Una fiesta de lo más flamenca en Mairena

El patio de Manuel de Nana, el ‘patio de la antigua posá’, acogió un espactáculo para la historia de los entendidos

Alberto Guillén Aguillenito /
20 may 2018 / 22:08 h - Actualizado: 20 may 2018 / 22:18 h.
"Flamenco"
  • Un gran coro rodeaba a los que se animaban al baile en el patio de Manuel de Nana de Mairena del Alcor. / A. G.
    Un gran coro rodeaba a los que se animaban al baile en el patio de Manuel de Nana de Mairena del Alcor. / A. G.
  • Remedios Reyes, en un arranque de rabia. Sobre estas líneas, Perico el Pañero se anima en el patio. / A.G.
    Remedios Reyes, en un arranque de rabia. Sobre estas líneas, Perico el Pañero se anima en el patio. / A.G.
  • Una fiesta de lo más flamenca en Mairena
  • El patio de Manuel de Nana estaba completamente abarrotado para vivir por y para el flamenco. / A.G.
    El patio de Manuel de Nana estaba completamente abarrotado para vivir por y para el flamenco. / A.G.

Tarde flamenquísima y única, la vivida en Mairena del Alcor. De esas que se quedan en la memoria para siempre y cuya simple evocación repentina sacan al recordante una mueca de felicidad instantánea. Bajo el título de Sea usté bien recibió, la Fundación Antonio Mairena, con la colaboración del Ayuntamiento, la Sociedad del Cante Grande de Algeciras y la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, convocaron hace días a la afición en el paradisíaco patio de Manuel de Nana, conocido como patio de la antigua posá. Flamenco prometían y flamenco hubo, vaya si hubo. Quería la organización, según su presidente, Ramón Soler, que los aficionados pudieran disfrutar del arte frente a artistas, sin la barrera y el protocolo que impone el escenario, en una fiesta de tú a tú, y el a la postre entusiasmo de los asistentes confirmó lo acertado de la propuesta.

A mediodía empezaron a llegar los casi 70 participantes. Aficionados venidos de diversos lugares, desde la propia Mairena (pocos, la verdad), Cádiz, Málaga, Madrid y hasta del mismísimo Japón. Tres jóvenes nipones entraban por el patio con cara de ganas de fiesta flamenca, y se escuchó alguna voz achispada, «¿qué sería hoy día de una fiesta flamenca sin japoneses?» No era para menos, con un cartelazo de lujo para una fiesta irrepetible. Desde Algeciras llegaron los hermanos José y Perico el Pañero. De Cádiz venía Remedios Reyes (Chiclana), y Fernando Canela (San Roque). Desde Málaga llegó Antonio Remache y de la vecina Alcalá de Guadaira, Antonio Hermosín. Para acompañar a tal elenco cantaor, dos guitarras jóvenes de altos vuelos. El chiclanero José de Pura y el malagueño Rubén Lara.

Fue Ramón Soler, presidente de la fundación, el encargado de dar la bienvenida con breves palabras que preconizaban el arranque de la velada. A renglón seguido, presentó al protagonista de la ponencia Ámbitos del flamenco: los patios, el arquitecto malagueño y miembro de también de la fundación, José María Morente. Gran aficionado de la fiesta jonda, glosó con amenas palabras todo un mundo artístico en los patios, similares al que acogía la velada, donde dicen que cantó Manuel Torres. Y también habló de figuras como el referido Torres o los Pavón y Mairena.

Así se dio paso a la distensión del almuerzo. Enormes mesas repartidas por el majestuoso patio aglutinaban a compañeros y amigos. Se oía discutir de cante, se repetían halagos a tan florido y vistoso enclave, se oyó las ganas de fiesta y hasta un antiguo anhelo: ¿Para cuándo por fin el museo Antonio Mairena? Al filo de las cuatro de la tarde, se comenzó a oír templarse la primera guitarra.

Arte a raudales

Antonio Hermosín, cantaor sentío y genuino a partes iguales, abrió la lata por soleá, dando cuenta de cómo las gastan en la bendita Alcalá de los Panaderos. En torno a los artistas ya había formado un coro ansioso de arte. Enseguida unos celebradísimos tangos de José el Pañero, con pataíta incluida. Y ya un no parar. Remedios Reyes es una fuerza de la naturaleza. Con José de Pura, hizo por varias veces levantar a la afición para aplaudir. No menos inspirado estuvo un joven Fernando Canela con una seguiriya de las que duelen bien adentro. De Antonio Remache se podrían vindicar mil virtudes, pero lo más justo sea decir que quien no lo conozca a estas alturas ya está tardando. El malagueño es gracia pura y sentimiento, lo mismo cantando que braceando. Y Perico el Pañero, que con un torrente único hizo temblar hasta el jazmín de la esquina del patio. En tercios que no pararon se fueron pasando una ronda y otra, con la afición cada vez más a gusto.

