«Cada lunes tengo ganas de volver al trabajo, disfruto mi vocación por la ciencia»

Investigador principal en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Por sus hallazgos científicos desde la Olavide ha ganado el Premio Ochoa de Biología Molecular y desde Europa le conceden 2 millones para que profundice en sus avances sobre genética

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
09 dic 2017 / 19:06 h - Actualizado: 10 dic 2017 / 08:25 h.
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  • José Luis Gómez Skármeta, en el laboratorio que dirige en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. / MANUEL GÓMEZ
    José Luis Gómez Skármeta, en el laboratorio que dirige en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. / MANUEL GÓMEZ

Quizá el apellido Skármeta le suene a ‘El cartero de Pablo Neruda’, la exitosa película de Michael Radford basada en la novela ‘Ardiente paciencia’, del escritor chileno Antonio Skármeta. O a ‘El baile de la victoria’, por la que dicho autor ganó el Premio Planeta y Fernando Trueba convirtió en cine con el mismo título. En la ciencia, Skármeta suena, y cada vez más, a las investigaciones que encabeza José Luis Gómez-Skármeta, de 51 años, jefe de laboratorio en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD), radicado en el campus de la sevillana Universidad Olavide, donde trabaja desde 2003. El próximo mes de enero recibirá el Premio Carmen y Severo Ochoa de Investigación en Biología Molecular, dotado con 12.000 euros. Nació en Santiago de Chile y el escritor es primo hermano de su madre. “Pero solo lo he visto una vez, porque mi infancia coincidió con su exilio por la dictadura de Pinochet, y cuando regresó a Chile mis padres ya habían emigrado intentando ganarse la vida en otros países”.

¿Dónde pasó su infancia y adolescencia?

Los primeros siete años los viví en Santiago de Chile. Mi padre, español de Murcia, emigró a Chile. Trabajaba en agencias de viajes, como mi madre. Se conocieron, se casaron y en Chile nacimos sus cuatro hijos. La familia tenía un buen nivel de vida, y cuando ocurrió el golpe militar, por miedo a las consecuencias económicas en su sector, más que por razones políticas al ser ambos de izquierdas, decidieron buscar fuera el bienestar que habían perdido. En 1973 nos fuimos a Puerto Rico. Al año regresamos a Chile, pero no remontaban, y en 1979 llegamos a España. Primero, unos meses en Málaga. Después, en Sevilla, donde hice Octavo de EGB y Primero de BUP. Nos trasladamos a Madrid, donde estudié Segundo de BUP. Después probamos suerte en Colombia, y allí estuve en el equivalente a Tercero de BUP. Y finalmente nos trasladamos a Murcia, donde cursé COU y toda la carrera de Química y Bioquímica.

¿Qué recuerda de sus primeras vivencias en Sevilla?

Lo mejor fue estudiar en el Instituto Fernando de Herrera, donde una profesora de Biología me despertó el interés por dedicarme a la genética. Ahí nació mi vocación científica.

¿Quién le ha marcado más durante su carrera?

Aprendí muchísimo con todos los profesores del departamento de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Murcia. Con ellos estaba bastante tiempo y me planteé dedicarme a la ciencia en serio, con mi vocación por la genética. Y, sobre todo, es clave mi tutor de tesis, Juan Modolell, Premio Rey Jaime de Investigación, que ha sido como un segundo padre y a la vez enorme amigo. Seguimos estando muy en contacto.

¿Su juventud fue menos nómada?

Desde que acabé la carrera volví a moverme. Me fui a Estados Unidos, tuve de mentor al científico Giuseppe Inesi. Viví en Baltimore, una ciudad infame, tan insegura que te convencen para no salir a la calle. Por eso sirvió de argumento para la serie policiaca ‘The Wire’. Pude hacer después con él una estancia en la gran Universidad de Stanford (California). Me ofrecieron seguir en Baltimore trabajando pero no me apetecía nada residir allí. Conseguí ubicarme en Madrid para hacer la tesis investigando en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, dentro del campus de la Universidad Autónoma de Madrid. Después decidí volver a Chile, pero me di cuenta de que yo había cambiado el chip y mi mentalidad era ya más española que chilena. Aunque allí tenía una plaza en la Universidad de Chile, decidí arriesgarme y volver a España para intentar conseguirla. Logré un contrato Cajal del CSIC y pude entrar en la fase de creación del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, en Sevilla.

¿Qué ventajas e inconvenientes le ha aportado a su personalidad ese itinerario de trotamundos?

