. Me determinó a la Ciencia, y sobre todo a la Física”.

A sus 31 años, ha vivido experiencias terrenalmente 'galácticas' como presentar en la feria de tecnología más importante del mundo, la Consumer Electronics Show (CES) de Las Vegas, su prototipo de dispositivo para resonancia magnética, de pequeño formato y bajo coste, reduciendo costes y riesgos de los habituales escáneres de rayos X en centros médicos, clínicas dentales, etc. Y lo hizo tras encabezar durante dos años un equipo de investigación para el que fue contratado por el Instituto de Investigación en Física Aplicada y Electrónica de la Universidad de Maryland (EEUU), y con el apoyo de la empresa Weinberg Medical Physics.

En la actualidad, ha logrado estar adscrito en España al Instituto de Instrumentación para Imagen Molecular, en Valencia, un centro científico gestionado conjuntamente por el CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia. En sus idas y venidas entre la capital levantina y Los Palacios, sueña con mayo para ser padre por vez primera. Una niña está gestando su esposa, nacida en la contigua pedanía de El Trobal, que estudió Administración y Finanzas pero ahora sufre el desempleo.

José Miguel Algarín es el único hijo de un matrimonio de 'manchoneros', así se define en Los Palacios a quienes tienen un terreno de pequeña extensión y en él cultivan. En su caso, viñas sobre todo. Además, desde 2011 es Hijo Predilecto de Los Palacios, votado por unanimidad en el Ayuntamiento, cuando su meteórica carrera universitaria (número uno de su promoción) se vio coronada por ganar ¡dos años consecutivos! el Premio al Mejor Joven Investigador otorgado por el Comité Español de la Unión Científica Internacional de Radio. “Fue en mis dos primeros años de tesis, por trabajos vinculados a esa línea de investigación. En el primero me dieron 1.500 euros, en el segundo ya solo un diploma, porque había llegado la crisis y dicha organización ya no tenía fondos para eso”.

¿Qué libros leyó tras el de Hawking?

Conseguí 'Biografía del universo', de John Gribbin, y 'Biografía de la Física', de George Gamow.

¿Con quién compartía eso?

A lo que me dedicaba con mi pandilla, fuera de las clases en el Colegio Pablo Picasso y en el Instituto Diego Llorente, era a jugar al fútbol en un descampado cercano, y jugar con videoconsolas. Mi favorito era el juego de fútbol de la FIFA.

¿Le costó convencerse de que quería hacer una carrera infrecuente en su entorno?

Cuando terminé la ESO y entré en Primero de Bachillerato, ya estaba decidido a ser físico. Casi nadie de mis compañeros de instituto sabía qué quería ser. Recuerdo que, en Segundo de Bachillerato, un par de semanas antes de acabar el curso y preparar la selectividad, la directora del instituto reunió en el salón de actos a todos los alumnos de esa promoción y nos preguntó quién tenía decidido lo que iba a estudiar. Solo dos levantamos la mano. Y apostilló dirigiéndose a nosotros dos: “Probablemente, incluso vosotros tampoco lo tengáis claro”. Me callé, porque soy una persona vergonzosa, pero pensé para mí: “Yo sí lo tengo claro”.

¿Qué profesor de la Facultad de Física le ha ayudado más a encauzar su potencial?

Las clases de electromagnetismo de Rafael Boix me decantaron por esa rama, me guió muy bien. Y Manuel Freire, mi director de tesis.

¿A qué dedicó su tesis para encarrilar su rumbo como investigador?

Aplicar un tipo de materiales creados artificialmente, que se llaman metamateriales, a la obtención y/o mejora de la calidad de imagen médica en una resonancia magnética. Los hay electromagnéticos, magnéticos o eléctricos.

¿Qué es un metamaterial?

