«Al principio todo son miedos»

Un sevillano afronta su vida con normalidad tras ser diagnosticado de VIH

30 nov 2016 / 13:42 h - Actualizado: 01 dic 2016 / 07:00 h.
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  • Un médico sostiene una prueba del VIH en un hospital de Guatemala. / Ulises Rodríguez (Efe)
    Un médico sostiene una prueba del VIH en un hospital de Guatemala. / Ulises Rodríguez (Efe)

El próximo abril hará dos años que José Luis sabe que tiene VIH. Y aunque ya hoy lo ha aceptado plenamente, este sevillano de 41 años reconoce que «al principio todo son miedos, te asustas bastante y te sientes desorientado». Porque a raíz de su diagnóstico, comenzó el ir y venir de pruebas, «de términos que no entiendes» y, luego, la medicación. Tres pastillas que, finalmente, han terminado siendo solo una «muy gorda», bromea, cuya dosis se la toma en el desayuno.

Por lo demás, su vida es «completamente normal». Trabaja desde hace muchos años en el sector servicios y nunca ha tenido que darse de baja por estar enfermo ni por sentirse mal con los efectos del tratamiento, los cuales se manifiestan, como en cualquier otra enfermedad, dependiendo de la persona. De hecho, actualmente él solo necesita un par de analíticas de control al año para comprobar a qué niveles se encuentra el virus en la sangre y, en su caso, «por lo general está en cifras que apenas son detectables», lo que significa que la posibilidad de transmisión se reduce.

De cualquier manera, eso es algo que sabe ahora, porque nada ni nadie le pudo evitar uno de los peores momentos vividos, a su juicio, una vez que recibió la noticia: la hora de contárselo a su pareja, con la que hoy está casado, por temor a que también tuviese el virus: «Cómo no sería el miedo que pasamos que la primera noche dormimos hasta separados», recuerda José Luis. Es más, al día siguiente de conocer los resultados de la prueba, ambos se fueron junto a una amiga a un viaje que tenían programado hacía tiempo, «y viví situaciones tan desagradables como que me corté en un dedo y no sabía cómo tenía que reaccionar».

Afortunadamente, su actual marido se realizó las pruebas y salieron negativas, por lo que desde entonces son lo que se conoce como «pareja discordante», aquella en la que uno de los miembros es seropositivo y el otro no. Aun así, el matrimonio pasó los primeros días tras la noticia «algo distanciados y, poco a poco, fuimos venciendo el miedo y nos empezamos a tocar, a besar... hasta hoy, que gracias a los antirretrovirales podemos incluso mantener relaciones sin preservativo», aclara José Luis.

Su relación con la medicación, además, ha ido más allá de la mera toma diaria por necesidad: «Yo siempre he sido una rata de laboratorio, y desde que sé que tengo el virus me he prestado para la investigación de distintos fármacos que se estaban experimentando para evitar la transmisión de madre a hijo», relata.

En este sentido, aparte de recalcar la importancia de las pruebas de detección, José Luis hace un llamamiento a las autoridades sanitarias para que suministren en la sanidad pública el tratamiento de Profilaxis Pre-exposición (PrEP), popularmente conocido como la «pastilla del día antes» que, según explica la ONG sevillana Adhara –que funciona tanto de asociación de pacientes como de Centro Comunitario de VIH y otras Infecciones de Transmisión Sexual (ITS)–, está «recomendada por todos los expertos que trabajan frente al virus de la inmunodeficiencia humana y que sería vital para evitar la transmisión en poblaciones de alto riesgo». Para José Luis, este paso adelante sería «fundamental, porque el condón no es suficiente en muchos casos, además de que suministrarla evitaría el gran gasto público que supone tratar a los pacientes de VIH».

Aparte del apoyo incondicional de su pareja y de su familia «porque el amor y el cariño todo lo pueden», José Luis destaca cómo pertenecer colectivos como Adhara, al que él se unió al poco tiempo de conocer que tenía el VIH, son un pilar importante en estos casos: «Recibes el aliento de quienes, como tú, se enfrentan a algo desconocido, se crean vínculos muy fuertes entre todos y acaban siendo verdaderos amigos». Y es entonces cuando el miedo pasa a un segundo plano y el portador de VIH se dedica a lo que realmente importa, que no es otra cosa que vivir.