«Ay ho, ay ho»... al campo a aprender

Los huertos urbanos se convierten en destino veraniego de muchos pequeños que cambian la toalla de la playa por el rastrillo y la zoleta

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
13 jul 2017 / 22:05 h - Actualizado: 13 jul 2017 / 23:25 h.
"Barrios","Distrito Norte"
  • La monitora Maribel da las primeras explicaciones a la tropa de aprendices de hortelanos poco antes de adentrarse en el tajo y pasar a la práctica. / El Correo TV
    La monitora Maribel da las primeras explicaciones a la tropa de aprendices de hortelanos poco antes de adentrarse en el tajo y pasar a la práctica. / El Correo TV
  • Un grupo de niños quita las malas hierbas de las matas de verduras en los huertos de Miraflores. / El Correo TV
    Un grupo de niños quita las malas hierbas de las matas de verduras en los huertos de Miraflores. / El Correo TV

9.20 de la mañana. El silencio reina en el verde del Parque de Miraflores que asoma a la avenida Mujer Trabajadora, en los límites del barrio de Pino Montano. Dentro, en la zona conocida como Huerta de las Moreras, se escucha a lo lejos una melodía que recuerda canciones de campesinos o de marchas militares. Ni lo uno ni lo otro. Lo que viene bajando por una de los senderos de terrizo es una fila de diminutos hortelanos a los que las gorras impide ver buena parte de la cara. «¡¡Lakshmi vanthachu!!», responden con energía los niños a una de las monitoras, María del Carmen Planelles, que encabeza la alegre marcha al tajo. Imposible no comparar la imagen con aquella secuencia Disney de Blanca Nieves y los siete enanitos en la que desfilan todos sobre el tronco de un árbol: «Ay ho!!, ay ho!!...»

Muchos llevan rastrillos al hombro, los más mayores zoletas y otros –los más pequeños–, mochillas rojas con el emblema No&Do del Ayuntamiento de Sevilla estampada en letras blancas. Eso sí, todos van a tope de energía y con muchas ganas de aprender cómo ser un buen agricultor o, en su defecto, una persona respetuosa con el medio ambiente y la tradición rural que ha sido – y afortunadamente sigue siéndolo– uno de los motores económicos de nuestra tierra. Conscientes del peso del legado y, pese a que muchos pisan por primera vez un campo (y no cuenta el de fútbol), ponen los cinco sentidos en las explicaciones que da una de las expertas monitoras, Maribel Reina.

«Vamos a conocer las distintas técnicas de riego y la importancia del agua para los cultivos». Con suma delicadeza, la profesora va explicando cada uno de los detalles mientras que insiste en que no hay que olvidar «eliminar las malas hierbas» que pueden crecer en torno a las matas de pimientos o de tomates. «Se va dando poco a poco con el rastrillo y, si hace falta, se levanta la goma de riego para evitar llevársela por delante».

Jaime sigue las intrusiones al pie de la letra mientras recuerda cómo ha incorporado la verdura a su dieta. «Nunca antes había probado el tomate en rodajas. Hace unos días cogimos uno y... el sabor era muy bueno». A lo que Maribel añade: «Claro, son productos 100% naturales y ecológicos, cogidos directamente de la huerta. Eso se nota en todo». Igual comenta Paula o María, que dan saltos al descubrir dos pequeños pimientos debajo de las hojas. «¡¡Mira!! ¿Lo podemos coger ya?». El gesto afirmativo de la monitora basta para que se apresuren a tomarlos en sus manos como el mejor de los tesoros que pudieran haber encontrado aquella mañana. «¿Nos lo podemos comer?», repiten mientras que buena parte del alumnado se traslada a una parcela colindante para supervisar las berenjenas. «Mi padre se las pide fritas con mil en el bar de abajo de casa», comenta Antonio mientras otros niños empiezan a acumular una pequeña cosecha de verdura en la orilla del huerto. Entre lo recolectado aparece algún que otro tomate afectado por las altas temperaturas que se registran estos días en la ciudad. «Sí, ese está un poco quemado pero se le quita y está muy bueno», aclara Maribel mientras que los pequeños empiezan a arremolinarse en torno a las otras dos monitoras. El tiempo pasa rápido en el campo. Así lo confirma el sol que busca su sitio en lo alto del cielo.

«¡¡Lakshmi vanthachu!!» es el grito que ordena la inquieta tropa de estos aprendices de hortelanos (algunos con más vocación que otros) que emprende el camino de vuelta a las aulas de pupitres. De nuevo, la misma estampa animada que silbaba aquello de «ay ho, ay ho,... ya es hora de cerrar». Ha sido una hora de aprendizaje práctico, de juegos entre simientes y frutos. La mañana prosigue a la sombra con otras tareas artesanas que conocieron sus abuelos o bisabuelos, y que ayudan a una formación integral de los niños. «Ahora vamos a seguir realizando actividades en los semilleros, diseño de mandalas con piedras del huerto y hacer jabón natural», dice María del Carmen Romero, coordinadora municipal, mientras añade que no faltan momentos de canciones para concluir esta jornada rural en la capital sin necesidad de desplazarse. ¿Quién se apunta?