Es un tipo de material con propiedades electromagnéticas que no se dan en la naturaleza de forma natural. Por ejemplo, en un material convencional, pensemos en una lente curva, cuando la luz atraviesa el cristal, se refracta, y siempre en la misma dirección. En los metamateriales se puede conseguir que la refracción ocurra en la dirección contraria, y eso puede tener una serie de aplicaciones que aprovechar. Se trata de fabricarlos adrede para esas propiedades.

Hace pocas décadas, eso parecería ciencia-ficción.

Se estudiaban meramente como hipótesis del tipo “¿Qué ocurriría si la refracción fuese negativa?”, cuando ningún material natural tiene refracción negativa. En la práctica, era inimaginable.

¿Cuáles son las ventajas para el ejercicio de la Medicina?

Cuando hablamos de ondas electromagnéticas, hay dos modos de propagación. El que muchos lectores tendrán en mente, porque es una imagen que salen mucho en televisión: una onda electromagnética que va oscilando. Y hay otro: los modos evanescentes, que hacen referencia a que los campos eléctricos y magnéticos, o uno de ellos, no oscilan sino que decrecen conforme la onda vapenetrando en el material y desaparece, se hace cero a partir de cierta distancia. Una de las propiedades de los metamateriales que yo estudiaba era que el modo evanescente de la onda, dentro del metamaterial, aumenta en lugar de decrecer. Hace justo lo contrario de lo que ocurre en un material convencional. Y eso tiene ciertas aplicaciones en el campo de la resonancia magnética porque la resonancia magnética con lo que trabaja es con esos modos evanescentes.

¿Será fácil que su investigación tenga pronta aplicación en la ciencia médica?

Lo más difícil es abrirse paso entre enormes multinacionales que dominan este mercado de la tecnología. Cuando un comercial de las grandes multinacionales llega a un hospital a tratar de venderle al jefe de radiología un escáner, o un sistema que proporcione mayor calidad de imagen, tiene dos opciones. O te quiere vender una antena con o sin metamateriales que produzca mejor calidad, cuyo coste puede oscilar entre 10.000 y 100.000 euros, o te vende un escáner completamente nuevo, cuyo campo magnético asciende de un tesla a tres o cinco teslas, y que vale de tres a cinco millones de euros. A millón por tesla. Procuran convencer para que se compre un escáner, es una transacción en la que obtienen más facturación y mayor margen de beneficio. Porque el coste de investigación de esa tecnología ya se realizó hace tiempo y está amortizado. Es normal que cada empresa busque lo que más le interesa.

¿Cuál fue su primera gran experiencia internacional?

Las estancias en un centro de investigación para resonancia magnética vinculado a la Universidad de Wurzburg, en Alemania. Trabajando con Félix Breuer, utilizando varios escáneres, probando metamateriales, aprendido muchas cosas relacionados con la resonancia magnética. Seguimos vinculados a través del proyecto que ahora desarrollo en un centro del CSIC en Valencia. Es un campo del conocimiento en el que casi todos nos conocemos, somos pocos.

¿Por qué son pocos?

No tengo una explicación completa sobre por qué somos tan pocos los que hacemos este tipo de antenas. En cambio, sí hay mucha gente dedicada a investigación en ensayos clínicos. En los congresos de resonancia magnética, hay montones de sesiones dedicadas a ensayos clínicos. Y otra causa ha de ser que las empresas fichan a los especialistas en hardware de este tema, y entonces ya dejan de dedicarse al 100% a investigar.

¿Cómo le ficharon en Estados Unidos?

Estaba aún elaborando la tesis en Sevilla, y desde la Universidad de Maryland contactaron conmigo porque tenían relaciones de colaboración científica con investigadores del centro del CSIC en Valencia, con los que ahora sigo vinculado. Éstos me conocieron en un congreso. Desde EEUU me dijeron que estaban buscando a alguien para trabajar en nanopartículas para la detección de señales neuronales. Yo estaba a punto de terminar la tesis, veía a meses vista que con los recortes a la ciencia en España en plena crisis económica no tendría trabajo, y me animé a enviarles el curriculum. Me hicieron una entrevista por videollamada en Skype y en la misma entrevista me dijeron que estaba contratado.

