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«Participar en un proyecto europeo obliga a cambiar y a ser de los mejores»

Carolina Rodríguez Bollaín. Punto Nacional de Contacto para programas europeos Horizonte 2020. Desde la Agencia Andaluza del Conocimiento, asesora a centenares de proyectos españoles de investigación

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
02 abr 2017 / 08:22 h - Actualizado: 02 abr 2017 / 08:22 h.
"Son y están"
  • Carolina Rodríguez Bollaín, en Cartuja, donde tiene su sede la Agencia Andaluza del Conocimiento. / Jesús Barrera
    Carolina Rodríguez Bollaín, en Cartuja, donde tiene su sede la Agencia Andaluza del Conocimiento. / Jesús Barrera

En 2016 España ha sido el país que más financiación (6,2 millones de euros) consiguió captar del programa de la Unión Europea ‘Ciencia con y para la Sociedad’, una de las vertientes de Horizonte 2020, el Programa Marco de Investigación y Desarrollo (I+D) de la Unión Europea. Esto supone una participación del 15,06% en la asignación de fondos y una tasa de éxito en la convocatoria del 19,9%, por encima de la media europea (14,2%). Es un balance positivo, un mérito colectivo de universidades, centros científicos, fundaciones y empresas participantes en los proyectos seleccionados, en el que también tiene su cuota parte de responsabilidad la persona que tiene la encomienda para toda España de impulsar la participación en estas convocatorias, y asesorar y revisar las propuestas, con el fin de orientarlas para que incrementen sus posibilidades de éxito cuando son enjuiciadas en Bruselas por los comités de evaluación de la Comisión Europea. Se llama Carolina Rodríguez Bollaín. Y lo hace desde Sevilla.

Horizonte 2020 tiene un presupuesto de 80.000 millones de euros, repartido en el periodo 2013-2020, como política de gran valor estratégico para que Europa reactive su crecimiento económico y su cohesión mediante más y mejor investigación. En dos de los programas en los que se subdivide: ‘Sociedades inclusivas, innovadoras y reflexivas’ y ‘Ciencia con y para la Sociedad’, el Gobierno español designó a Carolina Rodríguez Bollaín como Punto Nacional de Contacto para competir por los fondos europeos. Y lo hace para toda España desde la Agencia Andaluza del Conocimiento, donde tiene su puesto de trabajo, y se dedica a los programas internacionales.

Nació hace 41 años en San Sebastián y está afincada desde hace ocho en Sevilla. Reside en Huerta de la Salud, su esposo trabaja en una cadena nacional de supermercados y tienen un hijo de 4 años de edad. Carolina Rodríguez vivió su infancia en Burgos y su adolescencia en Málaga por la itinerancia de su padre, empresario en la industria cervecera, durante muchos años directivo de la firma San Miguel. Su madre, funcionaria, también emprendió con un negocio de decoración.

–En su juventud, ¿qué le atraía más, los asuntos europeos o el mundo empresarial?

–Europa. Hice la carrera de Derecho en Madrid y, desde el principio, tenía en mente salir a Europa, dedicarme a las relaciones internacionales. España llevaba pocos años formando parte de la Comunidad Económica Europea y muchos jóvenes nos sentíamos atraídos por ese horizonte, era una ilusión, participar con países que percibíamos más avanzados que el nuestro. Por eso realicé un máster sobre temas europeos en la Universidad de Lovaina (Bélgica). Y logré ser elegida para hacer prácticas en la Dirección General de Políticas y Asuntos Sociales de la Comisión Europea. Fue el comienzo de mi etapa de diez años en Bruselas.

–¿Siempre en el mismo departamento?

–No, después pasé por organismos como el Comité de las Regiones. Era asistente de los representantes españoles, portugueses y nórdicos en varias comisiones. Aprendí muy bien cómo funcionan instituciones como el Parlamento Europeo. De ahí pasé al sector privado, recibí una oferta para formar parte del departamento de relaciones institucionales de British American Tobacco. Y años después estuve trabajando en una consultora para proyectos europeos.

