90 años que valen 20 veces el Real

‘El Machacante’, fundada en 1927, es la caseta más antigua de toda la Feria. Debe su nombre a la moneda de cinco pesetas que pagaban como cuota sus socios originales

30 abr 2017 / 19:53 h - Actualizado: 30 abr 2017 / 20:21 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2017"
  • La decoración elegante y plagada de detalles ha sido motivo de varios premios. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
    La decoración elegante y plagada de detalles ha sido motivo de varios premios. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
  • Insignia que adorna la fachada de la caseta ‘El Machacante’.
    Insignia que adorna la fachada de la caseta ‘El Machacante’.
  • Pianola original de la caseta, que se escapó del incendio que la arrasó en 1964.
    Pianola original de la caseta, que se escapó del incendio que la arrasó en 1964.

El Real de la Feria debe su nombre al real, aquella moneda equivalente a 25 céntimos de peseta que cobraban antaño los cocheros por trasladar a la gente hasta el recinto. Su valor, multiplicado por 20, son por tanto cinco pesetas, un duro o un machacante, que es como también se denominaba allá por finales de los años 20 en Sevilla a esa otra moneda de plata que entró en circulación en 1896 con la cara de un Alfonso XIII infante.

Y de 1927 data El Machacante, la caseta con más solera de la Feria de Abril, que se llama así porque sus socios primitivos pagaban como cuota anual un machacante o cinco pesetas (hoy pagan unos 600 euros). Su insignia es precisamente un duro con la cara del monarca y con la leyenda Por la gracia de Dios, 1927. Se trata de una réplica de unos 60 centímetros de diámetro realizada con la tapa de madera de una bota de vino cubierta de aluminio. Insignia que, por lo demás, es el único testigo de aquellos tiempos que permanece en esta vetusta caseta sita en Joselito el Gallo 26-28, pues sobrevivió al incendio que la destruyó en 1964. «Arrasó media Feria», relata Manuel Caballero, actual presidente de la caseta, que no puede recordar el infausto suceso porque «tenía apenas dos años» pero sí es capaz de reproducir el episodio que siempre suele narrar Manuel García Carrera, uno de los veteranos y nieto de los fundadores. «Uno de los socios se arrojó sobre las llamas para rescatar el machacante. Se quemó los dedos pero salvó del fuego el emblema de la caseta», resume.

De hecho, la insignia sigue presidiendo la fachada de la caseta, pero en su reverso conserva «el tizne de aquel incendio», apunta Caballero, que relevó hace tres años al frente de El Machacante a Francisco Sánchez Yerga, que fue presidente durante casi tres décadas, desde principios de los 80. Tampoco vivió, por tanto, el terrible siniestro, pero le contaron que «se quemó enterita la caseta, que por entonces estaba en El Prado. No había la misma seguridad que hoy y salió ardiendo otra caseta a unos 300 o 400 metros; el fuego se propagó por las pavesas, ya que los toldos no eran aún ignífugos», explica Sánchez. En la caseta se pueden contemplar algunas fotos de la época: una en la que se aprecian varias casetas en el esqueleto tras la pira y otras más de años posteriores, en los que los socios colocaron carteles que decían: «Esto fue un altavoz», «esto fue un lavabo» o «¿esto qué puñetas sería?», haciendo gala de un gran humor. Al mal tiempo, buena cara.

Si la insignia se salvó por la valentía de un socio, la casualidad fue la que permitió que no fuera pasto de las llamas la otra joya de la caseta, una pianola cedida por Juanito Díaz en 1927 y que se encuentra precisamente debajo de las citadas fotos enmarcadas. El organillo, por cosas del destino, no se pudo utilizar aquel año 1964: «La mala suerte se convirtió en buena suerte para la pianola. Es de las pocas que quedan en Sevilla y aún funciona perfectamente; no es fácil tocarla, la solemos usar la noche del pescaíto», cuenta Manuel Caballero, a lo que su antecesor en la presidencia añade que «tiene cinco sevillanas y cinco pasodobles». Del mandato de Sánchez Yerga datan, eso sí, los abundantes premios que ha recibido la caseta en los últimos tiempos, hasta media docena cuelgan en otros tantos cuadros (1994, 1996, 2001, 2004, 2007 y 2013) de unas paredes decoradas con mimo y elegancia: cortinas labradas en el techo, lámparas con lágrimas de cristal, espejos y cornucopias dorados... para una estética que se mantiene año tras año.

Como también se mantiene el número de socios, 43. «En los años 80 entró una segunda hornada de socios, nueva savia, que sirvió para reanimar la caseta y asegurar su durabilidad», explica Caballero. Y Sánchez Yerga lo ratifica: «Cuando entré yo, éramos 14 o 15, había poco ambiente y decidimos ampliar el cupo».

El Machacante celebra este año su 90º aniversario con una serie de actos: el sábado se hizo entrega a los socios de una insignia de plata conmemorativa y se festejó la efeméride con una tarta especial. Y para las noches del martes y el jueves (en torno a la 1.30) hay previstas «unas fiestas en la trastienda, a la antigua usanza, con un corrito flamenco».