Hace un par de décadas, en el kilómetro cero de este pueblo y de esta carrera de fin de año que el sábado celebraba su tercera edición, la estampa multicolor solo se parecía en los disfraces y en el reloj con campana de la plaza de abastos. Por lo demás, era de noche, los disfrazados estaban borrachos y no se perseguía sino entrar en el nuevo año con la conciencia perdida bajo las botellas de champán volando por el aire de una sociedad más asilvestrada. La Nochevieja palaciega de ahora se corona con San Silvestre, el primer papa que no murió mártir –un 31 de diciembre, precisamente– y que organizó por primera vez la ayuda a los fieles necesitados.
Algo ha debido de quedar de su legado tantos siglos después para que en un pueblo como Los Palacios y Villafranca se coman las doce uvas (de gominolas) a media tarde, bajo un palmeral de fuegos artificiales, después de haber recorrido buena parte de sus calles a buen ritmo pero sin competencia, cantando a carcajadas, y después de haber depositado al menos un kilo de alimentos no perecederos y un par de euros en una cuenta corriente destinada a ayudar a los vecinos que no empiezan el año con buen pie.
Hace tres años fue la asociación Vospa (Voluntarios Solidarios Palaciegos) quien organizó este evento que conjuga deporte, diversión y solidaridad, quizá tres de las más notables señas de identidad de un pueblo que también organiza en diciembre su Media Maratón, una de las pruebas más destacadas a nivel provincial. Pero esta prueba de fin de año no mide kilómetros ni pulsaciones, sino risas y generosidad, y a Vospa se ha unido ya la colaboración del propio Ayuntamiento, de clubes deportivos como el de Atletismo Palaciego o el MTB, La Caixa y hasta un supermercado digital del pueblo como Mitalega.com.
Hasta la plaza de España fueron llegando el sábado grupos disfrazados de arcoiris, payasos o moscardones, de Papá Noel o brujos, amigos caracterizados de superhéroes o villanos, chiquillos vestidos de cuentos y hasta familias completas como el portal de Belén, con un Niño Jesús de ocho meses y la mula y el buey. Al ritmo jocoso y saludable de Footing tonight, aquel éxito con que el grupo autóctono de la tierra No me pises que llevo chanclas estrenaba el siglo XXI, los corredores se pusieron en línea de salida, más pendientes de la guasa colectiva, de los bailes divertidamente desorganizados y de reconocer a los enmascarados que del pistoletazo de arranque, una estruendosa traca que terminó de despertar a la parte de público que no lo había terminado de hacer en el letargo plomizo de las cinco de la tarde. Corrieron unas 300 personas, pero fueron muchísimas más las que, incluso sin participar en la carrera, siguieron entregando alimentos a los voluntarios de Vospa, cuando habían vuelto todos los corredores una hora después, tras recorrer las principales calles del municipio repartiendo por ellas el jolgorio del fin de año horas antes de que la mayoría de los vecinos lo esperase.
En la misma plaza de España se repartieron los premios: un cheque de 50 euros al mejor disfraz infantil, una niña vestida de reina de corazones sacada del maravilloso país de Alicia; otro de 100 euros al mejor disfraz de adulto, un tipo caracterizado de una Maléfica aterrizada del mundo de La bella durmiente; y un último de 200 euros para el mejor disfraz en grupo, que en esta ocasión correspondió a una plebe de pingüinos que no demostraban precisamente frío. En cualquier caso, los mejores premios se repartirán a partir de hoy, a ese grupo de familias necesitadas que son las destinatarias de la labor –durante todo el año– de una asociación de voluntarios que nació en el seno de unas siglas políticas, las del PA, al que ha sobrevivido consolidando una Nochevieja distinta en un pueblo mucho más solidario.