Sevilla ciudad olímpica: memorias de una utopía

La urbe hispalense optó hasta en tres ocasiones a ser sede de unos Juegos Olímpicos. Al final el sueño no pasó de ser un deseo inalcanzable

14 ago 2016 / 09:07 h - Actualizado: 14 ago 2016 / 09:07 h.
"Juegos Olímpicos","Alejandro Rojas Marcos"
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Ahora que el fuego olímpico enardece en el pebetero de Río, no serán pocos los sevillanos que evoquen los momentos en los que la capital hispalense soñó con coronarse de semejante laurel. La urbe hispalense litigó hasta en tres ocasiones por albergar unos Juegos Olímpicos de la era moderna, clase reservada a grandes ciudades de postín. Dos décadas después de esa suerte de duermevela olímpica en las postrimerías del pasado siglo, conviene recordar las intríngulis de un proyecto tratado de quimérica fantasía, pero rentable en lo que fue su objetivo primigenio: mantener viva la llama de metrópoli agraciada que crepitaba desde la Expo.

Génesis

El big-bang de la Sevilla olímpica tiene su origen al calor de la Expo 92. El frenesí de este acontecimiento internacional que puso a la ciudad en el mapa cinco siglos después de ser la capital del mundo, sumía a la capital andaluza en un delicioso parnaso, que se veía capaz de derribar cualquier reto. La inversión realizada para la muestra, con infraestructuras renovadas y el éxito organizativo, eran suficiente combustible para que prendiera la mecha de la utópica carrera olímpica. Poco importó que Sevilla fuera una ciudad relativamente pequeña para una empresa de tal magnitud, y que además, otra capital española, Barcelona, acababa de organizar los Juegos.

La chispa surgió gracias a dos protagonistas conocidos por su extremo positivismo: Alejandro Rojas-Marcos y Enrique Moreno de la Cova, el primero de ellos, alcalde durante la Expo, y el segundo, comisario del pabellón que el COI montó en la Isla de la Cartuja, en lo que hoy es la discoteca Antique.

Entre las columnas de ese templo con ínfulas helenas, alumbrado por el cautivador fuego olímpico, Moreno de la Cova pronunció las palabras que desataron las ansias olímpicas hispalense. Era 12 de octubre del 92, la Expo se despedía y él aludió a una hipotética candidatura olímpica para 2008. «El pabellón fue frecuentado por numerosos miembros del COI, Sevilla les impresionó. Comentaban que estaba preparaba en infraestructuras para acoger unos Juegos Olímpicos», cuenta ahora, más de dos décadas después, el propio Moreno de la Cova, a la postre, punta de lanza del pionero proyecto olímpico sevillano. Unos días después, Moreno de la Cova acudió a visitar al entonces alcalde Rojas-Marcos, con motivo de entregarle un detalle cortesía de Samaranch y transmitirle la gratitud del mundo del Olimpismo por la Expo. La conversación se animó cuando el regidor lanzó la pregunta del millón: ¿Una Sevilla olímpica? «Le dije que había pocas posibilidades, pero que sería un proyecto muy ilusionante para la ciudad, mejor para 2008», explica Moreno de la Cova. «¿Cuándo es la siguiente fecha? ¿2004? Pues esa», exclamó Rojas-Marcos, al que le brillaban los ojos. Y el sueño, de repente, echó a andar.

