¿Quién le dio matarile a Felipe el Hermoso?

David Botello y May Rodríguez Albendea firman el libro de historia más iconoclasta, canalla y divertido

13 oct 2015 / 23:31 h - Actualizado: 13 oct 2015 / 23:33 h.
"Libros"
  • David Botello (izquierda) y May Rodríguez Albendea, ayer en Sevilla. / José Luis Montero
    David Botello (izquierda) y May Rodríguez Albendea, ayer en Sevilla. / José Luis Montero

Una Chabelita que se quedó embarazada, mil conspiraciones, un conseguidor que era la ambición personificada y controlaba los pasillos del poder, crisis, engaños, sexo, dinero, mentiras, corrupción por doquier... No, no es un programa de Telecinco; es Felipe el Hermoso, anatomía de un crimen (Editorial Oberon), la irreverente, desprejuiciada, iconoclasta, gamberra, divertidísima y muy documentada obra de historia con la que David Botello y May Rodríguez Albendea destripan el final de la Edad Media en la Península y, con él, unos cuantos mitos que son, desde su punto de vista y por usar su lenguaje, una trola de las gordas.

De momento, nadie les ha echado en cara que tratándose de un ensayo histórico no sea un tocho infumable. «Al final la historia es una historia», explica David Botello. «Y si se cuenta como se cuentan las historias, es mucho más ameno, más agradable, más divertido, y cualquiera lo puede disfrutar aunque no sea un experto en la materia». Su compañero de armas, May Rodríguez Albendea, se apresura a precisar que el libro tiene «la garantía de que detrás hay una investigación seria y lo que se cuenta es verdad, pero es una historia bien contada, con lo cual se está dejando a todo el mundo bastante satisfecho».

Ambos coinciden en que este es precisamente el tono en el que hay que divulgar la historia. A ver si se comprende mejor, resumido en sus propias palabras: «A Felipe el Hermoso le dieron matarile. Juana la Loca no estaba loca. Y muchísimo menos, de amor. Isabel la Católica envenenó a su propio hermano. Luego dio un golpe de estado y montó una guerra civil para legitimarse... No queremos engañar a nadie. Este libro puede ser peligroso. Puede herir sensibilidades. Si piensas que Isabel la Católica era una santa, o que ella y su marido forjaron la grandeza de España, este no es tu libro».

Entre todos los personajazos de esta historia, Juan Manuel de Belmonte es, cuentan ellos, uno de los más apasionantes de estudiar. «Un hombre muy desconocido, sí. Es un traidor de diccionario», lo define May. «Ese señor tenía una ambición sin límite. Es lo que hoy en día se llamaría un conseguidor, que si tienes que tratar con la alta administración es él quien te lo facilita y todas esas cosas. Tenía esa habilidad. Y aparte, escrúpulos... no tuvo desde que nació» ¿Fue él quien mató al Hermoso? Los autores se miran y sonríen. «Todo el mundo piensa que fue Fernando el Católico quien mató a su yerno. Pero nosotros aplicamos una lógica deductiva, que es la que se usa en muchos informes criminalísticos. Primero, es un señor que está en la escena del crimen, que tiene los antecedentes como para poder ser investigado y que nunca lo fue, y después las cosas suceden bajo su presencia y en sitios de su autoridad, con lo cual una duda razonable ya hay», explica May. Pero no es todo. «Y luego», añade David, «también es muy interesante ver cómo todos van poniendo su granito de arena para que acaben en Burgos, como acaban... ¿Hasta qué punto estaban involucrados el cardenal Cisneros o el propio Fernando el Católico? Está claro que todos lo empujaron hasta el matadero, literalmente.

El parecido con la actualidad no es mera coincidencia. «La historia siempre es cíclica», recuerda David. «Esa falta de escrúpulos tiene mucho que ver con lo que está pasando ahora, y mucho más en este momento en que la política está tan de actualidad, se ha acabado con el bipartidismo y hay un montón de agentes que han entrado en juego, todos con los mismos intereses y todos queriendo gobernar».

«Algo que sí que tiene mucho que ver con lo de ahora», abunda su compañero, «es que muchos de los jugadores de esta historia también eran cortoplacistas: buscaban una ganancia rápida, inmediata, sin tener un plan elaborado a largo plazo. Felipe fue eso: una apuesta cortoplacista que después les salió rana a todos, de ahí la necesidad de quitarlo de en medio. Son grandes conspiradores, gente que no tiene nada que perder y mucho que ganar y que apuestan a muerte».

Pero contar la verdad no interesa, dicen ellos: «La gente que elabora los planes de estudio sabe que si la gente tiene mucha información respecto a lo que ha sucedido en el pasado es más difícil manipularla. Parece ser que sí hay cierta dejación por parte de la administración a la hora de estudiar la historia». De ahí, señalan, ese interés por afianzar los mitos, como el de la mojigata y santurrona reina Isabel o el de la unidad de España. «Tampoco hay que fustigarse por ello», admite May Rodríguez. «Lo hacen todas las naciones del mundo. Lo que pasa es que no sé por qué nosotros tenemos que hacerlo con mitos tan falseados».