–Por lo tanto, conoce las relaciones de influencia y de gobernanza en Bruselas desde los dos puntos de vista.

–Y he vuelto al sector público entendiendo mucho mejor las necesidades de los distintos agentes cuando se definen las políticas europeas.

–¿Debutar profesionalmente en Bruselas era una ventaja para superar el ‘techo de cristal’ que frena a las mujeres?

–Había hace 20 años más presencia de mujeres que en España, pero eran muy pocas las que estaban en puestos de responsabilidad. La gran ventaja para mí, y para numerosos jóvenes de entonces, era que en Bruselas apostaban mucho más por la gente joven. Si veían en ti a una persona muy motivada, muy trabajadora, de las que se responsabiliza en sacar adelante los retos, y sin poner pegas para viajar, te daban un voto de confianza y te concedían oportunidades aun sin tener experiencia. Cuando, en esos años, volvía a España y me relacionaba con mis amigos y compañeros, me daba cuenta de que a ellos no se les daban esas oportunidades porque no tenían experiencia.

–¿Cómo recala en Sevilla?

–Tenía ganas de regresar a España. Inicialmente volví a Málaga, estuve trabajando tres años para la Red de Espacios Tecnológicos de Andalucía. Asesoraba a empresas de toda Andalucía para aprovechar los servicios de innovación, las ayudas a la investigación y desarrollo. Viajé en coche muchísimo por todo el territorio andaluz, fue una gran experiencia para conocer y entender el tejido productivo, y el quién es quién en la generación de innovación. Todo eso me ha sido muy útil en mi labor, ya desde Sevilla, y con objetivos similares, para la Agencia Andaluza del Conocimiento.

–En su redescubrimiento de Andalucía, y con la perspectiva que usted atesoraba al proceder desde la capital política europea, ¿qué le llamó más la atención al conocer el ambiente empresarial?

–Eran los años anteriores a la crisis, de gran dinamismo económico, y descubrí el salto que había dado Andalucía en infraestructuras. Y también descubrí que no solo había empresas de turismo, o de construcción, o de servicios, sino también empresas de éxito internacional gracias a invertir en I+D, como el sector del mármol en Almería, o las de ingeniería en el Parque Tecnológico Cartuja. Fue una gran motivación para mí conocer a pymes lanzadas hacia la internacionalización, creando empleo, queriendo saber lo que se investigaba sobre robótica.

¿No hay otra nomenclatura mejor que llamar a una persona Punto Nacional de Contacto?

Es la jerga. Y además están las siglas. En inglés es National Contact Point (NCP), por lo que muchas veces me llaman y me dicen: “¿Usted es la NCP del Reto 6?”.

–¿Cómo ha sido elegida por el Ministerio de Economía para esta responsabilidad?

–Casi siempre, desde la Secretaría de Estado que coordina en dicho ministerio los temas de innovación, investigación y relaciones con Europa, se concentraban estos cometidos en personas adscritas al Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), con sede en Madrid. Han de ser profesionales que están trabajando desde una institución dedicada a la investigación y desarrollo. Surgió una vacante, y en la Agencia Andaluza del Conocimiento (Consejería de Economía de la Junta de Andalucía), sabiendo cuál era mi trayectoria, me lo propusieron y presentaron mi candidatura. Es una apuesta estratégica y generosa por parte de la institución que me paga. Porque ahora, desde mi despacho en Cartuja, no solo asesoro a entidades de Andalucía, sino a aspirantes de toda España. Esa labor acaba revirtiendo en favor de Andalucía, porque el nivel de información que se adquiere de los consorcios que se organizan desde toda España y toda Europa, beneficia que orientemos mejor a los participantes andaluces, respecto a cómo lo haríamos sin ese aprendizaje continuo.

Imagino que su agenda de trabajo es un cúmulo de videoconferencias, viajes, llamadas, reuniones...