Primeros pasos

El embrión olímpico empezó a ganar peso cuando Rojas-Marcos telefoneó a Samaranch. No habían pasado ni 24 horas desde su conversación con Moreno de la Cova. El entonces presidente del COI redobló los ánimos hispalenses. De los consejos de Samaranch nació el vínculo entre la ciudad y José Miguel Abad, quien fuera consejero delegado del exitoso proyecto de Barcelona 92. Su misión fue la de esbozar un informe sobre la viabilidad de Sevilla como ciudad olímpica. Este amplio documento, que fue entregado al binomio Rojas-Marcos – Moreno de la Cova en julio de 1993, se convirtió en base, y no hizo sino sumar nuevas expectativas, toda vez que citaba, textualmente, que la urbe hispalense se encontraba en mejores condiciones que Barcelona cuando la ciudad condal presentó su candidatura. La evaluación de infraestructuras viarias, ferroviarias y aeroportuarias eran «la mejor baza de Sevilla», decía el informe, amén de calificarlas como «suficientes para soportar» los Juegos. Sí habría que acometer un plan de equipamientos deportivos que garantizara su uso posterior. Este estudio lanzaba incluso una estimación presupuestaria, cifrada en 54.690 millones de pesetas, es decir, más de 328 millones de euros, de los que más de 250 millones de euros serían para instalaciones deportivas, 53 para residencia de deportistas y otros 23 para infraestructuras de servicios.

El siguiente paso era montar una oficina olímpica, auspiciada por el ente que ya se había configurado y en la que se presumía de participación conjunta de órdenes instituciones y privadas. La financiación de la Asociación Sevilla 2004 contó con un 72 por ciento de capital de patrocinadores privados, siendo el 28 procedente del sector público. Es curioso que además del Ayuntamiento, la Diputación y la Junta, participaran hasta cinco consistorios de capitales andaluzas, es decir, todos salvo Málaga y Córdoba. El 31 de octubre del 93 arrancó el trabajo en la sede habilitada, cedida por la Gerencia de Urbanismo, y que no fue otra que la Torre de la Plata, a escasos metros de la Torre del Oro. También se convocó un concurso para decidir el logotipo, para el que no podían utilizarse símbolos olímpicos como los famosos aros o la antorcha. El diseño ganador entre 26 concurrentes fue un clavel rojo, con el rótulo Sevilla 2004. Ciudad candidata.

Proyecto olímpico

En lontananza se situaba 1997, año en el que el COI debía elegir la sede de los Juegos de la XXVIII Olimpiada de 2004. El trabajo era arduo, pero ésta era una carrera de fondo. Todos los componentes del sueño olímpico sabían con absoluta certeza que Sevilla no tenía ninguna posibilidad de acoger los Juegos del 2004. Por varios motivos, algunos de extremo peso como la relevancia de la ciudad o el hecho de que apenas habían transcurrido 12 años desde la cita de Barcelona –nunca hubo tan poca diferencia entre dos Juegos Olímpicos en un mismo país salvo Los Ángeles 84’ y Atlanta 96’- y sobre todo, porque el evento olímpico de 2004 tenía nombre y apellidos desde mucho antes que Sevilla apostara por él: Atenas. La ciudad helena había perdido en su intento de acoger los Juegos Olímpicos de la era moderna del centenario (1996), que acabaron en Estados Unidos en lo que fue una de las decisiones más polémicas de la historia del olimpismo. El COI no podía denegarle esta oportunidad en los albores del nuevo siglo, como finalmente se comprobaría. Sevilla, sin embargo, apostó por la carrera olímpica con intenciones que iban desde meterse de lleno en un intento difícil, que no imposible, para sucesivas convocatorias, pelear por acoger otros acontecimientos deportivos de primerísimo nivel y mantener en el candelero el nombre internacional de la capital hispalense.

