“Desde niño quise ser médico del corazón. No de otra especialidad. Del corazón. Y en mi familia no había médicos. Pero me impactaba cada noticia referida a la muerte de alguien por un ataque al corazón. Y me pareció valioso intentar ayudar a que eso no pasara”. Esa es la génesis de la trayectoria profesional y vocacional de Gonzalo Barón Esquivias, nacido en Sevilla hace 54 años, vecino del Prado de San Sebastián, casado con una historiadora que posee un negocio agrario, tienen tres hijos. El pasado mes de marzo presentó en Washington (EEUU), en el Congreso Americano de Cardiología, el estudio que ha dirigido desde el Hospital Virgen del Rocío, y con la implicación de once hospitales de España y uno de Canadá, con datos reveladores sobre cómo reorientar la atención a los pacientes que sufren frecuentes síncopes. Ha sido elegido como uno de los 30 mejores trabajos de investigación, de los 4.000 presentados en tan relevante convención médica, que reunió a 18.000 profesionales.

Es el tercero de los nueve hijos en una familia de padre militar (coronel de artillería) y madre a destajo en el hogar y propietaria de una explotación agraria. “Mi infancia empezó en Heliópolis, después residimos en Los Remedios, cuando era un barrio donde los niños jugábamos muchísimo en lo que llamábamos ‘el campito’. Toda mi etapa escolar la viví en el Portaceli. Mi padre nos llevaba por la mañana, y por la tarde volvíamos andando. Cuando llegué a la adolescencia, empecé a tener que ganarme el dinero si quería disponer de él para salir. En casa no había dinero para el ocio de nueve hijos. Y así seguí durante los años de la carrera universitaria, me ganaba las perras recogiendo algodón o aceitunas en la finca, y poniendo copas en bares de Los Remedios. Esas fueron mis primeras experiencias laborales”.

¿Cuál fue su primera experiencia como médico?

Cuando saqué la plaza de MIR (médico interino residente) en el Hospital Virgen del Rocío. El primer día me enviaron a la puerta de Urgencias. Estaba acojonado. Con el cuerpo cortado, toda una jornada de susto en susto. Acabé ese día llorando.¿Qué estancia fuera de Sevilla le ha resultado más fructífera?

Sin duda, en quinto de carrera, en 1993, cuando estuve de residente en el Hospital de Temple (Filadelfia) y en el de la Universidad de Pensilvania. Grandes profesores como el cardiólogo Carlos Infantes, una eminencia de la cirugía cardiovascular, me animaron a salir a Estados Unidos, y aprendí muchísimo. No solo medicina, también aprendí de su mentalidad: “Si quieres hacer algo, hazlo, pero hazlo bien”. Y si trabajas con esa actitud, cualquier persona te recibe y te escucha. En cambio, no soportan a quien opta por el postureo, por ser mediocre y solo trabajar de cara a la galería. Ahora que soy yo el docente, insisto mucho a mis residentes para que salgan fuera. El hospital en el que te crías te abre los ojos pero también te limita la perspectiva. Hay que saber cómo otros médicos hacen las cosas, con un resultado igualmente bueno.¿Cuáles son sus cometidos en el Hospital Virgen del Rocío?

Soy uno de los cinco responsables del servicio de Cardiología, los que formamos su comité de dirección. Está vacante la plaza de jefe de servicio. Y soy el responsable directo de la formación y de las consultas externas.¿Lo compagina con alguna actividad privada?

Por las tardes acudo a una consulta privada, que me sirve para completar el sueldo y poder afrontar mejor el mantener una casa con tres hijos. Los sueldos son muy bajos en la sanidad pública española, y sobre todo en la andaluza. Pese a ello, estoy dedicado casi por entero a la sanidad pública.¿A cuántas personas ven en las consultas externas del área que usted coordina?

En 2016, fueron casi 18.000 personas en las consultas de Cardiología, y hemos tenido hospitalizadas a unas 4.000. La ocupación de camas alcanza siempre el 100%. Hacen falta más.¿Cómo se pauta el tiempo que ha dedicarse como promedio a atender a cada persona que acude a las consultas?