Sí, viajes a Bruselas y Madrid, presentaciones en muchas ciudades españolas,... Menos mal que está Skype, y puedo concertar una reunión simultánea con investigadores de Vigo y Valencia, o cuando asesoro a un equipo conjunto de La Coruña, Bilbao y León... Si todo tuviera que hacerse mediante reuniones presenciales, sería imposible sacar adelante todos los asesoramientos.

–¿Les resulta chocante que esté en Sevilla la persona de referencia en España para buscar el éxito en Bruselas?

–Al principio sí, porque la inercia es pensar que alguien con esta función tiene su trabajo en Madrid.

–¿Los españoles seguimos presentando muchos menos proyectos, y con menos visos de ser aprobados, respecto a países como Dinamarca, Holanda, Bélgica, Francia, que tradicionalmente han sido más proactivos y más hábiles captando los fondos europeos para investigación? ¿Por desconocimiento? ¿Por pereza? ¿Por falta de metodología? ¿Por no hablar otros idiomas?

–La dura crisis económica ha marcado un antes y un después en esa inercia. Es verdad que, durante muchos años, eran muy pocos los grupos de investigación y las empresas de España que aspiraban y participaban a los proyectos de investigación y desarrollo. Una minoría, y muy concentrada en Madrid, Cataluña y País Vasco. En cambio, el resto se sentía cómodo presentándose solamente a los fondos gestionados directamente por el Gobierno español o por las autonomías. Cuando llegó la crisis hace diez años, y esas vías de financiación mermaron rápidamente, muchos investigadores, y muchas empresas, se dieron cuenta de que era urgente buscar alternativas. Y comprendieron que el VII Programa Marco, y el VIII (Horizonte 2020), no son solo para una pequeña élite. Y, aunque sea difícil, y requiera vivir una curva de aprendizaje, saliendo de tu zona de confort y aprendiendo a hacer equipo con personas de otros países, intentarlo ya merece la pena en pos de asegurar su plaza en un centro científico o en un departamento de I+D.

–Para ganar la convocatoria, ¿es condición imprescindible no solo idear un proyecto de excelencia sino ser un comunicador excelente?

–Sin duda. Convencer con un buen proyecto es un ejercicio de comunicación, y cuando tienes evaluadores que están mirando centenares de propuestas, cada una con cientos de folios, y han de puntuarlas, es muy importante explicarles bien el qué, el cómo, el dónde, el por qué. Intentamos asesorarles con técnicas y claves para que no solo se preocupen del fondo de su materia sino también de la forma en que la presentan.

–Cuando se dirigen a usted con propuestas poco interesantes y endebles, ¿cómo evita la tentación buenista de alimentarles falsas expectativas y que sea en otra instancia donde les digan nones?

–Por lo general, me encuentro mucha receptividad para tener en cuenta mis observaciones y mis opiniones. Cuando un equipo llega a mí con un proyecto, ya sabe que la competencia en Europa es muy fuerte. Que hay que ser el mejor. Que hay que unirse en un consorcio con los mejores. Que hay que acertar con una idea adecuada a los objetivos que la Comisión Europea quiere financiar. Todo lo que les indico es pensando en lo mejor para cualquier participante español. Y no para hacerles perder el tiempo y el dinero. Mi opinión es cualificada pero no es la única. A veces les remito a obtener una opinión alternativa de otra persona, desde otra institución. Y, en muchas ocasiones, mi recomendación es reorientar la idea hacia otro programa europeo, o hacerles ver que deben fortalecerla con la participación de más entidades, o aconsejarles que la sigan madurando y se presenten mejor a la convocatoria del año siguiente.

–¿Cuál es su consejo más frecuente?

–No presentarse por vez primera a estas convocatorias siendo el líder de un proyecto europeo, sino participando como una de las entidades que se asocian para colaborar. Es mejor entrar en esa dinámica, aportando tu fortaleza de conocimientos y experiencias en una parte concreta del proyecto, y aprender a lo largo de dos o tres años cómo se organiza, planifica, presenta y ejecuta, viendo cómo lo hace quien te coordina a ti y a los demás miembros del consorcio. Tras ese rodaje de varios años, es más fácil presentar como líder un buen proyecto, y hay más posibilidades de conseguir ser elegido.