La candidatura sevillana trabajó su proyecto antes de presentarse con oficialidad ante el COI, aunque ya eran conocidas por el organismo olímpico las pretensiones de Sevilla tras un primer contacto formal que se estableció en la 101 sesión del COI celebrada en septiembre del 93 en Montecarlo, la misma en la que se eligió a la ciudad oceánica de Sidney como sede del 2000. En marzo del 94 la propuesta Sevilla 2004 estaba lista, y dos meses después, en la Sala Omnimax de la Cartuja, sería presentada ante el Comité Olímpico Español. La estructura de la propuesta hispalense se dividía en cuatro grandes zonas, llamadas «anillos». El primero y más importante se concentraba en la zona norte de la Isla de la Cartuja, en un terreno de titularidad pública, y acogería una decena de deportes, entre ellos la disciplina rey en unos Juegos: el atletismo, previsto a disputar en el futuro Estadio de la Cartuja, hoy mal llamado Olímpico, cuya construcción, y como se ha explicado en otras ocasiones, no estaba comprometida a organizar la cita olímpica. Baloncesto, béisbol, natación y saltos, remo, piragüismo, algunas pruebas de pentalón y la final de fútbol, voleibol y balonmano también se encuadraban en este anillo. El proyecto contaba con instalaciones ya existentes, como el CAR de remo y piragüismo y otros espacios de la Expo 92 que serían rehabilitados como pabellones, además de prever la construcción de otras instalaciones como un gran pabellón cubierto para 15.000 espectadores, estadios de béisbol y un complejo de natación.

El segundo anillo se hallaba dentro del perímetro de la SE-30, en instalaciones sevillanas míticas como San Pablo, Hytasa, Pineda y Amate, unidos a nuevas infraestructuras. Aquí tendrían lugar deportes como bádminton, balonmano, esgrima, gimnasia, hípica, hockey, judo, lucha, tenis, tenis de mesa y el voleibol. El proyecto buscaba así aprovechar estos espacios ya construidos y además dispersar las competiciones para no colapsar la Cartuja.

Una de las características del proyecto, era la expansión del mapa olímpico, con subsedes en la provincia y en la región. El tercer anillo estaba compuesto por una serie de municipios ubicados a menos de 20 minutos, en los que se disputarían ciclismo, halterofilia, boxeo, tiro con arco y tiro olímpico, en instalaciones de Rinconada, Carmona, Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas, Coria del Río, Mairena y Camas, además de sedes de entrenamiento. Destaca el aprovechamiento que pretendía hacerse del velódromo nazareno, o de los complejos de tiro con arco y tiro ya existentes en Alcalá de Guadaíra y Camas, respectivamente. El cuarto y último anillo de instalaciones comprendía a otras ciudades andaluzas: Jerez, Córdoba y Málaga como subsedes de fútbol; la costa gaditana y onubense para las regatas de vela y Granada para acoger la emocionante prueba de descenso de aguas bravas. En ocasiones se recuerda erróneamente que una de las propuestas fue organizar las competiciones de lucha en el anfiteatro de Itálica, algo que incurriría a su vez en un anacronismo sin parangón, ya que el conjunto arqueológico es de origen romano, muy alejado de la identidad griega del olimpismo y de la lucha. Sin embargo, la idea de ubicarlo en las ruinas itálicas no aparece en el dossier del proyecto olímpico Sevilla 2004.

Añadido a la oferta deportiva, Sevilla presentó una propuesta de villa olímpica ubicada en Los Bermejales y que acogería a 15.000 atletas, amén de aprovechar las instalaciones de RTVE en La Cartuja para albergar el centro de prensa. La ciudad quería paliar su falta de capacidad hotelera –poco más de 20.000 plazas para las 50.000 exigidas– con una idea de candidatura «andaluza», que sumara el potencial turístico de la región. En este aspecto, la sintonía entre Ayuntamiento y Junta de Andalucía fue total.

Veredicto del COI

Armado el proyecto hispalense, siguieron las presentaciones hasta que el 29 de junio del 95 se formaliza la candidatura ante el COI, luego de ser aprobada por aclamación en la asamblea general del COE. A finales de ese año se presenta oficialmente en Lausana ante el presidente del órgano olímpico, Samaranch. La ilusión se desata en la ciudad, celebrándose incluso un sondeo en 1996 para testar la opinión del sevillano, cuyo resultado fue de auténtico vapuleo favorable: el 92,3 por ciento se mostraba a favor de luchar por los Juegos. Ya se conocen incluso los rivales de la carrera olímpica, entre ellos el gran favorito, Atenas. Hay otras grandes ciudades como Estambul, Buenos Aires, Estocolmo, Roma o Río de Janeiro. Sí, la capital carioca ya luchaba entonces por albergar el fuego olímpico que ahora alumbra al Cristo Redentor. Lille, San Petersburgo y San Juan de Puerto Rico eran las otras postulantes.