¿Se lo planteó como una migración pasajera?

Estaba mentalizado a la necesidad de estar un par de años en el extranjero para asentar mi trayectoria. Pero con la cantidad de noticias sobre lo mal que está la situación laboral de los investigadores en España, y la falta de inversión para contratar, sí se abría en mí la idea y el temor de no saber cuándo podrás volver.

¿Cómo fue el cambio de vida, a todos los niveles?

Para investigar fue estupendo. Me encantó el instituto de investigación donde trabajaba, en la ciudad de College Park (Maryland). Me costó más integrarme en la forma de relacionarse socialmente. Quizás fuera poca soltura por mi parte. En Alemania, me resultó muy duro adaptarme a la forma de trabajar, y en cambio fue muy fácil hacer amistades. En Estados Unidos fue al contrario, muy fácil trabajar pero resultaba complicado hacer amistades, tanto a mi mujer como a mí nos resultó más difícil integrarnos durante los dos años. Y no todo es trabajar. Hay que trabajar para vivir, y no al revés.

¿Cuál es el principal logro de ese periodo en Maryland?

Abrir una línea de investigación totalmente innovadora, nunca se había estudiado la simbiosis entre la Biología y las nanopartículas magnéticas que estábamos empleando para detectar los potenciales de acción que generan las neuronas cuando funcionan. Después vimos que podíamos hacer lo contrario: es decir, no solo detectar sino estimular a las neuronas para que funcionen cuando nosotros queramos. Nos lanzamos como pioneros casi con los ojos cerrados, sin tener referencias ni precedentes de cómo hacer ese tipo de ligazón entre nanopartículas y neurociencia. Nos arriesgamos, y salió bien. Como decía mi jefe, Edo Waks: Quien no se arriesga, no gana.

También es meritorio que a usted, tan joven, le dieran competencias en un grupo de investigación.

Es su mentalidad. Arriesgar. Él dirigía el grupo y yo dirigía la investigación. Dispositivos que hasta ahora se utilizan como elementos de almacenamiento de memoria, emplearlos en algo relacionado con la Biología y con la Física Médica. Y asumir también el riesgo de que es más difícil lograr que te lo publiquen en una revista científica importante, porque a quienes lo revisen le puede chocar, por falta de referencias previas, y le supone más dificultad entender algo que nunca ha visto antes.

¿Ya se ha publicado?

Aún no. Lo trabajamos hasta junio de 2017, las conclusiones son correctas, y ahora está en fase de revisión. Estamos confiando en que se publique en 'Nature', y también hay otro pendiente de publicación en 'Applied Physics Letters'.

Si lo logra, ¿cuál es el siguiente paso?

Conseguir más financiación para continuar avanzando con Maryland en esta línea. Los experimentos que incluye la publicación se han hecho con nanopartículas fabricadas en un chip de silicio, que se pone en contacto a través de cables con una serie de neuronas de cangrejos o de ratones. El siguiente gran paso es quitarlas del chip e introducirlas en el cerebro o en el sistema nervioso de animales vertebrados o invertebrados.

¿Cómo gestiona en su fuero interno esa mezcla de motivación por descubrir y de vértigo por ignorar si tanto esfuerzo le conducirá o no a un hallazgo positivo?

Claro que da vértigo, muchísimo. Pero a mí me motiva una barbaridad. A nivel personal, lo que más me gusta es hacer lo que no ha hecho nadie. Eso es lo que me motiva. Dar respuesta a algo que nadie haya podido responder antes. A algo difícil, que creo posible mediante un razonamiento matemático y lógico, aunque la gente piense que no es posible. Sin tener tampoco la certeza de encontrar apoyos económicos a esa línea de investigación. Otros investigadores prefieren mejorar lo que ya está descubierto y explicado, lo que tiene también es bueno y tiene sentido desde el punto de vista empresarial.

¿A qué se dedica ahora desde Valencia?