–Un proyecto español del que se sienta orgullosa que haya salido adelante.

–Incobra, para aumentar la cooperación entre la Unión Europea y Brasil sobre temas de innovación, ciencia y tecnología, en áreas como la investigación marina y el sector agroalimentario. Participa la Organización Internacional de Parques Tecnológicos, con sede en Málaga.

–¿Alguno liderado por una universidad andaluza?

–El proyecto Stimey, encabezado por la Universidad de Cádiz. El primero que es elegido con liderazgo andaluz en el área de ‘Ciencia en y para la Sociedad’ dentro de Horizonte 2020. Es para aumentar y mejorar la cantera de jóvenes europeos que escojan carreras de ciencia, tecnología, matemáticas, ingeniería. Hacen falta en Europa muchos más profesionales cualificados para dedicarse a estos temas, hay un déficit de estudiantes en relación a la oferta de empleos. Con la empresa Babyradio, de Cádiz, y con socios de seis países, ha montado una plataforma para mejorar notablemente la capacidad de motivar en esa línea a escolares de 8 a 16 años. Involucrando a los profesores y a los alumnos a través de herramientas de redes sociales, de robótica, de programas de radio, de juegos, etc., para que se enganchen a las matemáticas y a las ciencias de una forma divertida e innovadora. Sus artífices tienen un gran mérito porque han competido en la convocatoria con más concurrencia en los últimos tres años. De 204 proyectos, solo eran elegidos 3, y el de Cádiz es uno de ellos.

–¿Percibe en Andalucía si se va resolviendo o no el histórico divorcio entre el ámbito universitario y el empresarial? La dinámica de endogamia en las universidades no tiene nada que ver con las formas de organizar y promocionar el talento en un mercado abierto.

–Sí hay departamentos, o universidades, más punteros a la hora de trabajar con las empresas. Es verdad que aún no son muchísimos. Pesa la tradición, que ha sido vivir de espaldas. Los proyectos colaborativos europeos van ayudando a cambiar de mentalidad y obligando a romper esa tendencia. Cada vez exigen más representación de distintos perfiles de entidades. No solo que se aborde una temática desde distintas áreas de conocimiento, sino que además haya una multidisciplinariedad en la participación: universidades en equipo con centros tecnológicos, empresas, administraciones públicas, organizaciones de la sociedad civil, etc. Cada vez se potencia más que todos los agentes sociales afectados por cualquier temática de la que estamos investigando se vean representados en la consulta, en el diseño del producto, en el proceso, y en el propio consorcio. Queda mucho por hacer, pero se nota que las entidades que empiezan a participar en proyectos de este tipo, van entrando en esa dinámica más fácilmente, en comparación con quienes no lo hacen.

–Usted, como Punto Nacional de Contacto, adquiere un enorme caudal de conocimientos y referencias sobre lo que propugnan y hacen miles de personas. ¿La alta dirección de las instituciones comunitarias y de la política europea tiene en cuenta lo que ven y lo que saben profesionales como usted, para orientar mejor las estrategias y las inversiones?

–Hay comités para los programas de Horizonte 2020 donde se sientan representantes de la Comisión Europea, expertos en la temática correspondiente, y delegados de cada país. En la delegación española nos representan con Rocío Castrillo y Borja Izquierdo, con los que trabajo codo con codo. Recopilamos lo que promueve y lo que importa en la comunidad de investigadores españoles. Pedimos que nos aporten temas y líneas de investigación donde podamos ser más fuertes, con el fin de defenderlas, en el pulso que se libra entre los 28 países miembros, y sean incluidas en las estrategias europeas, lo que nos aportaría más oportunidades. Por ejemplo, en España somos fuertes en divulgación científica, en técnicas de participación ciudadana, en iniciativas de turismo cultural.

–¿Qué objetivos se marcan en Andalucía para alcanzar mayores cotas de proyectos seleccionados?

