Nardos y calor de una devoción

Cientos de peregrinos se reencuentran con San Benito en una romería de altas temperaturas

28 ago 2016 / 23:02 h - Actualizado: 28 ago 2016 / 23:03 h.
"Religión"
  • San Benito salió al encuentro, como cada año, de cientos de peregrinos de distintos municipios. / Fotos: Francisco J. Domínguez
    San Benito salió al encuentro, como cada año, de cientos de peregrinos de distintos municipios. / Fotos: Francisco J. Domínguez
  • Ni los más pequeños se perdieron la romería.
    Ni los más pequeños se perdieron la romería.
  • La quema de velas, uno de los momentos más emotivos.
    La quema de velas, uno de los momentos más emotivos.

El olor a nardos se entremezcla con los aromas de la Sierra Norte en las andas de San Benito. Y el calor del último domingo de agosto lo difunde desde su ermita. La devoción de siglos llena de fe a los devotos que, haciendo frente a temperaturas extremas, llegan desde toda la comarca y parte de la provincia. Tierra sambenitera que peregrina y atraviesa la sierra para ir al encuentro con el que toman como abogado y protector.

Calor en el camino y en la ermita, donde las mujeres castilblanqueñas se arremolinan en las maniguetas del paso, para tener el privilegio de pasear al Santo. Pero sobre todo, «el calor inexplicable que arde en el alma cuando te miras en los ojos del Santo», refieren unas devotas de Alcalá del Río.

Imposible resulta calcular cuánta gente pasa por la ermita en este fin de semana. El ir y venir es incesante. Pero una vez que se accede al recinto, el bullicio queda fuera para imponerse el silencio y la oración. Una señal de respeto no escrita, pero que todo el que por aquí pasa sabe cumplir y mantener.

Las ocho de la tarde es la ansiada hora. Abre el cortejo Tocina, cuyo camino ha sido más alegre por las campanitas de estreno en su carreta. Continúa Cantillana, que crece gracias al «acierto de reunir la devoción sambenitera del pueblo y cuidar al máximo a los peregrinos», explica Benito Falcón, su hermano mayor. Le sigue Brenes, que ha realizado «un gran esfuerzo para sanear la situación económica, conseguido gracias a la colaboración de los breneros», apunta Jorge Barrera. Y por supuesto la matriz, que este año conmemora el 25 aniversario de la llegada de la reliquia del Santo.

Y al fin, San Benito. Bajo templete dorado empapa su hábito –el traje de Marchena, elaborado con una manguilla de esa localidad– con plegarias y agradecimientos. La banda de la Virgen de Gracia, de Castilblanco, interpreta la banda sonora del momento de encuentro. Y en él se renuevan los votos que piden la intersección, en esta procesión repetida durante siglos e inalterable al paso del tiempo. «No ha variado la forma de venerar al santo, y aunque los medios modernos permiten velar por la seguridad, se le rinde honor igual que hace siglos», señala José Manuel Álvarez, hermano mayor de la matriz.

Llegado a la cruz que corona el Real, vuelve a la ermita. Y en la puerta, la devoción puja para poder hacerse con las maniguetas en la subasta y depositar al santo en el presbiterio, antes de que se repartan los nardos, preciadas reliquia conservadas hasta la próxima romería.

Ante todo, San Benito prevalece. Recibe súplicas, alabanzas y peticiones. Se le ofrece la salud, cuando se tiene y cuando se busca; la familia, para que la ponga bajo su protección; a los recién nacidos, que ante su imagen son alzados. Se le encomiendan las almas que se fueron. Y se queman cientos de velas entre lágrimas de agradecimiento. Porque todo se mira a través del tamiz de su devoción, y un año más, a pesar del calor, y al igual que se hecho durante siglos, toda la comarca sambenitera ha rendido honor al Santo de su devoción.