Por término medio, para la primera cita a un paciente se reservan 20 minutos. Para las posteriores (revisiones, entregas de resultados, etc.), se reservan 15 minutos. Hay jornadas en las que un cardiólogo como yo ve a 15 enfermos. Obviamente, a veces les hacemos pruebas, y se le dedica más tiempo a una sola persona.¿De qué manera organizan la formación continua?

Todos los días de trabajo, tenemos 30 minutos de formación para todos los médicos del área, de 8:30 a 9:00 de la mañana. Todos hemos de aprender, y compartir conocimientos sobre nuevas patologías, nuevas técnicas, nuevos tratamientos. Por ejemplo, una mañana se habla sobre las asistencias ventriculares en los pacientes con insuficiencia cardiaca; otro día, sobre cómo afecta la enfermedad de Fabry al corazón; otro sobre las prótesis percutáneas aórticas, que cada vez se ponen más... Para nosotros, que hacemos medicina de atención especializada, la formación continua es absolutamente necesaria.Se ha especializado en estudiar a los pacientes con síncope. ¿Qué es un síncope?

Una pérdida de conciencia que es muy frecuente: una de cada dos mujeres y uno de cada tres hombres, a lo largo de la vida, tienen estas pérdidas de conciencia. Muchas veces es banal: un desmayo inusual del que se recuperan en cuestión de segundos. Y, en ocasiones, es muy recurrente y necesita estudiarse. La causa más frecuente es una reacción neuromediada o vasovagal. Un problema de frecuencia cardiaca y la reducción del aporte de oxígeno al cerebro. En 1990-91, en mi etapa como médico residente en el Hospital Virgen del Rocío, con los doctores Errazquin y Hernández Aparicio aprendí la técnica de tabla basculante. Desde 1994 me he dedicado mucho a investigar el síncope y he publicado numerosos estudios.

¿Cómo ha avanzado en su conocimiento?

Al estudiar a los pacientes, y aplicarles la prueba de la tabla basculante, vimos que en un tercio de los pacientes su corazón se ralentizaba mucho. La reacción médica ante eso, con lo que se sabía hace 20 años, era ponerles un marcapasos. Pero, en el seguimiento a esos pacientes, yo veía que había enfermos a los que el marcapasos no les venía bien, no mejoraban como era usual. En el grupo de arritmia del Hospital Virgen del Rocío, con los doctores Errazquin y Pedrote, organicé un estudio durante seis años, y lo publicamos en 2002 en una revista internacional. Tuvo mucho impacto porque demostramos que el marcapasos estándar no era el tratamiento adecuado para ese tipo de pacientes, seguían teniendo síncopes.¿Y a partir de ese estudio, qué propuso?

Cuando dirigía el grupo español de estudios del síncope, impulsé con la Sociedad Española de Cardiología invitar a hospitales españoles a participar en una investigación focalizada a un tipo especial de marcapasos para esos pacientes. Logramos el apoyo de la empresa alemana Biotronic, lo aprobó el Ministerio de Sanidad, en coordinación con todas las comunidades autónomas. Durante nueve años, hemos estudiado a pacientes tratándoles con esa estimulación específica mediante un marcapasos distinto y los resultados indican una reducción del 37% en el riesgo de padecer nuevos síncopes. De un promedio del 45% a solo el 8%. Es mucho mejor de lo que esperábamos. Puede ayudar a cambiar las indicaciones en las guías europeas de cardiología, que son la referencia a tener en cuenta por todos los especialistas.¿El feliz aumento de la esperanza de vida origina nuevas patologías en los corazones de avanzada edad?