–Estar en el promedio de España, donde el objetivo es un porcentaje del 9,5% de propuestas que son apoyadas a nivel europeo. En Andalucía se está consiguiendo año a año un crecimiento continuo en la obtención de resultados, la tasa de éxito está sobre el 6% tras ir mejorando en cada convocatoria. Hace 10 años, solo se lograba un 3% de retorno. Tenemos que avanzar y construir sobre lo existente, no prometer quimeras, pues, a la vez que crecemos y competimos más, también aumenta la participación para competir más desde otros países.

–¿Cuántos fondos han logrado las entidades andaluzas sumando las primeras anualidades de Horizonte 2020?

–Más de 90 millones de euros para participaciones en un total de 226 proyectos de investigación e innovación, de los que 67 están liderados por una entidad andaluza, ya fuera una empresa, una universidad o un centro científico. Donde más se ha captado es en las convocatorias del Consejo Europeo de Investigación (13,4 millones), después en las de Tecnologías de Información y Comunicación (10,4 millones), en las de Energía (10 millones) y en las de Innovación en Pymes (8,7 millones).

–El subprograma ‘Sociedades inclusivas, innovadoras y reflexivas’, ¿refleja que la Comisión Europea es consciente de que la desigualdad económica y social dentro de cada país es la gran falla que está rompiendo el proceso de convergencia europea?

–Por supuesto. Pensemos en tantos jóvenes universitarios españoles que han emigrado a Inglaterra, Alemania o Francia para trabajar. Eso forma parte del día a día en la Europa de hoy, al igual que la pérdida de poder adquisitivo en las clases medias, la creciente temporalidad y precariedad del empleo, las tendencias políticas de extrema derecha en muchos países, los movimientos antieuropeístas,... De todo se es consciente en la Unión Europea. Y este programa Reto 6 alienta los proyectos de investigación para darles respuestas a esos problemas. Entiéndase que esas investigaciones no dan soluciones inmediatas, son trabajos que requieren mucho tiempo, entre tres y cuatro años.

–Destaque uno en marcha con participación de alguna entidad andaluza.

–Una investigación, en la que participa la Universidad de Almería, con universidades como La Sapienza (Roma), para analizar la migración de los jóvenes europeos de unos países a otros durante la crisis económica. Estudiar sus motivaciones, su nivel de cualificación, cómo y dónde se han informado para emigrar, qué resultados han obtenido, en qué han conseguido trabajar, cómo se sienten acogidos o no, cómo evoluciona su identidad, qué implicaciones tienen estas migraciones para la vida familiar, para los sistemas de seguridad social, etc.

–¿Cuál es la razón de ser del subprograma ‘Ciencia con y para la Sociedad’?

–Tiene tres objetivos: Por una parte, articular la participación ciudadana para mejorar la toma de decisiones sobre qué investigaciones científicas han de priorizarse en su financiación, dado que es dinero público, es el dinero de la ciudadanía. Otro objetivo es incrementar el número de jóvenes con vocación para dedicarse de lleno a las especialidades científicas y tecnológicas. Para que Europa avance en la Economía del Conocimiento y la Innovación, ha de sobresalir en la creación de productos y servicios de calidad y de gran utilidad para la sociedad. Es seguro que con China, India o Corea no podemos competir con precios más baratos, solo podemos diferenciarnos si logramos mayor calidad. Y, además, se pretende fomentar investigaciones que beneficien en gran medida a toda la sociedad y que tengan como rasgo inherente un sentido ético de la responsabilidad. Por ejemplo, evitar que sean avances tecnológicos a corto plazo que, a la larga, generen problemas a la salud, al medio ambiente, etc.

–Indique un proyecto en marcha liderado desde España.

–El que presentó como líder Fundación la Caixa. Una entidad que no tenía experiencia previa en participar en estas convocatorias como coordinadora e impulsora. Articuló el proyecto RRI Tools, tejió una red con 26 entidades sociales de otros tantos países europeos, y fue aprobado, recibiendo 7 millones de euros. Su objetivo es incardinar de modo práctico la investigación e innovación responsable, sea cual sea la temática en la que se centre. Articular métodos y herramientas para que la aproveche cualquier empresa, cualquier centro investigador, cualquier institución. No quedarse en lo académico sino dar respuesta a preguntas como éstas: “¿Y esto cómo lo llevo a la práctica si soy una pyme y quiero hacerlo?”