Te obliga a aprender a integrarte con más facilidad en cualquier lugar, te abre la mente para asumir muchas formas de vida y conocer a mucha gente, te hace más tolerante a actitudes distintas a la tuya. También es bueno asentarse en un lugar después de tantos años de mudanzas. Lo hemos logrado en Sevilla. Conocí a mi mujer, Elisa de la Calle, cuando yo hacía en Madrid la tesis. Ella es nacida en Talavera de la Reina, quería aprender técnicas de investigación, empezó conmigo, y ahora es parte fundamental de mi carrera científica. Vivimos en Dos Hermanas con nuestros dos hijos. Y a ambos los encaminamos a aprender a desenvolverse en otros países, lejos de casa, en estancias de dos, tres o cuatro meses.

¿Cómo se planteó el arranque del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD)?

Cuando llegué, ya existía el edificio y la Universidad Olavide estaba involucrando al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para generar un buen centro científico en el campus, con apoyo también de la Junta de Andalucía. Lo diseñaron grandes científicos como Manuel Perucho, Miguel Beato, José Campos, Enrique Cerdá y José López Barneo. Querían que fuera como el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), que tiene su sede central en Heidelberg (Alemania), y con un modelo de gestión basado en el talento, con pocos investigadores permanentes y captando a otros de modo transitorio. Pero ese modelo no fue consolidado por las instituciones. Intercedieron otras figuras de la ciencia como Antonio García Bellido, Ginés Morata y Juan Modolell, vinculados al Centro Severo Ochoa, que convencieron al CSIC para que se nos diera la oportunidad en Sevilla a posdoctorados que habíamos destacado en nuestro paso por dicho centro y que en él adquirimos la cultura de interactuar para compartir recursos y proyectos. La que ellos habían aprendido del propio Severo Ochoa. La Olavide ha sido, y es, quien más impulsa el CABD.

¿Cuántas personas conforman su equipo y cómo lo gestiona?

Por lo general somos entre diez y doce. Conmigo trabaja Elisa, mi mujer, que es técnico y también hace trabajos para la Olavide, tal como acordamos cuando pactamos el traslado desde Madrid. Selecciono y formo al equipo, nadie me lo impone, yo me atengo al presupuesto inicial, y además hemos logrado muchos fondos que son contratos y becas para ellos y para más estudiantes que entran de modo transitorio. Es fundamental, además de su talento, que sean capaces de formar equipo. Así se alcanzan resultados como haber sido seleccionados por el Consejo Europeo de Investigación (ERC) para concedernos dos millones de euros en un proyecto que haremos solo nosotros y a lo largo de cinco años, en la convocatoria más reciente de las ayudas ‘Advanced’.

¿Qué van a investigar?

Entender cómo funcionan las introducciones, el equivalente a la enorme red de cableado de los genes. Durante mucho tiempo, el 98% del genoma fue considerado DNA basura, pero ya se sabe que contiene cosas fundamentales, como esas introducciones cuyos elementos reguladores encienden y apagan la actividad de los genes. Todos los animales se conforman con el mismo conjunto de genes. En esa especie de cableado están las herramientas y planos para entender las introducciones. Hay genes que tienen poca información reguladora y hay genes con mil veces más DNA alrededor conteniendo un montón de introducciones, porque son genes muy complicados que actúan muchas veces durante el desarrollo biológico del animal a lo largo de la vida. Son los que conforman el organismo. Queremos entender cómo funcionan y cambian esas introducciones para que se generen seres tan distintos como peces y humanos, erizos y vertebrados.

¿En qué animal van a poner el foco para ello?

Estamos trabajando con el pez cueva (Cavefish), que existe desde hace dos millones de años. Ha perdido los ojos y el pigmento, no los necesita en la absoluta oscuridad. Pero ha ganado un montón de órganos sensoriales. Básicamente es como un ciego, tiene un oído muy fino. Queremos saber cuáles son los cambios que han ocurrido en las introducciones para alcanzar esa adaptación al medio. Creemos que tenemos una respuesta. Estamos en ello.

¿Dónde encuentran esos peces?

Cerca de la costa de México. En el CABD hemos creado una Plataforma de Vertebrados Acuáticos. Tenemos muchos ‘bichos’. Por ejemplo, queremos analizar cómo se forma la aleta grande en la manta raya. Parecida a nuestras extremidades, pero con un centro de crecimiento en la parte anterior de la aleta que no ocurre en ningún otro vertebrado. Y queremos entender los elementos que regulan cómo se expresan los genes. El gen se expresa como consecuencia de la combinación de todos los interruptores, unos encienden y otros apagan, por explicarlo coloquialmente.

¿Se aplican sus estudios a la ciencia médica en relación a enfermedades humanas?

Sí, sobre todo para analizar que la gran mayoría de las enfermedades hereditarias humanas están causadas por alteraciones en esos interruptores. No los genes en sí mismo, sino los interruptores que afectan a los genes. Es lógico, hay muchos más interruptores que genes. Y si te falla un interruptor, el gen se apaga, o deja de funcionar, o funciona mal en un tejido determinado.

