«Aquí cada uno se trae su bocadillo de su casa»

Juan Manuel Calvo pertenece a la media docena larga de héroes del albero que tienen aquello decente

03 may 2017 / 08:04 h - Actualizado: 03 may 2017 / 08:07 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2017"
  • Juan Manuel Calvo, en plena tarea de reposición del albero en uno de los paseos de la Feria. / El Correo
    Juan Manuel Calvo, en plena tarea de reposición del albero en uno de los paseos de la Feria. / El Correo

Hay un chiste muy viejo y muy malo que cuenta que un avión con los motores ardiendo está cayendo en picado y va flechado para abajo a toda leche directo a estamparse, y en esto el copiloto va y pregunta: «Mi capitán, ¿vamos a tomar tierra?», y le responde el capitán: «¡Nos vamos a hartar!». La Feria de Abril de Sevilla, como sabe todo el que la haya hollado, tiene un poco de accidente aéreo. Cuando vino Juan Pablo II a dar una misa al campo de la Feria se le quitaron para siempre las ganas de darle besos al suelo, del empacho que llevaba. Lo había aborrecido, como otros los guisantes. Ahora, sin embargo, las cosas son sensiblemente menos lamentables que hace tres o cuatro años y la tierra que se echa es una especie de preparado humanitario concebido para que pasear por encima no equivalga a haberse estrellado con un Jumbo en el desierto del Sáhara. Una brigada de media docena larga de operarios se encarga permanentemente de este pequeño milagro doméstico que permite que la gente deje la tierra donde estaba en vez de llevársela a su casa en la boca, de contrabando, para echársela a las macetas. Juan Manuel Calvo es uno de estos trabajadores que, pala en mano, pintan constantemente la Feria de su color por antonomasia.

Cuenta Juan Manuel, en plena faena, que allá que se pasan ellos todo el día poniendo el lugar en estado de revista. «Lo primero que hacemos es la limpieza de los paseos y después la reposición del albero para que quede ya con su cloruro echado, para que se asiente y no levante polvo y demás». Porque años atrás, a las dos horas de estar en la Feria, se le ponían a uno los ojos como a Schwarzenegger al final de Desafío total. Distinto es lo que pasó el viernes y el sábado, que era aquello un pudding a medio hacer. «Este año es que ha caído mucha, mucho agua», explica. «Creo que han sido 32 horas sin parar. Pero vamos, se mantiene bien, se ha quedado perfecto».

Juan Manuel Calvo es de Torreblanca y se pasa en la Feria de ocho a ocho, doce horitas. Nada menos. «Sí, porque estamos en un retén por si hay alguna incidencia del Cecop. En tal caso, nosotros venimos a limpiar y reponer el albero. Incidencias, sobre todo, las que suele haber son roturas de tuberías de Emasesa, que es lo más normal. Suele pasar, y más con mil y pico de casetas». Por no hablar del estropicio de la carga y descarga. «Los proveedores que llevan los barriles de cerveza o los refrescos, a lo mejor hacen algo de daño, pero nosotros lo reponemos».

«Tenemos un retén por si nos avisan, aquí en la Feria. No es una caseta, sino donde está el albero. Y cuando nos avisa el encargado de que en tal calle hay una incidencia, pues vamos. Cepillo y pala, lo que sea. Allí tenemos nuestra botellita y nuestra tapita, claro. El bocadillo, que se le llama. Aquí cada uno se trae su bocadillo de su casa. Aparte, no voy a la Feria. Como estoy trabajando aquí desde hace un mes hasta los fuegos, después no tengo ganas. Por lo demás, la gente se porta muy bien; el ciudadano tiene armonía. Solo se pone tonto cuando lleva dos copas».