–Quienes se postulan desde Sevilla en el mercado profesional como “expertos en proyectos europeos”, ¿son pocos aún? ¿están muy bien capacitados?

–Todavía son pocos, no solo en Sevilla sino en toda España. Hay menos consultoras de las que podría haber para aprovechar un campo con muchas posibilidades. A numerosas empresas les vendría bien tener un consultor externo para ayudarles a participar en estas convocatorias, que requieren una metodología para elaborar los proyectos, para presentar las propuestas, etc. Sí hay más casos de personas que forman parte de la plantilla de una universidad, o un centro de investigación, o una empresa tecnológica, que, a lo largo de los años, se han convertido en expertos para organizar y tramitar las propuestas en el Programa Marco de la Comisión Europea.

–Como ciudadana de Sevilla, ¿qué aprecia en la dinámica de la sociedad sevillana ante el horizonte del mundo de hoy y de mañana?

–De Sevilla me gusta que es una sociedad muy estructurada, muy familiar. Hay raíces fuertes, sentido de pertenencia, unión a través de las costumbres y tradiciones, y también percibo espíritu abierto. Vivimos y trabajamos muchas personas procedentes de otras partes de Andalucía o de otras regiones de España, me siento muy bien recibida y acogida, percibo que es el denominador común, no solo es mi caso. Estoy muy cómoda viviendo en Sevilla y me gustaría quedarme. No comparto el estereotipo que considera a Sevilla como una sociedad cerrada. Veo a muchas personas con gran interés por lo que pasa en el mundo, receptiva para asimilar modernidad, por ponerse al día en retos como el de la educación y la formación continua.

PERFIL

Acostumbrada a que pregunten por ella como ‘la NCP del Reto 6’

En un ámbito como el de las instituciones europeas, que aglutina tantas lenguas y tanto lenguaje político-administrativo, la jerga y las siglas son el pan nuestro de cada día para hacerse entender... o no. Carolina Rodríguez Bollaín ya está acostumbrada a que se dirijan a ella infinidad de personas saludándola como Punto Nacional de Contacto. «Y en inglés es National Contact Point (NCP), por lo que muchas veces me llaman y me dicen: ¿Usted es la NCP del Reto 6?». Su agenda es un cúmulo de viajes, videoconferencias, llamadas y reuniones. «Menos mal que está Skype, y puedo concertar una reunión simultánea con investigadores de Vigo y Valencia, o cuando asesoro a un equipo conjunto de La Coruña, Bilbao y León... Si solo hubiera reuniones presenciales, sería imposible sacar adelante los asesoramientos. Al principio, a muchos les chocaba que yo esté en Sevilla, porque la inercia es pensar que alguien con esta función tiene su trabajo en Madrid».

En un ámbito como el de las instituciones europeas, que aglutina tantas lenguas y tanto lenguaje político-administrativo, la jerga y las siglas son el pan nuestro de cada día para hacerse entender... o no. Carolina Rodríguez Bollaín ya está acostumbrada a que se dirijan a ella infinidad de personas saludándola como Punto Nacional de Contacto. «Y en inglés es National Contact Point (NCP), por lo que muchas veces me llaman y me dicen: ¿Usted es la NCP del Reto 6?». Su agenda es un cúmulo de viajes, videoconferencias, llamadas y reuniones. «Menos mal que está Skype, y puedo concertar una reunión simultánea con investigadores de Vigo y Valencia, o cuando asesoro a un equipo conjunto de La Coruña, Bilbao y León... Si solo hubiera reuniones presenciales, sería imposible sacar adelante los asesoramientos. Al principio, a muchos les chocaba que yo esté en Sevilla, porque la inercia es pensar que alguien con esta función tiene su trabajo en Madrid».