Sevilla quemaba otras etapas de la carrera olímpica como la habitual recepción de la comisión de evaluación, curiosamente presidida por Thomas Bach, entonces miembro del comité ejecutivo y hoy día presidente del COI. Eso ocurrió del 12 al 16 de octubre de 1996. Medio año después, en Lausana, Sevilla acudía a recibir el veredicto sobre qué ciudades pasaban el llamado corte olímpico y pelearían por organizar los Juegos. Solo cinco de las 10 candidatas se verían las caras en septiembre del mismo año, y en el mismo sitio, para conocer quién organizaría los Juegos. «Athens, Buenos Aires, Cape Town, Roma... Stockolm». La ‘s’ silbante de la capital sueca casi vuelca el corazón de la delegación sevillana, que pese a contar con la infanta Cristina de Borbón o Miguel Induráin, entre otros, no pasó esta criba. Sevilla se despertó de su primer sueño olímpico a las 13.27 horas del 7 de marzo de 1997 y dos horas y media después, anunciaba que no abandonaba la carrera olímpica. Nacía Sevilla 2008.

Sigue en la pomada

Sevilla conocía sus límites para ser elegida, algunos objetivos, como el tamaño de la ciudad o la capacidad hotelera y otros, meramente subjetivos, como la cercanía con los Juegos de Barcelona. Sin embargo, no citó el COI que entre los hándicaps de la ciudad estuviera las infraestructuras o la capacidad de transporte, pese a que éstos se mejoraran en el siguiente proyecto olímpico. Aunque fuera prácticamente imposible que el COI designara otra ciudad europea para 2008 tras la cita de Atenas, Sevilla insistió, renovando el logotipo y propuesta, que esta vez aumentó la inversión a realizar y se parapetó bajo el hecho irrefutable de una instalación de campanillas ya construida: el Estadio de la Cartuja. Sevilla 2008 también planteaba una permuta en la villa olímpica, que en lugar de Bermejales estaría allende al río, en Tablada, y contaría con un novedoso y alabado sistema de transporte de deportistas: a través del río hasta el centro neurálgico olímpico, en la Cartuja norte. El director de la oficina olímpica fue Alfonso Seoane, y tanto los gobiernos de la popular Soledad Becerril como del socialista Sánchez Monteseirín, dieron continuidad al proyecto. Ambos, especialmente Becerril, participaron en el sueño olímpico de 2004. Esta vez Sevilla no llegó ni al corte olímpico, rebajando bastante las expectativas de una ciudad que ya no acogía con tanto entusiasmo la carrera olímpica. Pese a lo cual, lo volvieron a intentar para 2012, pero Madrid ganó la batalla fratricida y fue elegida por el COE como postulante hispana. Se dijo entonces que Sevilla sólo volvería a la carrera olímpica una vez Madrid se retirara y de cara a los Juegos Olímpicos de 2028.

El legado

Imagínese unos Juegos Olímpicos en Sevilla: Maurice Greene, Michael Johnson, Abel Antón, Aleksandr Popóv, Manel Estiarte, Talant Dujshebaev, Haile Gebrselassie, Marion Jones, Ronald Rauhe... estrellas del momento en disciplinas olímpicas de atletismo, natación, piragüismo o balonmano pasaron por Sevilla sin albergar el faraónico evento. Ese fue el mayor legado de los intentos olímpicos, convertirse en referencia en la organización de competiciones, como se atestigua con citas como los mundiales de atletismo (1999) y piragüismo (2002), europeos de natación (1997) y balonmano (1996) y otros certámenes que lograron que atrajeron lo más granado del deporte internacional. ¿Qué logró Sevilla? «Unos Juegos Olímpicos por fascículos», la frase, nada menos, que del hombre que más hizo por el olimpismo moderno, Juan Antonio Samaranch.