120 minutos de evasión cinéfila

El cine de verano supone una vía de escape para las penalidades diarias de Tres Barrios, la zona más pobre de España según el INE

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
28 jul 2017 / 08:42 h - Actualizado: 28 jul 2017 / 11:43 h.
"Barrios","Cerro - Amate","Cine de verano"
  • El distrito Cerro-Amate proyecta cada semana sesiones gratuitas de cine de verano en la plaza Doctor Andreu Urra, junto al mercado de Las Candelarias. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    El distrito Cerro-Amate proyecta cada semana sesiones gratuitas de cine de verano en la plaza Doctor Andreu Urra, junto al mercado de Las Candelarias. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Antonio y su hijo preparan la proyección de la película.
    Antonio y su hijo preparan la proyección de la película.
  • Las películas seleccionadas para las distintas proyecciones al aire libre son para todos los públicos.
    Las películas seleccionadas para las distintas proyecciones al aire libre son para todos los públicos.

Desgraciadamente la realidad supera a la ficción en Los Pajaritos, el barrio más pobre de España según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La vida de sus vecinos no es fácil. Muchos llevan años en paro y sobreviven de la caridad y ayudas sociales. Su historia bien podría inspirar el mejor guion de una película de supervivencia o de superhéroes. Sus mayores poderes son hacer malabares para dar de comer a sus hijos y para pagar las facturas cada mes. La situación es la misma en invierno y en verano. O incluso, peor. Apenas hay posibilidad de desconectar de las penurias del día a día. Menos aún de ir a la playa o a la piscina para combatir el calor que se hace insoportable en los reducidos pisos de Tres Barrios (Los Pajaritos, Candelaria y Madre de Dios). Por suerte, ahora en verano cuentan una vez a la semana con una vía de escape: 120 minutos de evasión en la plaza Doctor Andreu Urra, junto al mercado de la Candelaria. Allí, como hacían antiguamente los circos o los espectáculos cinéfilos en los pueblos, llega el cine de verano que proyecta la ilusión de quienes no saben qué van a comer al día siguiente.

«Nos acabamos de duchar y hemos bajado un rato para tomar el fresco y desconectar un poco del día a día», asegura Remedios, una joven madre de Las Candelarias, que acude acompañada de su hijo, su pareja y sus hermanas. «Solemos venir en familia. Los niños disfrutan con la películas de dibujos animados y nosotras, las madres, aprovechamos este rato para hablar de nuestras cosas, que también es necesario».

Los primeros espectadores van tomando asiento de las sillas de plástico blanco que se han colocando frente a la gran pantalla. En primera fila llevan un buen rato varios niños, que juegan entre sí e incluso se impacientan por que comience la película. «Por la mañana vamos a la escuela de verano de Las Candelarias y, por la tarde, a veces mi madre me busca alguna piscina en la que bañarme. Pero no siempre puede. Esto es muy aburrido, no hay nada», explica el pequeño mientras se interesa por el nombre de la cinta que se va a proyectar: «¿Cómo dice que se llama... El inventor de juegos? ¿Es de dibujitos?».

Antonio Claro responde amablemente a los más pequeños. Él también lo fue y nunca olvida la primera película que vio en un cine de verano. «Siete novias para siete hermanos. Tenía cinco años y estaba en el ambigú que tenía mi tío en un cine de verano de Dos Hermanas». El «traqueteo» de las antiguas bobinas y el «chasquido» de las pipas de las personas que seguían aquella proyección despertó en su interior el interés por «probar otra cosa» frente al volante del camino que le brindaba su padre. Por suerte, Antonio se formó como operador de cámara y, desde 1991, se encarga de recrear la magia del séptimo arte en una pantalla portátil que despliega allá donde son requeridos sus servicios. La era digital también ha llegado a los cines de verano, alterando algunos de sus elementos significativos. «Con el formato de 35 milímetros era todo más laborioso. Había que repasar los carretes, ajustar los cortes... Se necesitaba un día entero. Ahora llegas con el dvd o el pen drive, montas el proyector y la pantalla y emites en apenas una hora», detalla este vecino de Dos Hermanas al que acompaña su hijo, de nombre también Antonio, que «afortunadamente» sigue sus pasos.

La noche se hace en la plaza y comienza la película. Luis y sus dos hijos vienen andando desde la zona de Amate. «Vamos a ver si le gustan. Ellos querían dibujos animados y esto no tiene pinta de serlo. ¿Nos quedamos?» La sonrisa de los pequeños es la mejor respuesta. Corren a los asientos y abren las bolsas de pipas y gusanitos que le sobresalen de los bolsillos del pantalón. Allí se encuentran con Abraham, un pequeño espectador que lleva la equipación del Sevilla FC de hace cuatro temporadas. «Es la primera vez que vengo a un cine de verano. Me gusta mucho», dice agarrado a la mano de su madre. Han venido con los vecinos del bloque, incluida una señora en silla de ruedas: «Aquí somos una gran familia y nos ayudamos en todo aunque no tengamos nada». Es la grandeza de un barrio deprimido pero con mucha gente de cine que quieren cambiarlo.