Al vivir mucho más, hay pacientes a los que les aparecen problemas que no están en los libros, los vamos solucionando con la incorporación incesante de conocimientos y técnicas. Por ejemplo, las prótesis aórticas que se les implantan a personas de más de 80 años. Ya solo están ingresados tres días, con un rango de complicaciones posoperatorias cada vez menor, la mortalidad no supera el 3%, y tienen una estupenda calidad de vida. Hasta hace poco, a muchos no se les operaba, porque la mortalidad en cirugía cardiaca podía llegar a un 25% de casos, y no había alternativa de ponerles ese tipo de prótesis.Las decisiones médicas conllevan un gasto sanitario. ¿Ustedes cómo lo sopesan?

La prioridad es salvar la vida del paciente. Comprendo que muchas innovaciones son carísimas, y las costea el erario público. Por ejemplo, las extensiones ventriculares, son una gran alternativa para los pacientes que necesitan con urgencia un trasplante de corazón y no podemos dárselo por falta de donaciones. Si no lo hacemos, el paciente puede morir. Ese es el problema que hemos de resolver, y actuamos, no nos preguntamos cuánto vale.¿Y al reducirse las tasas de mortalidad, los familiares de los pacientes son más exigentes con ustedes?

Cada vez es más frecuente que el paciente o sus allegados acudan a nosotros preguntando si se les puede aplicar tal o cual técnica. Y lo demandan. Eso no es malo. Nos gusta que la población tenga más cultura médica y más información. Porque así podemos compartir mejor con ellos las decisiones que hemos de tomar, que no siempre son fáciles. Tenemos muchas reuniones con pacientes trasplantados, con los anticoagulados, con los portadores de válvulas, etc. Es bueno el empoderamiento del paciente.Si la población llega a considerar que en los hospitales se nos arreglan casi todas las ‘averías’, ¿se baja la guardia en la vida cotidiana para prevenir los factores de riesgo cardiovascular?

Sí, y quiero llamar la atención sobre el aumento exponencial de la obesidad que se está produciendo en Andalucía. Los estudios tanto de la Sociedad Española como de la Sociedad Andaluza de Cardiología demuestran que tenemos el índice de obesidad en población infantil más alto de Europa. Y parece que buena parte de la población no tiene conciencia de ese problema, y de sus consecuencias. No reacciona. Es urgente. El exceso de colesterol cada vez es más acusado en edades más jóvenes. En niños y niñas de 10 a 12 años, hay una tasa de obesidad alarmante por encima del 20% de la población infantil, y una tasa de sobrepeso en edad infantil por encima del 30%. Los niños cada vez comen peor y cada vez son más sedentarios. Hacen vida de comida prefabricada que es muy dañina, y vida de enganche a la pantalla del ordenador o del móvil.

¿Qué recomienda?

Que los niños coman bien y se muevan como en mi infancia, que jueguen más en la calle. En mi casa, mi madre tenía un plan fijo de comidas, y no a capricho, todos lo mismo, y estaba el día fijo de las lentejas, el día fijo del potaje,... Así era en muchos hogares.¿No le resulta paradójico que ese retroceso suceda a la vez que muchos adultos han logrado dejar de fumar?

Sí, ha sido uno de los mayores logros de la sociedad española en los últimos diez años. Bendita ley la que prohibió fumar en lugares públicos. Ahora te reúnes con las amistades y ves que, de veinte personas, solo una se levanta para salir a fumar.¿El corazón del ser humano podrá sostener un promedio de esperanza de vida cercano a los cien años?

No se puede dar una respuesta categórica. Hace más de medio siglo, los médicos pioneros en cirugía cardiaca veían a un paciente de 60 años como alguien al que era casi imposible prolongarle mucho la vida. Cada vez somos más capaces de arreglar los problemas de salud. Pero, en el paso de los 80 a los 90 años, veo una inflexión en nuestro organismo, un cierto límite en la capacidad biológica del ser humano. Es difícil pronosticar hasta dónde estiraremos ese límite. Sin dejar de preguntarnos qué será éticamente admisible para intervenir agresivamente en el curso natural de nuestra evolución físiológica.¿La profesión médica va a ser mejor valorada en la escala social, o se le va a dar menos importancia porque puede parecer que curar enfermedades es más fácil?

