Lora tiene río, pero no puerto. Aún así, cada año un barco navega en la localidad. Su viaje es esperado, y su nombre evocador. El Titanic lo llaman, pero su destino no es tan trágico como el del conocido transatlántico. El barco no se hunde, porque navega sobre fuego y lo hace cargado de migas de pan, cocinadas con la receta tradicional. Y su destino no es ningún puerto americano, sino que su carga encontró su final en los estómagos de los centenares de personas que se acercaron hasta Lora.
Titanic es el nombre de la gigantesca sartén, de diez metros de largo y uno de ancho, con la que la Hermandad loreña del Santo Entierro preparó este domingo la mayor cantidad de migas que se cocinan de una sola vez en todo el país. El fuego que alimentaban 40 bombonas de butano impulsó durante toda la mañana este poco habitual barco que, ayudado además por 40 remeros, avanzó entre brazadas de migas con ajo, panceta y aceite. Todos productos con denominación de origen local, y destinados a un fin benéfico.
Porque Aquí hay miga, que así se llama el evento, nació hace 19 años con intención de paliar las carencias de muchas personas de la localidad y hoy día, después de casi dos décadas, sigue siendo ese su objetivo. Es la hermandad del Santo Entierro la que organiza esta gran comilona, pero aquí no hay rivalidades de ningún color, y, aparte de desfilar todo el pueblo y gran parte de la provincia por los alrededores de la suculenta carga de este utilitario barco, son muchos los hermanos de otras hermandades locales los que arrimaron su hombro –y pala–, como en ediciones anteriores, para llevar a buen término este viaje.
Convivencia de récord
Un guiso de récord que se declina inscribir en el conocido libro que los reúne, porque el objetivo es otro. Francisco José García, hermano mayor de la corporación, señaló que «el mayor éxito de Aquí hay miga es la jornada de convivencia, que consigue contribuir sobre todo a una labor social, además de promocionar la localidad».
Fueron 1.600 los kilos de migas que se repartieron gratis en la jornada, gracias al trabajo de un equipo de más de 120 personas. El guiso lo componían 850 kilos de pan, que junto con 150 kilos de panceta, otros 150 de ajo, sal, agua y 250 litros de aceite dieron como resultado más de tonelada y media de uno de los platos tradicionales de la gastronomía andaluza, endulzado con 2.000 kilos naranjas de la rica huerta local, recolectadas el sábado para ofrecer su mejor calidad y sabor como postre. A esas cantidades hay que añadir las horas previas empleadas en la preparación del pan, y, por supuesto, las horas que, a base de paladas y más paladas, fueron dejando, desde las ocho de la mañana, el condumio en su punto.
Cuatro separadores dividen la gran sartén. Cada sección se fue cocinando con intervalos de 15 minutos, a fin de que los platos siempre fueran servidos calientes. Por tres veces se rellenó el figurado buque para alcanzar la astronómica cifra.
Con puntualidad loreña, la que da la fuerza de la costumbre, salió el primer plato. Muchas manos de voluntarios se afanaban en que la heterogénea cola, compuesta por gente de toda edad venida de Sevilla, Utrera, Cantillana, Carmona o la propia Lora, pudiesen degustar el delicioso plato en su punto oportuno. Clubs moteros e incluso excursiones venidas de Badajoz y Málaga engrosaban la cola, pudiendo disfrutar con apenas diez minutos de espera de un exquisito plato de migas. El alcalde de Lora del Río, Antonio Enamorado, fue el encargado de servir el primer plato, arropado por los concejales María Luisa Cava y Miguel Ángel Nogales.
El Consistorio manejaba previsiones –confirmadas en el cierre de la jornada– que rondaban las 15.000 visitas. Porque es este un evento asentado, que la gente espera y hasta el que se acercaron desde tempranas horas. Cuando a las 12.30 horas salió el primer plato de migas, la cola a pie de sartén se extendía por buena parte de la Alameda del río, el paseo donde se ubica la caseta municipal, la sede habitual de Aquí hay miga.
Porque todo se unió, como se conjugan los ingredientes en la gigantesca sartén, para que nuevamente, Lora del Río fuera el destino más programado este domingo de enero. Comida gratis, las migas. Desplazamiento gratis, en tren financiado por el Consistorio y autobuses desde la estación hasta la propia puerta de la caseta. Puertas abiertas, de todos los monumentos de la localidad, muchos e interesantes. A saber: Parroquia, Ayuntamiento, Casa de la Virgen, Bailío, iglesia de Nuestro Padre Jesús y ermita de Setefilla. Gastronomía, para acompañar las migas en la propia caseta con otras especialidades o en muchos de los bares y restaurantes de la localidad. Y por si todo fuera poco, un tiempo excelente que permitió una tregua en la ola de frío para pasear por el pueblo de forma agradable.
Ya en la noche, con la carga en buen puerto, el Titanic de Lora realizó su último viaje de este año, en dirección a las instalaciones de la cooperativa San Sebastián, donde esperará su próxima travesía, dentro de doce meses. Aliviado de carga, pero repleto con la satisfacción de su tripulación, la corporación del Sábado Santo, merecedores del éxito de esta decimonovena edición, que conseguirá aliviar la situación de muchos loreños que confían a unas migas el apoyo para avanzar.