¿Cuántos interruptores tiene un ser humano?

Millones. Por ejemplo, cuando se coge una célula específica del tejido de hígado adulto, te puedes encontrar de 80.000 a 100.000. Algunos son compartidos entre varios tejidos, muchos son específicos. Hay algunos que se utilizan durante la vida embrionaria, otros son más específicos de adulto. Actúan como un circuito altamente conectado, donde un efecto aquí se transmite por todo el sistema y va influenciando a todo el sistema adyacente, incluso en otro tejido, o va disparando otra señal en otro lado, se va produciendo un efecto en cascada..... Es un proceso complejo de integración de información.

¿Le fascina descubrir la fase embrionaria de los seres?

Sí, porque a partir de una célula se construye todo un organismo. La construcción de un pez cebra y de un ser humano, en fases tempranas, son parecidas. El cerebro está dividido en gran medida en las mismas regiones. El corazón está en el mismo sitio. El sistema nervioso está en dorsal, no en ventral. El hígado está en el mismo sitio. Pero después, tú no eres un pez. La maravilla de la diversidad morfológica de la vida animal. Es fascinante. Decía Lewis Wolpert que el momento más importante de tu vida es la gastrulación. Cuando, durante el desarrollo embrionario, el ectodermo, el mesodermo y el endodermo se mueven para que se ponga el mesodermo entre el endodermo y el ectodermo. Son las tres capas germinales. El ectodermo da al sistema nervioso y a la epidermis. El mesodermo a todos los músculos y los huesos. Y el endodermo a casi todos los órganos. Tienen que estar en una posición determinada unos respecto a otros. En ese momento, si pasas la gastrulación, ya vas encarrilado para nacer. La mayor parte de los problemas durante el desarrollo embrionario, que son muchos, ocurren en la gastrulación.

¿Qué han valorado científicos importantes como Margarita Salas, Santiago Grisolía y Carlos López Otín para concederle el Premio Carmen y Severo Ochoa?

Es un premio a la trayectoria. Pero se habrá valorado sobre todo que mis últimos cinco años han sido especialmente buenos. Como el estudio publicado en 2014 en el que demostramos que un interruptor altamente asociado a la obesidad, y que está enmedio de un gen, en realidad a quien afecta es a un gen vecino, que estaba más lejos. Un gen complicado que se expresa mediante fenómenos distintos durante el desarrollo embrionario, y tiene tantos interruptores que se meten en los genes vecinos. Mediante experimentos de genética, de genómica y de estructura tridimensional de la cromatina, demostramos el error de apreciación, y es muy importante por la influencia notable en la obesidad.

¿Cuáles son sus últimas investigaciones?

Pronto va a publicarse la que hemos hecho sobre el origen de las extremidades humanas, de dónde vienen nuestras manos y nuestras piernas, que en su fase inicial son iguales a las aletas de los peces, tienen el mismo proceso biológico, se construyen más o menos de la misma forma. Creemos haber visto de dónde vienen las estructuras biológicas más ancestrales. Y, por otro lado, hemos hecho la contribución mayor en un proyecto junto a un grupo científico de Barcelona y otro de Francia sobre la transición de invertebrado a vertebrado, estudiando a los amphioxus. Son cefalocordados, gusanos marinos que son lo más parecido al ancestro de todos los vertebrados. y comparamos sus interruptores con los que tienen los vertebrados. Porque ahí ha habido un proceso fundamental, el genoma en la base de los vertebrados se duplicó dos veces. Cada gen ancestral dio como máximo cuatro genes.

¿Se une en Sevilla con expertos en otros campos para investigar juntos?

Es cada vez más necesario. En el CABD nos gusta discutir de ciencia entre compañeros de grupos distintos, nos llevamos muy bien y hay gente bastante creativa. En Sevilla cada vez hay más grupos que colaboran con físicos, con ingenieros, con informáticos. La biología del desarrollo a la manera clásica ya tiene poco sentido si no se mueve a integrar distintas disciplinas donde se encuentran conocimientos más enriquecedores. Nosotros nos movemos entre el desarrollo, la genómica y la evolución. Y otros grupos se mueven entre el desarrollo, la ingeniería y la programación. Hay que evitar acomodarse en lo que uno sabe hacer. Eso es un error mayúsculo. Hay que tomar cierto grado de riesgo. Lo que pasa es que en España está tan mal la situación de la ciencia... Los últimos gobiernos la han destrozado.

Las instituciones científicas están asignadas al Ministerio de Economía y Competitividad.