Hasta las nueve de la noche casi duró la jarana. En la misma puerta del patio se empezaban ya a ver las primeras despedidas. Abrazos y deseos bienintencionados se intercalaban con una conclusión unánime: la de la certeza de haber estado en un evento único, una cita que queda para la historia. Los más valientes todavía se fueron a la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, donde siguió el flamenco hasta la madrugada.

Tarde flamenquísima y única, la vivida en Mairena del Alcor. De esas que se quedan en la memoria para siempre y cuya simple evocación repentina sacan al que recuerda una mueca de felicidad instantánea. Bajo el título de Sea usté bien recibió, la Fundación Antonio Mairena, con la colaboración del Ayuntamiento, la Sociedad del Cante Grande de Algeciras y la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, convocaron hace días a la afición en el paradisíaco patio de Manuel de Nana, conocido como patio de la antigua posá. Flamenco prometían y flamenco hubo, vaya si hubo. Quería la organización, según su presidente, Ramón Soler, que los aficionados pudieran disfrutar del arte frente a artistas, sin la barrera y el protocolo que impone el escenario, en una fiesta de tú a tú, y el a la postre entusiasmo de los asistentes confirmó lo acertado de la propuesta.

A mediodía empezaron a llegar los casi 70 participantes. Aficionados venidos de diversos lugares, desde la propia Mairena (pocos, la verdad), Cádiz, Málaga, Madrid y hasta del mismísimo Japón. Tres jóvenes nipones entraban por el patio con cara de ganas de fiesta flamenca, y se escuchó alguna voz achispada, «¿qué sería hoy día de una fiesta flamenca sin japoneses?» No era para menos, con un cartelazo de lujo para una fiesta irrepetible. Desde Algeciras llegaron los hermanos José y Perico el Pañero. De Cádiz venía Remedios Reyes (Chiclana), y Fernando Canela (San Roque). Desde Málaga llegó Antonio Remache y de la vecina Alcalá de Guadaira, Antonio Hermosín. Para acompañar a tal elenco cantaor, dos guitarras jóvenes de altos vuelos. El chiclanero José de Pura y el malagueño Rubén Lara.

Fue Ramón Soler, presidente de la fundación, el encargado de dar la bienvenida con breves palabras que preconizaban el arranque de la velada. A renglón seguido, presentó al protagonista de la ponencia Ámbitos del flamenco: los patios, el arquitecto malagueño y miembro de también de la fundación, José María Morente. Gran aficionado de la fiesta jonda, glosó con amenas palabras todo un mundo artístico en los patios, similares al que acogía la velada, donde dicen que cantó Manuel Torres. Y también habló de figuras como el referido Torres o los Pavón y Mairena.

Así se dio paso a la distensión del almuerzo. Enormes mesas repartidas por el majestuoso patio aglutinaban a compañeros y amigos. Se oía discutir de cante, se repetían halagos a tan florido y vistoso enclave, se oyó las ganas de fiesta y hasta un antiguo anhelo: ¿Para cuándo por fin el museo Antonio Mairena? Al filo de las cuatro de la tarde, se comenzó a oír templarse la primera guitarra

ARTE A RAUDALES

Antonio Hermosín, cantaor sentío y genuino a partes iguales, abrió la lata por soleá, dando cuenta de cómo las gastan en la bendita Alcalá de los Panaderos. En torno a los artistas ya había formado un coro ansioso de arte. Enseguida unos celebradísimos tangos de José el Pañero, con pataíta incluida. Y ya un no parar. Remedios Reyes es una fuerza de la naturaleza. Con José de Pura, hizo por varias veces levantar a la afición para aplaudir. No menos inspirado estuvo un joven Fernando Canela con una seguiriya de las que duelen bien adentro. De Antonio Remache se podrían vindicar mil virtudes, pero lo más justo sea decir que quien no lo conozca a estas alturas ya está tardando. El malagueño es gracia pura y sentimiento, lo mismo cantando que braceando. Y Perico el Pañero, que con un torrente único hizo temblar hasta el jazmín de la esquina del patio. En tercios que no pararon se fueron pasando una ronda y otra, con la afición cada vez más a gusto.

Hasta las nueve de la noche casi duró la jarana. En la misma puerta del patio se empezaban ya a ver las primeras despedidas. Abrazos y deseos bienintencionados se intercalaban con una conclusión unánime: la de la certeza de haber estado en un evento único, una cita que queda para la historia. Los más valientes todavía se fueron a la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, donde siguió el flamenco hasta la madrugada.