Era habitual, antes de la irrupción de suelos industriales de bajo coste, que la solería doméstica se dibujase con coloridos alfombras de mosaicos hidráulicos. Una seña de calidad y buen gusto que nace en Lora del Río, en una fábrica fundada hace casi un siglo y que en la actualidad sigue produciendo, prácticamente con los mismos métodos artesanales, pavimentos valorados en todo el mundo.
Luis Ramón Hernández gestiona Solerías de Mosaicos. Licenciado en Geografía, tres meses después de finalizar la carrera comenzó a fabricar mosaicos hidráulicos en Palma del Río. Allí, en una nave cedida de una escuela de empresas, permaneció hasta diciembre de 2002, cuando se trasladó al polígono Matallana. Pero la empresa se remonta a José Hernández. Natural de Barcarrota, en Badajoz, llegó a Lora del Río en 1927, entrando a trabajar en una fábrica de losas hidráulicas, que le fue traspasada. Comienza una larga estirpe dedicada a la fabricación de mosaicos hidráulicos, la de los loseteros. Sus hijos de José –Ángel, Evaristo, Antonio, Eligio, Francisco y José– trabajaron en las losetas. Con la irrupción del terrazo, en los 60, hubo un paréntesis en la producción que retomó Francisco. Luis continuó la labor aprendiendo el oficio de Eligio, su padre, que trabajó hasta casi su fallecimiento en febrero.
La prensa hidráulica es la que da nombre a la losa y al mosaico. Salvo por esta maquinaria, hoy día industrial y eléctrica, la producción es idéntica a como lo hacía el abuelo de la saga. Los distintos diseños se elaboran con trepas, moldes de estructuras de hierro que forman el dibujo. Dependiendo del color se usa marmolina y cemento blanco o gris y se le añade el pigmento necesario para conseguir la tonalidad. Esta base se bate con agua, y con la pasta obtenida se rellena el molde, que en la parte posterior se completa con cemento mezclado con arena de cantera –lo que le da mucha fuerza, siendo un distintivo de la empresa–. Se somete a la presión necesaria con prensa hidráulica. Fabricada la losa, se deja reposar un día, sumergiéndola otra en agua. El secado, que se dilata en función del tiempo, finaliza el proceso.
Mejor estética
Las ventajas del mosaico hidráulico son su durabilidad, «el aspecto estético y la personalización que puede hacer el cliente». Hay suelos exclusivos. «Funcionamos bajo pedido y, en función de lo que quiere el cliente, se le fabrica expresamente». Trabaja con 125 diseños propios. La mayoría son trepas del abuelo, pero unos 30 o 35 se han creado desde que Luis se dedica a la empresa. «Aparecen clientes que quieren un diseño concreto, que han visto en revistas de decoración, o que quieren restaurar un mosaico antiguo para el que hay que fabricar algunas piezas». A ello además se suma las múltiples opciones, puesto que hay infinitas combinaciones. Y la originalidad, pues los diseños ya creados son personalizables en los colores. Lo habitual es combinar blanco, gris, burdeos y amarillo. «Más colores queda poco estético».
«El cliente suele ser una persona con tremenda ilusión por su vivienda, quiere una casa muy especial». El trato con ellos es personal. «Mi fuerte no es el almacén de construcción ni el constructor, es el particular que quiere para su vivienda un suelo personalizado, que quiere un toque de distinción en su hogar». Así, han llegado hasta él clientes de «Huelva, Carmona, el Algarve (Portugal), Holanda, Alemania y Finlandia. Curiosamente de Lora hace tiempo que no tengo pedidos». Edificios institucionales y destacados, como el Círculo de la Amistad de Córdoba, tienen mosaicos loreños. Con la creación de una web en seis idiomas –castellano, inglés, francés, alemán, portugués e italiano– y la presencia en redes sociales se ha abierto las puertas al mercado internacional.
Hablar de producción y facturación de la empresa es difícil, puesto que se fabrica bajo demanda. Como media, pueden elaborarse entre 100 y 150 losas diarias, teniendo en cuenta que «es un trabajo duro. Fabricar una losa supone mover 80 kilos entre los diversos moldes».