Es cero el interés de sus responsables por la ciencia. Pese a que se sabe a nivel mundial esto: los países que han resistido mejor el envite de la crisis son los que se dedican más a la ciencia. Son capaces de obtener beneficios económicos derivados de la ciencia, y de la tecnología originada desde la ciencia. En España no podemos seguir viviendo toda la vida del turismo y de la construcción. Y ahora quieren volver a retomar la construcción como eje del crecimiento. De esa forma nos hundimos hace diez años. Eso es un absurdo. Sin ciencia no hay futuro. Sin creación de tecnología no hay futuro.

¿Cuesta más motivarse por amor a la ciencia?

Los dirigentes políticos no se dan cuenta de la destrucción que están provocando. Cada vez los jóvenes tienen menos opciones para trabajar en los centros científicos. Cada vez entran a una edad más tardía. Se va perdiendo capital humano, se accede con menos motivación, es más débil el tejido científico para el futuro del país. Y todo ello también cala en el sistema educativo. Se educa menos en ciencia a los universitarios porque se ve que hay pocos recursos. Y si los profesores no hacen investigación buena, si no están con sus experimentos en las fronteras del conocimiento, no lo transmiten a sus alumnos, y cae el nivel.

Le miro, le escucho, y se nota que le gusta dedicarse de lleno a la ciencia.

Yo disfruto. Los lunes, afortunadamente, tengo ganas de volver al trabajo, me siento feliz en el laboratorio. Es fundamental tener vocación y sentirse motivado, porque así el esfuerzo que dedicas te sale de modo natural y no forzado. No debes meterte en un laboratorio pensando en que has de publicar. La dedicación ha de ser intensa y profesionalizada, y llegar a ese objetivo desde la vocación.

¿Cómo evitar que camaradería derive en camarilla, más aún cuando se sustenta en dinero público?

Eso se vive en las universidades. Hay mucha lucha de poderes por espacios, por plazas, y hay personas que intentan separarse y evitarse. El departamento en el que empecé en la Universidad de Murcia estaba dividido en dos, A y B, por los conflictos internos entre profesores.

¿Cuántas horas dedica cada día como promedio a su actividad científica?

Diez horas al día en el laboratorio. No es un martirio, me gusta investigar. Nadie nos obliga a ello, y yo tampoco obligo a eso. Cada persona es responsable de su trabajo. Para mí es una labor a tiempo completo, solo paro cuando estoy con los niños y cuando me dedico al hogar.

¿Los jóvenes investigadores también suelen dedicarse con tanta intensidad?

No tanto. Lo hacen cuando es necesario, no por costumbre. Creo que las nuevas generaciones valoran más la vida personal, y eso también es sano. Cada cual tiene que saber cuándo dar todo de sí y cuándo poder disfrutar de su vida privada. Tenemos un sistema flexible donde la responsabilidad recae en ti mismo. Cada uno está labrando su futuro. Y cada uno depende de su trabajo para llegar a su propio futuro. Todos dependemos de nosotros mismos.

Como ciudadano de Sevilla, ¿cómo enjuicia la evolución de la ciudad y de la sociedad sevillana?

Sevilla ha mejorado mucho en cuanto a calidad de vida, hay una visión más global y menos local de su propia historia. Los sevillanos son ahora más cosmopolitas. Y me gusta la evolución masiva hacia el uso del transporte alternativo. Debería hacerse un esfuerzo notable para que Sevilla se convierta en una ciudad cada vez más verde, se fomente el transporte público o con bicicleta. Y aprovechar la energía solar de una manera eficiente. Es una ciudad que tiene todo el potencial para vivir bajo criterios ecologistas con recursos renovables. Me encantaría una ciudad con los techos llenos de plantas para mejorar la viabilidad y aislamiento de los edificios. No me cabe en la cabeza que no podamos utilizar estos avances. Y creo que hay un espíritu común en muchos ciudadanos para ir por ahí. El uso de la bicicleta ha logrado un cambio notable de mentalidad.

En los ambientes científicos internacionales, ¿sorprende ya menos que se haga ciencia desde Sevilla?

Cada vez menos. Desde el punto de vista científico, Sevilla es bastante activa. Con muchos y muy buenos, conocidos internacionalmente. El Cabimer, el Ibis, la Estación Biológica de Doñana y el CABD son cuatro centros de investigación punteros. Sería formidable que la Junta de Andalucía haga caso a lo que pensamos todos los científicos y decida replicar el sistema que desde hace 16 años se ha utilizado en Cataluña para fomentar la ciencia y obtener unos rendimientos muy buenos.

Imagino que se refiere al Icrea, para captar y retener talento científico de primer nivel.

Sí. El dinero público que se invierte da como resultado la consecución de fondos internacionales por una cifra cinco veces superior, dada la sobresaliente calidad de las investigaciones. Generando más empleos y más fortaleza para vertebrar el futuro de los centros científicos. Por eso no podemos entender que en Andalucía no se active ya un modelo semejante. Es una inversión que dentro de cinco años ya daría muy buenos frutos.