La población, en general, valora muy bien a los médicos. Hoy en día somos la profesión mejor considerada en España. Por desgracia, los médicos de atención primaria sufren agresiones y desconsideraciones, lo que no nos sucede a los especialistas, donde se acude a la consulta con otra mentalidad y con más respeto. Unos y otros estamos maltratados por las Administraciones Públicas. Siento decirlo, pero los médicos de la sanidad pública en España, sobre todo los especialistas, son los peor pagados de Europa, y a mucha distancia del promedio. Lo constaté con un estudio para la Sociedad Europea de Cardiología. Pensemos en que un médico reside de cardiología que haga cateterismos es un profesional que no está formado sólidamente hasta que llega a los 32 años de edad. Con una trayectoria y una dedicación que no es recompensada salarialmente, en comparación con otras personas que, en sus profesiones, reciben remuneraciones muy superiores y no han tenido que esforzarse para alcanzar una cualificación semejante.¿En cardiología hay mecenas como Amancio Ortega, que ha donado 320 millones de euros para equipamiento al servicio de los oncólogos?

¡Ojalá tuviéramos ese mecenazgo! Es formidable lo que ha hecho Amancio Ortega. Me encantaría reunirme con los 35 presidentes de las empresas del Ibex bursátil, para convencerles y que apoyen la investigación cardiovascular. No lo olvidemos: la primera causa de muerte en España no es el cáncer, sino las enfermedades cardiovasculares. En la sanidad pública necesitamos ayuda para catéteres, para laboratorios de electrofisiología y hemodinámica, para las ecocardiografías, por citar algunas prioridades. He hablado con fundaciones privadas y la respuesta ha sido negativa. Ojalá entiendan cuanto antes lo importante que es para la sociedad invertir en avances relacionados con este sector estratégico en el área de la salud.¿Solo lo entiende la industria farmacéutica, tan íntimamente relacionada?

Su apoyo es crucial. Vamos de la mano en muchos progresos de la Medicina, mediante colaboraciones que son absolutamente legales, cristalinas y honestas. Pero también hace falta que se impliquen muchos ámbitos sociales. He presentado mi candidatura a presidente de la Sociedad Española de Cardiología, las elecciones serán en octubre de este año 2017, y uno de mis objetivos es incrementar la inversión privada en investigación. Tenemos un ejemplo bien cercano: Todos los niños de Andalucía pueden beneficiarse del pabellón de oncología infantil que se construyó en el Hospital Virgen del Rocío gracias a los fondos privados recabados por la Asociación Andex. Con la implicación extraordinaria de María Luisa Guardiola. Yo quiero más personas, se llamen como se llamen, que impulsen el mecenazgo privado en favor de la sanidad pública: un bien tan preciado, y tan costoso.Como ciudadano de Sevilla, ¿cómo enjuicia su estado, y su evolución, cuando le toma el pulso?

Es de las grandes ciudades españolas, pero tenemos un problema solucionable: nos miramos mucho nuestro ombligo, estamos muy anclados en que lo nuestro es lo mejor, y es difícil incorporar cosas de fuera. Animaría a todos los ciudadanos de Sevilla a vivir al menos tres meses en otro lugar, eso les enriquecería. Otro problema: Veo a la ciudad paralizada por menudencias políticas, por discusiones políticas que nada tienen que ver con lo que le importa a la gente. Crece el turismo, pero lo que de verdad necesita Sevilla es un gran desarrollo industrial. Por carecer de él, muchos jóvenes han de emigrar. Necesitamos que el sector aeronáutico adquiera una dimensión tan grande como en Toulouse. Sevilla no puede conformarse con ser una ciudad de servicios. Tiene que cambiar, y ser capaz de recuperar a tantos jóvenes que se están desarrollando profesionalmente lejos. Yo soy capillita y feriante, pero trabajo en Semana Santa y en Feria, y si he de viajar en esas fechas por motivos de trabajo, adelante.