Mientras está esa a la espera, continúo desde el centro del CSIC en Valencia con otro proyecto en el que colaboran las empresas Weinberg Medical Physics y Tesoro Imaging. Se dedican a investigar sobre nuevos tipos de escáner de resonancia magnética.

¿Va a poder investigar también desde la Universidad de Sevilla?

En eso confío, que en los periodos donde no esté en Valencia, pueda trabajar desde desde la Facultad de Física. Espero que pronto se formalicen los trámites de esa colaboración. Sabiendo que habrá momentos en los que estaré residiendo al 100% en Valencia para realizar la mayor parte de los trabajos en su laboratorio.

Cuando está en su domicilio, sin tener los equipos de un laboratorio, ¿qué puede investigar?

La imagen que mucha gente tiene de un investigador es solo la de una persona con bata blanca metida las 24 horas del día en un laboratorio. En mi campo, sin duda que no es así. Con el ordenador hago mucho trabajo de simulación numérica, de cálculos numéricos y de diseño. Además, como soy aficionado a la astronomía, he desarrollado un 'hardware' para mi telescopio. Y con los mismos equipamientos he desarrollado pequeñas antenas. Siempre que no sean muy sofisticadas, las puedo hacer yo mismo en casa. Las antenas están más en tu cabeza, más en la capacidad que tienes de hacer un diseño que en la dificultad de fabricarla.

¿Con qué materiales?

Normalmente, las antenas para resonancia magnética se hacen con hilo de cobre, con una forma determinada que la determinas en un software, según de lo que quieras obtener imagen o señal. En algunos casos en los que no se utiliza el escáner para hacer imágenes sino espectroscopía, se puede usar algún material superconductor. Pero no es nuestro caso. Nosotros tratamos de hacer imagen de tejidos vivos. No puedes meter un superconductor porque tiene que estar refrigerado con nitrógeno líquido y eso puede producir quemaduras por frío.

Cuando fue por vez primera a Alemania y a Estados Unidos, y se presentó a sus colegas de la Física, ¿con qué le identificaban por ser español y andaluz?

Con los tópicos sobre la identidad española: el toreo, el flamenco, la agricultura. Están muy extendidos dentro y fuera de España. Cuando alguien piensa en EEUU, se le viene a la cabeza la tecnología. Cuando a mí me preguntaban por mi entorno en España, no se les ocurre pensar en que puede ser científico. Estoy muy orgulloso de mis raíces agrarias, pero la identidad andaluza ha de ser mucho más que eso.

Tras vivir varios años en el extranjero, ¿cuál es su perspectiva sobre Los Palacios, su municipio natal?

Siempre he querido mucho a mi pueblo, y ahora mucho más. Me gusta enseñárselo a mis compañeros de facultad, de mi época de tesis, y de investigaciones actuales. Me gusta mostrarles dónde vivo. Siempre que hay una oportunidad, los traigo a Los Palacios, donde además se come estupendamente.

Habrá comprobado a su retorno que ni se ha hecho el desdoble de la carretera nacional junto a Los Palacios, tan reivindicado por el alto número de víctimas mortales, ni se ha eliminado el peaje en la autovía Sevilla-Cádiz.

Cuando me fui a EEUU, pensaba que al regresar años después eso estaría solucionado. Se han recogido muchísimas firmas para ambos objetivos. La política se mueve a una velocidad demasiado lenta.

¿Percibe ahora más interés entre los jóvenes palaciegos por la investigación y la ciencia, por tener un horizonte de vida con perspectiva internacional?

Son solo percepciones, pero me parece que hay más formación que interés. No es lo mismo. Porque mucha gente se forma por inercia, existe la presión social de hacer una carrera universitaria, aunque no tengas interés por hacerla. A la vez, también es verdad que hay más noticias de jóvenes brillantes, que ganan premios, que logran patentes, gente que se esfuerza y destaca. No sé si hay más casos así que cuando yo tenía 18 años, o si se habla más de ellos porque los medios de comunicación ahora informan mucho más de estos temas.